R.Fdez.Beviá. El Monasterio de La Rábida es, sin duda, uno de los lugares más emblemáticos de esta maravillosa provincia. Por eso, como no podía ser de otra manera, desde que llegó la fotografía a Huelva, en la segunda mitad del XIX, se constituyó en uno de los principales objetivos de las cámaras.
Si nos preguntásemos cual es el ángulo o la perspectiva más reproducida, por ejemplo, en las tarjetas postales editadas con este símbolo, casi seguro que se nos vendría a la mente alguna imagen con la fachada principal vista justo de frente, viniendo desde Palos. Sin embargo, la realidad es que en las primeras cuatro décadas de la historia de las tarjetas postales onubenses, desde 1897 (primera tarjeta postal ilustrada del Huelva) hasta 1940, esa no fue la perspectiva del Monasterio más utilizada. En este periodo la fachada principal fue una vista bastante recurrente, pero hubo otra, tomada desde el sur hacía el norte, más popular. Y lo fue hasta en veintiuna ediciones distintas, desde 1901 hasta 1932.
Curiosamente estas veintiuna ediciones se nutrieron de solo cuatro vistas. Una de esas imágenes, de Diego Calle, ha sido reproducida en multitud de publicaciones de la época y es la que abría la Guía Histórica del Monasterio de La Rábida de 1929, editada por los propios franciscanos.
Las cuatro fotografías tan reproducidas fueron tomadas teniendo el Monasterio al fondo y en un primer plano una singular estructura que parece una alberca o un gran abrevadero con una fuente o pozo detrás. Y decimos singular porque revisando una amplia bibliografía histórica aún no hemos encontrado ninguna referencia a esta instalación de los franciscanos rabideños.
Para nosotros, a partir de la vista de Francisco Cerezo -que reproducimos en este artículo, y que erróneamente es atribuida en algún libro a José de Spreafico-, este paraje de La Rábida constituye un misterio. Y lo más atractivo de este pequeño misterio es que los restos -en muy buen estado- de aquella alberca están allí, semienterrados, a la espera de que alguien promueva su restauración -algo de muy bajo coste para una pequeña edificación que sobrevive con una antigüedad como mínimo de doscientos años-. La fuente de La Rábida estaba situada a pocos pasos de la mítica «Palmera de Colón», que Fray José Coll, en su obra «Colón y La Rábida» (1892), identifica como el último vestigio del entorno rabideño anterior a 1835 tras la devastación sufrida durante seis décadas de abandono.
La fotografía de Cerezo nos muestra, además, que ese espacio debió tener más entidad que la que se aprecia una vez de nuevo operativo, a principios del siglo XX (las imágenes con los cántaros, burro y lugareño que aparecen en las tarjetas postales). Es razonable pensar que este pozo, fuente o manantial, surtiría de agua a los franciscanos hasta que se exclaustró el cenobio a causa de la desamortización eclesiástica de 1835.
Hasta 1919 no volvieron los monjes, de modo que esa «vida» que apreciamos en las fotos de primeros de siglo se explica por el uso que le darían a esta fuente agricultores que ocuparían la antigua huerta franciscana. En la foto de Cerezo, tomada en algún momento del periodo 1882-1891, aparenta estar en ruinas. En esta imagen aparece posando un hombre, encima de las ruinas de esta hipotética fuente, que bien podría ser el solitario guarda malagueño -La Rábida, como hemos apuntado, estuvo sin habitar desde 1835 hasta la reintegración de los monjes bien entrado el siglo XX- que cita Fray José Coll en el libro referido.
Las imágenes, así mismo, nos muestran que en la restauración del monasterio previa a la conmemoración de 1892 también se adecentó, para nuevo uso, el enclave protagonista de el presente artículo aunque, como decíamos, creemos que la dimensión e importancia de aquel debió ser significativamente mayor. De hecho, el camino que bajaba del Monasterio a su huerta iba directamente dirigido a este espacio, lo que confirma que sería el punto clave que suministraría agua a los monjes.
Los muros de la antigua alberca o abrevadero sobresalen claramente del suelo pero están mucho más enterrados que en las fotos antiguas que aquí reproducimos. En el interior, cubierto de tierra, se encuentra un ficus talado, y en el añadido (que ya aparece en las fotos de principios del siglo XX) en su vértice oeste se encuentra también una palmera espontánea bastante crecida. La parte superior, la del pozo, conserva la estructura -aún más enterrada que la anterior- y hay una vieja trampilla metálica para evitar, suponemos, algún accidente si algún paseante se desvía de las aceras del paseo movido por la curiosidad.
Teniendo en cuenta que este es el último vestigio anterior a 1892 de los alrededores del monasterio, en particular de la huerta franciscana, habría que considerar su recuperación. Quizá en estos momentos en los que se están haciendo obras de acondicionamiento del entorno del monasterio podría ser oportuno el renacimiento, como un elemento visitable de los jardines, de esta parcela tan importante (la fuente de agua) para los monjes que vivieron siglos atrás en este monumento de la historia universal.
3 comentarios en «La misteriosa «Fuente» de La Rábida, testigo oculto de siglos de historia del Monasterio»
En ese sitio, en los años 60 creo que alguna vez mi padre me llevó, diría incluso que para quitar el polvo al coche, recuerdo que había una fuente es cierto, en la zona que se indica, aunque no se si es exactamente lo mismo. Muy interesante como siempre.
…Que chulada de artículo Ramón…la fuente del jardín de las Hespérides…a pocos metros los franciscanos mantienen su huerta aunque con pocos manzanos y menos de oro…el ladrillo visto de la zona, elaborado en los hornos del Puerto de Palos y que están desenterrando junto a la Fontanilla, también realizada cont este tipo de ladrillo…mil gracias por estos artículos…
Muy buen artículo. Enhorabuena.