Ana Rodríguez. La situación de los refugiados sirios es un tema que sentimos como lejano. Cada día desde hace varios meses vemos en el telediario cómo millones de personas tratan de huir de la guerra, quedando la mayoría atrapadas en campamentos y fronteras donde se han levantado vallas impenetrables. Es un drama que nos llega a través del televisor pero que, por desgracia, no nos toca el alma lo suficiente como para pegar un brinco del sofá y hacer algo para ayudarlos.
Pero esa anestesia al dolor ajeno no corre por las venas de Ana López, una cardióloga del Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva que está moviendo cielo y tierra para sacar de este país en conflicto a su amigo Salah y la familia de éste, que han quedado atrapados en Siria tras explotar el enfrentamiento bélico.
Ana y Salah se conocieron hace 13 años en Londres, cuando la joven, por entonces una adolescente de 17 años, se marchó a la capital de Reino Unido para aprender inglés y acabó en un bar de camarera. Salah había llegado a Inglaterra en un barco de pesca y trabajaba en un restaurante de comida árabe para hacer dinero y enviárselo a su familia.
Ambos hicieron buenas migas y el sirio desarrolló cierto instinto de protección hacia Ana, convirtiéndose en un apoyo para ella durante el tiempo que permaneció en la capital londinense.
La amistad no se rompió cuando la doctora regresó a España, ya que continuaron en contacto, incluso después de que Salah retornara a su país tiempo más tarde, en concreto un par de años antes de que estallara la guerra. Entonces la llamó para contarle que había vuelto y que estaba muy contento.
Sarah rehízo su vida en Siria, continuó trabajando para salir adelante y encontró una chica con la que finalmente decidió casarme para formar una familia.
Pero la situación en su país se complicó hasta que, finalmente, el conflicto armado tomó las calles. “Cuando estalló la guerra intenté hablar con él para ver si estaba bien. Como no lo conseguía, hablaba con amigos suyos que me contaban lo que sabían. Así hasta hace un año que logré ponerme en contacto con Salah directamente por audio de Whatsapp”, cuenta Ana.
La situación no era, desde luego, la mejor. Le habían quitado todo: casa, coche, tierras… Aún le quedaban ahorros en el banco de cuando estuvo trabajando en Londres, pero el problema era que ya no podían salir de Siria. “Él es un enamorado de su país. Cuando estaba en Reino Unido se le llenaba la boca hablando de su tierra, por eso se resistía a irse. Se ha mantenido hasta que la situación ha sido insoportable”, apunta la doctora.
Hace unos meses, Salah y su esposa, por entonces en avanzado estado de gestación, lograron desplazarse a un lugar más seguro, cerca de Turquía. Desde allí le mandó un audio a su amiga en el que le comentaba que estaban bien, que se encontraban en una zona relativamente segura y que pretendían escapar a Europa, aunque quería esperar a que su mujer diera a luz.
En aquel mensaje, el sirio aseguraba que su intención era cruzar de Siria a Turquía, ya que luego allí había gente que pasaba a Grecia, Macedonia, etc. pagando o con la ayuda de alguna ONG. Lo que quería en realidad era regresar a Inglaterra, porque el inglés es el idioma que sabe hablar, además del árabe. Por eso le consultó a su amiga si existía alguna manera de ir de España a Inglaterra por tren, bus, etc. en vez de avión y ésta le dijo entonces que intentaría enterarse de cómo traerlo a la Península.
Fue así como empezó la lucha por ayudar a Salah. Desde entonces la doctora ha consultado la situación de éste con Extranjería, con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, abogados expertos en esta temática, con la Policía, Cruz Roja, con el consulado en Estambul… y la conclusión es que es imposible sacarlo del país de manera legal porque la Ley 12/2009, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria, elimina la posibilidad de solicitar asilo por vía diplomática, teniendo que encontrarse la persona afectada en territorio español para acceder al procedimiento de protección internacional.
Ésta es la situación general dentro del marco normativo nacional, europeo e internacional, en la que se ha instaurado una normativa que supone un retroceso al derogar el asilo por vía diplomática. De hecho, ya se ha solicitado que se habiliten vías legales y seguras para que las personas que necesiten acceder al procedimiento de protección internacional puedan hacerlo sin necesidad de pasar por estas travesías mortales hasta llegar a un país que las pueda proteger.
La otra posibilidad para lograr traer a Salah a España sería vía legislación de extranjería, es decir, obteniendo un visado de estudiante. Para ello, sería necesario que cumpliera los requisitos legales del art. 38 de la Ley 4/2000 sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. Pero el problema es que la documentación preceptiva que le solicitarían (formación, medios económicos, asistencia sanitaria…) tendría que presentarla en una embajada española, algo completamente imposible en estos momentos ya que no hay embajada española en Siria.
La joven lo ha probado ya todo, desde buscarle un posible contrato de trabajo y alojamiento a obtener una carta de visita… pero de nada valen todos sus esfuerzos, pues todo parece quedar a expensas de que la Unión Europea alcance un acuerdo para solucionar la situación de estos refugiados.
Lo último que se sabe del sirio es que ya ha sido padre, su hijo nació en un hospital en medio de la guerra y su primer hogar está siendo una tienda de campaña en un campo de refugiados en la frontera con Turquía, desde donde cada día Salah y su esposa sólo pueden otear su oportunidad de escapar del conflicto armado.
Mientras, en España, desde Huelva, la doctora no se rinde y sigue llamando a todas las puertas en busca de una solución, pues se niega a aceptar que no exista ninguna posibilidad para esta –como otras tantas- familia siria. “Cuando llegué a Londres hace más de 10 años era una cría y Salah estuvo pendiente de mí. Desde la comodidad que tengo aquí lo mínimo que puedo hacer por él es seguir intentándolo. Además estoy segura de que hay mucha gente que se traería refugiados si se lo permitieran, aunque ni siquiera los conozcan”, admite Ana.
Así pues, la cardióloga hace un llamamiento “para que nos pongan las cosas fáciles a los que queremos ayudar. Si me hago responsable de esta familia, no debería tener problemas en traérmelos, sobre todo habida cuenta de la situación que están viviendo allí”. Palabras cargadas de sentido común y humanidad con las que pide soluciones al problema de Salah, el problema de todo un pueblo, el sirio, que necesita más corazones que hagan ruido para escapar del horror de la guerra.