Los casinos y la Historia: Relaciones I

Soportal de Lomilla. / Imagen Fotoespacios.

(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)

Salomé de Miguel.
Grupo Azoteas


Festival de Cine de Huelva

Carmona. San Pedro. / Imagen: Fotoespacios.
Carmona. San Pedro. / Imagen: Fotoespacios.

El hombre (no solamente la mujer), es un ser eminentemente social. Si damos un corte transversal en cualquier momento de la Historia, encontramos múltiples actividades que lo explican y lo justifican. Salvo excepciones, todos los hechos sociales de importancia han sido obra de los hombres, pero en grupo, en colectividades o en compañía de otros.  Pero solos, en contadas ocasiones ha prosperado en su iniciativa.

Dejando a un lado el tiempo laboral y familiar, los hombres han ubicado su ocio en lugares y tiempos coincidentes con el ocio de otros hombres. Salvo los anacoretas y algunos artistas creativos, los hombres han buscado la compañía, el amparo o la comunicación con otros hombres. No con mujeres, que eso es otro tema …


Puerto de Huelva

Recorramos la Biblia (el mejor libro de Historia que haya existido) y serán grupos de hombres los protagonistas de los hechos. La mujer ha tenido papeles ejemplares y excelentes, pero ocasionales o puntuales. Ha sido el contrapunto moderador.

En la América precolombina, apenas hay referentes de la presencia social de la mujer, pero sí de las actividades políticas y lúdicas de los hombres. Son los protagonistas de esa cultura.

Pero ya en nuestros días, en años que algunos recordarán, encontramos muestras de esa querencia de los hombres por compartir con otros hombres su tiempo de asueto, su ocio.

La acera de San Pedro de Carmona, la calle Sierpes de Sevilla, la zona de barcas de El Palo de Málaga, las plazas coquetas de Cádiz, la orilla del Guadalquivir en Coria, … son lugares en los que los hombres buscaban reunirse con otros hombres, aunque solamente fuera para estar allí.

El hombre busca para su tiempo de asueto a otros hombres. En cada época, de la manera posible. Se charle o no se charle con ellos. Lo importante no es hablar, que también, sino estar allí y mirar. La gran vocación de los hombres. Estar en los sitios en los que otros hombres están, sin molestar y si que te molesten. Aunque se esté sólo, siempre queda la esperanza de que otros hombres aparezcan para estar.

La clave es buscar la ocasión de caer en la tentación de los tres pecados más importantes en el asueto de los hombres: Estar, charlar y mirar.

Hay que estar, donde estén los demás. Charlar con quienes buscan lo mismo. Y mirar a los iguales y lo que hacen. No se busca el paisaje o la belleza de un cielo vivo. Hay que mirar «lo que se hace», «lo que pasa», lo que ambienta. Pero, eso sí, nunca los colectivos de los hombres han mirado para «contar», sino para la propia satisfacción de «saber». Es mérito que se le debe conceder.

Claustro Aguilar del Campo. / Imagen Fotoespacios.
Claustro Aguilar de Campo0. / Imagen Fotoespacios.

Estar, charlar y mirar. Toda la vida así, sean cuales sean las circunstancias históricas o sociales. Siempre ha sido así. Estar con otros hombres, que es la actividad a la que vuelven cada día todos los hombres de todas las épocas.

Pero hay una época especialmente atractiva en esta actividad, visto en la distancia, claro. En la Edad Media, las relaciones entre los hombres, comienzan a ser adecuadamente conocidas, por los documentos y las vestigios que conservamos. Y, como siempre, son los monasterios y las iglesias donde se ubican los mejores referentes.

Una mirada a los mapas de la Península Ibérica en los siglos X al XII, nos enseña la realidad de entonces: Un norte asentado en el cristianismo sólido de los monasterios y un sur habitado, culturizado y ambientado por los árabes durante más siglos de los que la gente piensa.

En medio, una tierra de frontera hacía de colchón entre las cordilleras Central y Bética. Hasta 1012 no puso el cristiano pie en el valle del Guadalquivir. Pero es el siglo XIII el que abre la ventana a la luz cristiana en Andalucía. Ya por entonces el Románico había sido «embargado» por el Gótico. Por eso en Andalucía no hay iglesias con el encanto del Románico, como en Duratón, Covarrubias, Pineda y todo lo que está «más arriba» de Gredos.

Coinciden en la época del XIII (el rico y renovador siglo) el avance del cristianismo en el sur y la influencia francesa de eso que se llamó Gótico y no «Francés». Error, porque el Gótico que pasó los Pirineos, era hijo natural de Francia. De los germanos, solamente parentesco. Salvo en Sevilla, que levantó una catedral que casi hablaba alemán, solo por llevarle la contraria a los pudientes de la época.

Guadarrama es frontera geográfica e histórica del Románico en nuestros pueblos. De ahí para arriba, tres siglos de desarrollo social lento, de hábitos en la construcción y de monopolio cultural en las iglesias. Tan monopolio, que fueron sedes y puntos de encuentro para las relaciones sociales, los juegos y las formas de construcción.

Para entonces, el Románico había tenido tiempo y sosiego para cocinar una cultura de pueblos pequeños en un clima duro y de iglesias que daban cobijo a muchas necesidades, religiosas y de las otras.

Soportal de Lomilla. / Imagen Fotoespacios.
Soportal de Lomilla. / Imagen Fotoespacios.

En estos siglos se definen en nuestra sociedad las formas de relaciones que iban a ser determinantes en nuestro siglo XX. Porque en «nuestra» Edad Media se fragua la personalidad de una España que iba a ser diversa y dispersa. Castellanos, aragoneses, lusos, mediterráneos y árabes, hacían las mismas cosas al atardecer, cada uno en su estilo y manera: Reunirse con los amigos para sacar del cajón esa necesidad humana de relacionarse.

Pero al norte de Guadarrama, tres siglos cocinaron a fuego lento una cultura del ocio que tiene color propio en la historia de nuestro tiempo de asueto. Inevitablemente, al margen de consideraciones religiosas, es la Iglesia y las iglesias quienes protagonizan los episodios culturales de la época. Porque en sus interiores estaba la cultura y en sus exteriores el asueto. No todas las épocas pueden decir lo mismo de sus entidades y sus edificios.

Solamente los actuales casinos pueden presumir de haber heredado el espíritu medieval que reúne los tres grades pecados de los hombres: Estar, charlar y mirar.

A pesar de las censuras sociales de aquella época.

Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Los casinos y la Historia: Relaciones I»

  1. Las imprescindibles relaciones humanas que, con argumento histórico, nos presenta Soledad, nos hace percibir ese necesario encuentro inmemorial del ser humano con sus semejantes, si bien parece que fue en los únicos centros de cultura del Medievo, la iglesias, donde esa relación pudiera ser más evidente.
    Posiblemente el que la relación de comunicación más frecuente fuera entre hombres, pudiera ser debida a esa condición tan primitiva que situaba a la mujer en un plano muy secundario, algo que afortunadamente hoy esta abolido, pero en cualquier caso siempre la necesidad de comunicar ha existido en el ser humano, y si a las opciones de “estar, charlar y mirar” aportáramos “actuar” convertiríamos en Parlamentos los casinos, pero ese es otro tema que supongo se abordará en futuras ediciones en las que el ocio no sea el protagonista.
    Enhorabuena, Soledad, por tan descriptivo ensayo

  2. No sé si la actividad «parlamentaria» en los casinos será tomará como tema aquí, porque esa parcela del enfoque no me corresponde, pero paso la idea a mis compañeros por si acaso. Por lo que sé de ti, muchas de tus ideas, como decian de Lope de Vega, «en horas venticuatro, han pasado de las musas al taeatro». Le paso el reto a nuestro compañero Miguel.
    Muchas gracias por tu comentario. Modifica mi nombre en tu agenda, que solamente soy Salomé. Aunque a veces exista «soledad» a nuestro alrededor.
    Mi mas cordial afecto.

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