Ramón Llanes. Esta mañana se levantaría con el pié izquierdo y no tuvo mejor ocurrencia que llamar a la junta y comunicarle que dimitía de su cargo de Presidente del casino, después de ejercerlo con bandurrias y tormentas durante treinta y nueve años. Los suyos, los de junta, han intentado convencerle para que siguiera unos años más, -quizá con un poco de ironía- recordándole el éxito de aquel campeonato de dominó del año 94 y las competiciones que se desarrollaron durante la semana cultural del verano del 92 y los bailes en los carnavales que extendía su buena acogida hasta por los pueblos vecinos y la recepción a las autoridades en las fiestas de la patrona y mil recuerdos bondadosos más que han quedado inscritos en aquellos muros con letras de oro. Pero el Presidente quiere colocar a su hijo en el mismo cargo y ha contado de él todas y más cualidades para que la junta supiera con certeza que dejaría el casino en buenas manos.
En el tablón de anuncios se ha puesto un comunicado para todos los socios y su lectura ha obtenido la comidilla normal de un acontecimiento de este calibre. Quienes están todo el día por sus dependencias tienen tiempo para desbrozar valores y defectos y han dedicado la tarde a las consiguientes descalificaciones que el cargo ha podido generar. Otros han elaborado una lista de aciertos y la han repartido entre los asistentes, -jugadores de mus, ajedrez y otros juegos-, que son los únicos que ponen en vida diaria estas amplísimas dependencias. Han hablado también de la posibilidad de otorgar el cargo a su hijo y se han sucedido elogios y críticas por todo el doquier de la sala.
La tarde ha dado para mucho; era necesario que ocurriera algo, que algo viniera a dominar los espacios de ocio y llenarlos de conversación y misterio, para que el casino pueda seguir conservando su tarea de parlamento a lo pequeño y para que sea lugar donde los unos y los otros -todos fieles socios del casino desde hace más de 50 años- ejerzan su derecho a opinar y a provocar diálogos en la más extensa expresión del término. Luego, será lo de menos que siga el hijo del Presidente o que se convoquen elecciones o que se cierre el casino, lo importante es el enjambre de posiciones, el apasionamiento de algunos, la prudencia de otros y la picardía humorística de los más guasones, que ya hecho correr chistes sobre el estado del dimitido Presidente, como si hubiera dimitido también de sus obligaciones conyugales. Las risas y las propuestas han circundado las mesas de juegos y la tarde se ha ocupado sin más acá ni más allá.
Mañana, ni se acordarán de cómo fueron los diretes e irán al casino en espera de otra sorpresa que les sirva de entretenimiento.
1 comentario en «La dimisión»
Conozco a ese tipo de presidentes, se quedan con buena parte de las cuotas de los socios. Y lo peor es que estos lo saben…