Juan Antonio Ruíz Rodríguez. Hace algún tiempo, escuché decir a alguien que, salvo excepciones, San Juan del Puerto es un pueblo caracterizado por iniciativas de vida corta. Hoy os traigo un ejemplo más que no escapa a esa regla: la historia sencilla de un local que, durante las seis últimas décadas, ha dejado una huella profunda entre la población. Ese local es el que todos reconocemos al pasar por los primeros tramos de la acera derecha de Pozonuevo y sirviendo hasta hoy mismo, de almacén del paso de San Juan Bautista.
En todo este tiempo, el local de 4 metros y medio de fachada por 7 de fondo tan solo ha sido objeto de un par de mejoras, ya que no requería nada más: a mediados de diciembre de 2014, la Hermandad lo dotó de una nueva puerta, elaborada en los talleres de los hermanos Méndez Iglesias, y unos años antes, fue colocado en su perímetro interior un zócalo que frenara la humedad con material donado por Azulejos Marina. Con ello, se dio mayor empaque al lugar, convertido para muchos en pequeño santuario, un rincón yo diría casi sagrado para quienes sentimos con fuerza el ser sanjuaneros y sanjuanistas. Tengamos en cuenta que sus paredes han venido atesorando la obra artística que cada 24 de junio encarna la principal seña de identidad del pueblo.
¿Cuál fue el motivo de su construcción?
Para responder habría que viajar hasta finales de junio de 1963. Entonces surgió la necesidad imperiosa de contar con un paso nuevo, más digno y acorde a unas fiestas patronales que ya tenían gran importancia y participación. Era hora de que el Precursor procesionara sobre una estructura artística de primer orden parecida a la de la Virgen de Consolación de Cartaya, dejando atrás aquella modesta parihuela bajita, vetusta y sencilla.
Un grupo de personas, bajo el nombre de ‘Comisión pro-paso’, tomó la iniciativa. Recaudaron los fondos necesarios y encargaron el nuevo paso al tallista sevillano Luis Jiménez Espinosa, a partir de un diseño aprobado por la propia Comisión. El paso, como explicó Juan Bautista Cartes en la revista patronal de 1994, contaba con “parihuela, cuatro maniguetas en las partes delantera y trasera, juego de respiraderos, canastilla y peana…”. Todo tallado en madera de pino de Flandes y dorado de primera calidad. Su precio quedó fijado en 110.000 pesetas, fue entregado el 1 de junio de 1964 y estrenado el 24 de ese mismo ejercicio y mes.
A posteriori, con lo recaudado, se planteó la construcción de un lugar donde guardarlo junto a otros enseres. Así, y según nuestros historiadores, el 1 de marzo de 1965, Juan José Rebollo Garrido —propietario de la casa nº 2 de Pozonuevo y miembro de la Comisión— firmó la cesión de un trozo del corral de su vivienda para edificar el almacén. El 9 de julio de ese año se firmó el contrato con el maestro de obras Manuel Ruiz Cartes (mi querido y recordado abuelo), encargado de su construcción.
Este grupo inicial de trabajo, fue el germen de lo que acabaría siendo la Hermandad de San Juan Bautista, formalmente constituida el 16 de abril de 1980. En el libro «Culto y devoción a San Juan Bautista en la Villa de San Juan del Puerto», los autores Juan Bautista Cartes Pérez y Juan Bautista Quintero Cartes, recogen con precisión, el acuerdo de cesión y las condiciones que dejaban claro que mientras el local sirviera a su fin, no podría reclamarse propiedad alguna sobre él por parte del dueño o sus herederos. Solo cambiaría si el uso también lo hiciera. Lo cierto y verdad es que pasó a ser propiedad de mi querido amigo Juan Sánchez Aquino (QEPD), pasando luego a sus herederos y siendo vendido recientemente a nuevos propietarios.
El almacén como digo, construido bajo la dirección de mi abuelo —miembro también de aquella Comisión—, fue edificado con el sello inconfundible del ladrillo visto. Su coste total fue de 68.000 pesetas, de las que 46.000 ya se habían abonado en julio de 1965. El resto se fue satisfaciendo conforme entraban ingresos, según se estipuló con el constructor. Esta mañana me fijaba con qué precisión colocó los dibujos y formas del piso donde descansaría el paso.
En su fachada, un hermoso retablo cerámico trianero del taller de Ramos Rejano preside la entrada con la imagen de nuestro Patrón. En la revista de 2015, Quintero Cartes describe con detalle este retablo “una hornacina en trampantojo con columnas salomónicas, capiteles corintios, fondo azul alusivo al Jordán, y la figura del Patrón en el centro. Todo ello coronado por un tejaroz de madera, con azulejos blancos y azules, y rematado por florones decorativos”. Un pequeño tesoro de arte popular que ha acompañado durante décadas la vida de la otrora Pedro Sotomayor y su vecindad.
Y ahora, un último adiós
Hoy, y con la mirada puesta en el futuro, despedimos de la calle de las capeas un trozo del alma sanjuanista. No es solo un almacén lo que se va a derribar en unos días, sino el testigo mudo de generaciones que soñaron, trabajaron y vivieron con fervor las fiestas mayores de su pueblo. Allí nacieron ilusiones, se guardaron promesas y se tejieron recuerdos imborrables al compás de cada junio.
Pozonuevo, desde hoy, queda un poco más vacía, no lo se… pero igual también más llena de memoria.
El paso encontrará muy pronto en su Casa Hermandad de la calle Carmen y nada más esté colocada su puerta, según me confirmaba el presidente Juan Pérez Vela, el nuevo hogar que le espera. Pero de este lugar que ha abandonado tristemente esta mañana, entre vivas y alguna lagrimilla que he visto por parte de quienes lo portaban, aunque el paso ya haya desaparecido físicamente, vivirá por siempre en la memoria agradecida de un pueblo que nunca olvida lo que le dio identidad.




















