Ana Rodríguez. En su tiempo libre, muchas personas gustan de leer un buen libro, hacer puzles, escuchar música o ir al gimnasio. Son aficiones muy sanas y comunes que contribuyen a equilibrar nuestro espíritu. Sin embargo, el ayamontino Benjamín Álvarez Ortega tiene otro entretenimiento, quizá menos habitual pero que igualmente le sirve para dejar salir su creatividad y conseguir la ansiada relajación después de un día de trabajo. A él le gusta tallar la madera y conferirle bellas e ingeniosas formas que lo hacen todo un artista, a pesar de que ésta no sea su principal ocupación.
Candelabros, marcos de espejos, cuadros a modo de bajos relieves… en el garaje de sus padres ha montado su pequeño taller, su lugar de esparcimiento, donde modela a base de gobia y cincel multitud de piezas de madera por el simple placer de hacer realidad la imagen que forja en su mente cuando ve troncos y ramas.
El lanzarse a esta pasión es algo relativamente reciente, aunque Álvarez reconoce que la obsesión la tenía desde chico. Lo que le fallaba entonces era el desconocimiento, pues no sabía de nadie que pudiera iniciarlo en aquellos lances. Y eso que curiosamente su madre es prima del mismísimo Antonio León Ortega, aunque por edad –Benjamín nació en 1975- poco coincidió con el gran imaginero ayamontino.
Pero podría ser que el arte se lleve en la sangre, pues al igual que su pariente Benjamín comenzó de joven a hacer figuras por su cuenta y riesgo. “Junto al bar que tenía mi padre, y en el que empecé a trabajar con 16 años, había una tienda de aeromodelismo y allí me compré mi primer juego de gubias. Era para madera de balsa, que es muy blanda, pero yo no sabía esas cosas y me puse a usarlo con la de olivo. Por supuesto, las herramientas no me servían, se doblaban, no estaban afiladas… me llevé una pequeña desilusión y abandoné mi afición un poco”, recuerda el ayamontino.
Pero hace cuestión de unos nueve años, decidió volver a intentarlo, nuevamente de manera autodidacta y en los ratos libres que le dejaban sus trabajos, antes en la construcción, ahora en una empresa de cámaras frigoríficas. Se compró entonces unos formones y gubia y se puso manos a la obra.
Al principio talló unas cajas de madera pequeñas y simples, también una mesa para el comedor de un amigo, la cual le regaló por su boda. De aquella sencillez, Benjamín fue pasando poco a poco a los detalles: “cada vez quería hacer piezas más elaboradas, con un dibujo o un bajo relieve. Me empecé a exigir un poco más, a complicarme conforme fui tallando”, explica el artesano.
Así pues, a base de práctica, de ensayo y error y de echarle muchas horas, el ayamontino fue aprendiendo en soledad, por sus propios medios, hasta llegar a un interesante grado de destreza que ha sorprendido tanto a sus familiares como a sus amigos, prácticamente los únicos que habían visto hasta ahora sus creaciones.
En este proceso de autoformación, Benjamín ha generado su propio sistema de trabajo, con el que se siente muy cómodo y en cuyo proceso recibe una ayuda muy especial, la de su hija de 14 años que, como buena astilla, quiere estudiar Bellas Artes.
Como explica el escultor, “lo primero que hago es coger un tablón grueso, pintarlo de blanco y plasmar en él el dibujo que quiero hacer. Como dibujar se me da fatal, lo hago sin ninguna perfección, muchas veces mi hija, que lo hace mucho mejor que yo, me aconseja y me echa una mano. Lo que hago bien es sacarle volumen a la madera, darle relieve y profundidad. Luego la lijo para quitar astillas y rugosidades”.
Las maderas que trabaja son de lo más variadas, desde la del almendro por su bonito color, a la del olivo por su hermosa veta, pasando por la de cedro, teca o las ramas de naranjo. Además, en sus creaciones le gusta que la madera se vea, por eso son escasas aquellas que colorea.
Los originales diseños que plasma en su material fetiche los saca habitualmente de Internet, aunque les introduce diversas modificaciones. Así, a Benjamín le gusta esculpir hadas y duendes y, en esta línea, localiza dibujos en los que posteriormente inserta elementos de su cosecha, como vegetación o animales. “El que tengo de una chica de espaldas es mi pareja, la cara del hada besando a la rana es la de mi hija, y luego a la escena le añadí un caracol, una libélula, una enredadera…” destaca el ayamontino.
Además de varios candelabros, marcos de espejos y algunos altos relieves hechos cuadros, Benjamín está preparando ahora una escultura de mayor envergadura en la que está plasmando un fondo marino, con sus tortugas, peces y hasta un submarino. En este sentido, cabe destacar que el onubense es un gran aficionado al submarinismo, la pesca y también el ciclismo, que completan su conjunto de hobbies junto al de tallador de madera.
La única vez que Álvarez ha mostrado públicamente sus obras fue el pasado verano, durante la iniciativa ‘Paseo por el Arte’, un evento que se organiza de manera anual en Ayamonte y que consiste en que durante dos jornadas pintores, escultores y fotógrafos sacan a la calle sus creaciones para disfrute de vecinos y turistas. Aquella experiencia fue muy grata para este artesano de la madera, ya que artistas de su municipio conocieron su obra y, al igual que sus amigos y familiares, también lo animaron a continuar y a seguir exponiendo sus trabajos. “Estoy esperando a tener algunas cositas más para enseñarlas al público. Volveré el próximo verano a un ‘Paseo por el Arte’ y luego quiero moverme un poco más”, reconoce Benjamín.
También le están siendo muy útiles para darse a conocer las redes sociales, ya que en su perfil de Facebook sube fotografías de sus tallas, incluso series de imágenes sobre el proceso de creación de éstas que realiza a título personal para ver la evolución del trabajo. A través de este espacio en Internet no paran de llegarle también felicitaciones y mensajes de usuarios que valoran muy positivamente sus creaciones.
Y es que el onubense ve un trozo de madera y lo que piensa es en cómo sacarle partido, en que podría ser, por ejemplo, una bonita mesa. Además tiene una cualidad que a veces juega en su contra y que no es otra que su alto grado de autoexigencia: “me gusta lo que hago, aunque soy muy perfeccionista y siempre pienso que podría haberle hecho más detalles, por eso también me complico mucho, porque no me gustan las cosas simples”.
Benjamín confiesa que le gustaría poder dedicarse de lleno a su pasión, aunque lo ve complicado, por un lado, por el largo proceso de elaboración y, en consecuencia, el coste que tienen estos trabajos y, por otro, porque no se centra en la rama más rentable del mundo de las tallas, a saber, la imaginería. Al no ser un gran seguidor de la Semana Santa, esculpir imágenes no le llama la atención, aunque sí todo lo relativo a la elaboración de los pasos donde van éstas, con sus relieves y detalles.
En suma, Álvarez Ortega tiene una interesante proyección, como dejan ver sus bellos trabajos, esculturas que en unos meses podremos ver expuestas en las calles de Ayamonte y, quién sabe, quizá algún día en alguna muestra individual.