Mari Paz Díaz. La situación de los refugiados que llegan a Europa se ha convertido en una imagen más que habitual en los medios de comunicación. La humanidad mira al viejo continente por la desesperación de miles de personas que arriban a las costas de las islas griegas de Lesbos y Quíos huyendo del horror de la guerra en sus países, especialmente de lugares como Siria, pero también de Afganistán, Irak o Pakistán, entre otros. Una imagen que avergüenza al mundo ante la cruda realidad que están viviendo estas familias.
Un tema que continúa de plena actualidad, más aún cuando esta semana hemos conocido que, tras el acuerdo alcanzado entre la Unión Europea y Turquía, han sido expulsados los primeros emigrantes desde las islas griegas a bordo de dos barcos que llegaron al puerto turco de Dikili. Un acuerdo entre Bruselas y Ankara, que prevé la devolución de todos los refugiados y emigrantes ilegales de Grecia a Turquía, a cambio de traer a la Unión Europea (UE) de forma legal y controlada la misma cantidad de sirios. Las personas que no sean de Siria serán enviadas a centros de deportación para ser devueltos a sus países.
Con acuerdo o sin él, de Lesbos y Quíos llama la atención los campamentos de los refugiados, que ansían poder entrar en Europa para iniciar una nueva vida. Unos campamentos que conoce muy bien Henry Massieuxm, un francés afincado en Huelva desde hace más de diez años, que ha tenido la oportunidad de conocer la realidad que se vive en el día a día de estas islas griegas.
Voluntario de Cruz Roja en Huelva, este onubense de adopción forma parte del equipo de Unidad de Respuesta ante Emergencias (ERU), un sistema creado en el año 1994 ante la necesidad de dar una respuesta rápida, eficaz y autónoma a nivel internacional ante las distintas realidades de las emergencias humanitarias producidas por los desastres naturales, pero también en otros casos muy duros, en los que sea necesario un refuerzo psicológico importante, como sucedió recientemente en Aroche cuando fallecía un niño al caerse una cornisa, al parecer a causa del temporal de viento.
La historia de Henry en el mundo del voluntariado es amplia, ya que ha formado parte de varios programas, desde el área de Empleo de Cruz Roja a la ayuda que se destina a los asentamientos de inmigrantes en la provincia de Huelva. De ahí, pasó a la ERU, unidad con la que ha tenido la oportunidad de conocer en primera persona cómo se encuentran los refugiados que llegan a las islas griegas.
En concreto, su destino fue Samos y Khios de Grecia, las islas griegas que concentran el mayor número de llegadas de refugiados e inmigrantes a Europa al estar ubicadas en el mar Egeo, muy próximas a la costa de Turquía, y donde Henry permaneció los meses de noviembre y diciembre del pasado año. Una experiencia que valora de «forma muy positiva en todos los aspectos». No en vano, su misión se centró en los niños de las familias de refugiados que se encontraban en las islas.
Tal y como nos cuenta Henry, «hicimos un equipo sanitario y otro psicosocial con diferentes perfiles en Grecia con el objetivo de dar respuesta a las personas que quisieran saber dónde están su familiares. Al mismo tiempo, también se diseñó en las islas un área denominada ‘El Espacio Feliz’, una especie de guardería dirigida a los niños refugiados para que pudieran jugar y se les olvidara un poco la situación que estaban viviendo. Una zona que abría cuatro horas al día y que tuvo muy buena acogida».
Un espacio que suponía un momento de evasión y relajación para estos niños que están sufriendo un verdadero drama y que, de forma involuntaria, han protagonizado los titulares de los medios de comunicación de todo el mundo. «No se puede decir que atendiéramos a un número fijo de chavales, ya que dependía de la marea que hubiera cada día, pero podían ser una media de 40 niños diarios», nos explica Massieuxm, que añade que su procedencia era muy variada, desde Siria, Afganistán, Serbia, Palestina o kurdos, entre otros.
Una labor, en cualquier caso, encomiable que llenaba de satisfacción a todos los voluntarios participantes, al ver la sonrisa de estos pequeños, a pesar de las circunstancias tan duras que estaban viviendo a su alrededor.
Y es que la ayuda de Cruz Roja Española en las islas griegas ha ido dirigida en un doble sentido. De una parte, se creaba este espacio para niños, conocido en inglés como child friendly space, donde los más pequeños podían jugar, participar en actividades y, en caso de que fuera necesario, recibir un apoyo especializado para desconectar de la tragedia. Y, de otra parte, se diseñaba un sistema de información para los refugiados e inmigrantes, dado que suelen llegar desorientados, sin saber qué hacer o dónde dirigirse. Hasta la entrada en vigor del acuerdo de la UE y Turquía, una vez en las islas, los refugiados tomaban ferries con destino a Atenas para dirigirse al norte de Europa.
En este aspecto, Henry quiere resaltar que, en muchas ocasiones, la imagen que se ha estado transmitiendo en los medios de comunicación es errónea, como ha sucedido con el caso de los bomberos que fueron retenidos por las autoridades griegas.
Tal y como recuerda este voluntario, «este tipo de casos fue algo puntual, porque los habitantes de las islas se portaban muy bien, con una gran humanidad. Se involucraron mucho con todas las personas que llegaban, por ejemplo, habilitando zonas para que pudieran descansar los refugiados todos los días que estaban allí e, incluso, había una mujer que llevaba bocadillos para todos los voluntarios, así que el trato fue exquisito».
En general, hasta inicios de este año 2016, Cruz Roja Española había atendido a unos 12.000 refugiados e inmigrantes en los dispositivos de asistencia médica y psicosocial que instaló en las islas griegas de Samos, desde finales de septiembre, y de Quíos, desde primeros de octubre. En estas islas, esta organización puso en marcha unos servicios de asistencia primaria, cuidados básicos, primeros auxilios y atención psicosocial.
Un drama internacional en el que los voluntarios de Cruz Roja Huelva también están teniendo un destacado protagonismo. Y es que en la que ha sido calificada como la mayor crisis de refugiados en el continente europeo desde la II Guerra Mundial, toda la ayuda que se pueda ofrecer es poca. Un drama del que la mejor noticia que podemos recibir es que la ayuda humanitaria ya no es necesaria. Así sea.