MEMORIA DE LOS PUEBLOS DE HUELVA

Alfredo Echevarría: «vámonos al Rompido .. ¡pues vámonos al Rompido…. andando!»

Este joven mayor, de 93 años, protagoniza Memoria de los Pueblos de Huelva y ha sido nominado para los Premios Buena Gente de Huelva en esta edición.

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RFB. Salían del cine  y a Gerardo Weicker se le ocurría decir  ‘vámonos al Rompido…’  Y se iban…andando. Estaban él, su hermano Perico, Morita y Alfredo. Tras la propuesta inesperada y la decisión de tirar para adelante se acercaban un momento a sus casas para recoger el petate y luego ponerse andar hacia poniente, ahí es nada. Cruzaban la ría por la amabilidad de algún botero amigo del padre de Echevarría y, a partir de ahí, sin importar el día o la noche, a andar por los caminos y campo a través cuando no había otra manera.

Iban a El Rompido porque allí tenía el padre de Perico una casa -choza-, al lado de otra de don Luis Clauss. No había nada más, era una minúscula aldea de pescadores. Un verdadero paraíso.

Alfredo Echevarría Powell andando al RompidoEsta gente -pensamos- está, estaba, hecha de otra pasta, nadie lo puede dudar. Porque ahora en estos tiempos parece inimaginable plantearse una pequeña aventura improvisada como aquella. Y lo hicieron muchas veces, allá por finales de los cuarenta, principios de los cincuenta, del siglo pasado. En ese sentido nos dice también que con estos amigos fue en tres ocasiones andando desde Torre Arenilla hasta la Punta de Malandar (la desembocadura del Guadalquivir). Entonces ya Perico Weicker tenía la afición de los pájaros, que encajaba con adentrarse en la zona de Doñana. Weicker fue un célebre ornitólogo, y el propio Alfredo fue también fundador de la Sociedad Ornitológica Española.

Con esta afición recorrieron toda la provincia, la Sierra, El Andévalo… tiempos que para nuestro protagonista son emotivamente inolvidables. «Nos la pateamos andando… si a mí me dieran un duro por kilómetro..» (nos reímos).



Así nos lo cuenta Alfredo Echevarría Powell, onubense de 93 años que guarda ese tesoro de experiencias en la memoria y que nos acerca a una Huelva más íntima, más sencilla y, quizá, más auténtica.

«Mi madre siempre me tenía preparada en una mochila que estaba en mi cuarto ciruelas pasas, almendras, avellanas. Yo tenía una linterna y un impermeable que ella me hizo de una gabardina que había comprado mi padre en Inglaterra.

Alfredo Echevarría Powell andando al Rompido 2Cruzábamos la ría en bote y empezábamos a andar. Dejando Aljaraque a la derecha nos encaminábamos a El Rompido, llegando primero a Aguas del Pino. Pero eso lo hacíamos un viernes o un sábado y, al día siguiente, nos veníamos andando por la playa a Punta Umbría«.

Llegaban de noche a Punta Umbría -nos cuenta- «para tomar un barco para Huelva, ‘El pellizcón‘. Este era un barco de pesca que aguantaba hasta última hora (12 o 12 y media de la noche), lo que permitía que nos diera tiempo para cogerlo, porque iba para Huelva con almejas«.

Era un escenario precioso -destaca Alfredo-, virgen, natural y plagado de botes de vela.

Alfredo Echavarría une en esta entrevista ser el que hemos elegido como representativo de los mayores de Huelva capital en la serie Memorias de los Pueblos de Huelva y, además, haber sido nominado para los Premios Buena Gente.

Querido por todo el que lo conoce y probablemente ‘decano’ de los que viven en la zona de Tartessos, es un libro abierto con contenidos resultantes de su curiosidad innata y la experiencia de una vida para nosotros apasionante. Lector empedernido, era muy común que aprovechase las noches, incluso cuando andaba en este tipo de excursiones como la que hemos relatado con los amigos, para leer libros, con la linterna en ristre.

Hasta tal punto tenía pasión por la lectura que, con catorce o quince años, su padre, ya preocupado, le puso en el cuarto una luz roja, como esas de laboratorio de fotografía, para evitar que se llevase las horas leyendo.

Alfredo Echevarría Powell andando al Rompido 4Se lo pasó en grande entre los diecisiete y veititantos años. Antes había estado en el mejor colegio de Huelva -según sus propias palabras- el San Casiano de la calle Puerto. Conoció a míticos docentes como don José, don Mario y don Lucas Oliva, y particularmente una figura cuya brillantez y buena condición personal, a nuestro juicio, no ha sido suficientemente reconocida en Huelva: don Manuel Bernabé Flores.

«Era un hombre especial -afirma Alfredo-, enorme. Con una simpatía… además tenía el don de enseñar. Los que estuvimos con él en Matemáticas y Geometría terminábamos estupendamente puestos. Lo queríamos muchísimo, todos. Los sábados nos íbamos a jugar al futbol allí a la pista, una transversal camino de la Punta del Sebo. Y él venía, como un compañero más. Cuando tenías problemas, que yo los tuve, te ayudaba mucho«.

Nos cuenta Alfredo de aquel espacio de ocio, de esas fuentes camino de la Punta del Sebo. «Se conocían como la primera fuente, la segunda fuente, la tercera fuente, y luego estaba lo que se inició como un proyecto de puerto pesquero, que no llegó a funcionar como tal. Allí luego hubo un campo de concentración de prisioneros, después de la guerra, y luego se hicieron en ese lugar los cuarteles del regimiento de infantería 34, que más tarde se trasladó a donde hoy es el campus del Carmen.

lfredo Echevarría Powell andando al Rompido 41Las fuentes eran columnas de hierro que tenían como cuatro conchas, y unos vasos de hierro con cadenas. Y salía agua y podías beber allí«.

En el Colegio San Casiano los mejores amigos de Alfredo eran Pepe Villatorobellísima persona«-  y Alberto Casasbuena gente también, pero un coco, vamos«-. Formaban un trio inseparable.

El mar, la mar, ese elemento tan identitario de Huelva está arraigado plenamente en la vida de Alfredo Echevarría. Nació en la calle Marina, en el número 11. Su padre, vasco, se había establecido en Huelva en el año 28. En ese lugar que nació Alfredo luego puso el padre la tienda de provisionista de buques y la familia se fue a vivir al número 17 de la misma calle.

Originario de Sopelana, don Andrés era marino embarcado desde los catorce años. Ocupaba el cargo de mayordomo o sobrecargo de buques mercantes. Esta función comprendía la intendencia de los navíos, y en buques de la Cía. Trasatlántica había recalado varias veces en nuestra ciudad. Se dió cuenta del potencial que tenía la actividad relacionada con el puerto onubense, a causa de la minas. Y decidió desembarcar y montar un negocio de provisionista de buques. Tenía que ser en la calle Marina, que venía a ser el ‘zoco’ del mundo de la mar en Huelva. Alfredo nos decía que le llamaban la calle Palestina, por la cantidad de negocios abiertos allí. Recuerda a «Federico Romero, Domínguez, Orta, La Montañesa, cafés Toronjo… era quizá la calle más comercial de Huelva en aquella época«.

La madre de Alfredo era doña Luisa Powell, nacida en la localidad inglesa de Birmingham. El padre de doña Luisa era un ingeniero que fue contratado para el montaje de una fábrica cerca de Bilbao y al final lo ficharon para que se quedase a dirigirla. Eso permitió a la hija conocer al que sería su futuro marido. Y terminaron en un lugar suponemos que inimaginable antes para ellos: Huelva.

El padre de Alfredo había navegado mucho por el mundo. Había navegado a Inglaterra, por distintos lugares de Europa, y a EEUU. Le ofrecieron quedarse en América. Pero a él no le gustaba la cultura americana.

lfredo Echevarría Powell andando al Rompido 6«Mi madre era un encanto, muy cariñosa. Y además era una gran señora. Con mucha personalidad. Y se llevaban muy bien. Eran una pareja extraordinaria«.

Alfredo tiene gracia contando las cosas. Nos decía riéndose (y haciéndonos reir) que, en esa relación estrecha que tenía con los Weicker la madre de Perico, doña Tea, le ponía de ejemplo a él en cuanto a formalidad, limpieza y pulcritud.  Y exactamente en su casa -pero al revés- hacía doña Luisa, destacando esos aspectos en Perico y comparándolo con él, señalándoselo como modelo.

La calle Marina número 11 era más que una tienda. Era un punto de encuentro de gente del mar. Iban muchísimos capitanes, porque el provisionista terminaba siendo, por la relación, una especie de agente, en un plano distinto a los consignatarios.

«La tienda de mi padre era el segundo punto de concentración de los prácticos, por no decir el  primero. Cuando buscaban un práctico lo encontraban en la tienda.

Por allí aparecía don Martín Zaldunvide, que había sido capitán de un barco en el que fue mi padre. Otro asiduo que también había mandado un barco en el que estuvo embarcado mi padre, de la Trasatlántica, fue don Julio Amechazurra Goirigolzarri –se ríe por la dificultad de pronunciar los apellidos- Que este era tío del actual presidente de Caixabank, José Ignacio Goirigolzarri. La mayor parte eran vascos«.

Nos cuenta Alfredo que «cuando empecé a tener uso de razón Huelva era una ciudad pequeña. Nos conocíamos todos. Tres Ventanas era aparte, la Isla Chica estaba apartada de Huelva. El Matadero también, el otro barrio, casi casi apartado de Huelva. Huelva terminaba en El Punto. Y por la otra punta terminaba en la Plaza de Toros«.

lfredo Echevarría Powell andando al Rompido 7Después de la enseñanza básica terminó el bachillerato. Nos desvela que «mi ilusión era estudiar marino mercante. Pero mi padre me lo quitó un poco de la cabeza. Y además tenía razón. Mi padre decía que me dejase de romanticismos, que un capitán de un barco era el chofer de un camión muy grande. Y hoy día, porque lo he vivido yo ya cuando tenía el negocio, que tienen internet y facilidad de comunicación al instante, cuando tienen que tomar una decisión se ponen en contacto con los armadores. No es el capitán con el que soñaba uno que era, como quien dice, dueño de las vidas de la tripulación. Yo he conocido capitanes de esos, con unas personalidades increíbles. No eran tiranos, eran gente con autoridad. A la tienda de mi padre iban muchísimos«.

Alfredo, junto con su hermano Andrés, dio continuidad al negocio en la calle Marina. Nos contó varias anecdotas, en particular con marinos extranjeros, con los que se relacionabam. El negocio fue bien, pero en una tendencia decreciente. El mundo de la mar estaba cambiando, fundamentalmente por el desarrollo de la comunicación.  Ya nada era igual y terminaron cerrando la tienda. Él posteriormente estuvo trabajando con Enrique Clauss.

Le preguntamos por amigos ya de mayor, y nos dice que «de más mayor he tenido muchos amigos. Bueno, relativamente muchos, porque para mi la amistad es una palabra un poco sagrada. Amigo no es lo mismo que conocido. Es amigo… no, es conocido».

Entre los amigos destaca a «Benito Cárdenas, Antonio Bastos, Torrejón, Villatoro y Juan José Domínguez, que también era del grupo que nos reuníamos. En Navidad íbamos por ahí cantando con la botella de anís y la zambomba por los bares para que nos invitaran –se rie-. No, cara hemos tenido. Ahora, muy buena gente todos ellos«.

Alfredo da todo el juego del mundo en una conversación. Tiene tres mitades, comenta, una vasca, una inglesa y una huelvana. Nosotros le vemos como muy de Huelva, nacido aquí, criado aquí y representativo de ese mundo de la mar que, como decíamos, es tan identitario de lo nuestro. Así se lo indicamos y lo acepta y comparte. Las cosas de Huelva, la historia, los pueblos, además, le han interesado siempre mucho. Le encanta en particular Sanlucar del Guadiana.

lfredo Echevarría Powell andando al Rompido 8Le preguntábamos por lo curioso se su relación con los alemanes, en la época de la guerra mundial y poco después, siendo su madre inglesa. Nos dice que eso tenía que ser lo natural, a pesar de que cada uno defendiera lo suyo. Le llegaron a insultar en aquella época -españoles germanófilos, no los alemanes, Weicker y Clauss, con los que se llevaba a la perfección- por ser hijo de una inglesa.

Antes de la guerra civil española el padre de Alfredo se trajo a Huelva a sus suegros, que ya estaban jubilados, y tres cuñadas. Se fueron a vivir a una casa de la calle Herreros -actual José Nogales-. Les dijeron cuando llegó la guerra que pusieran una bandera británica grande en la azotea para de alguna forma garantizar su seguridad a la vista de los aviones en un hipotético bombardeo. «Pues bien -relata- la pusieron, y aquí en Huelva tiraron dos bombas. Una cayó en el Colegio San Casiano, y otra cayó en el patio de al lado de donde vivían mis abuelos. Afortunadamente no explotó«.

Nos cuenta de los Weicker, a los que considera casi como familia, que cuando hacía alguna trastada «no veas la bronca que me echaba don Bruno, pero lo hacía en aleman y yo no me enteraba. Y la abuela pintaba en acuarela que era una maravilla, y era muy mayor«.

Alfredo, aún en la tristeza de la reciente pérdida de su mujer, Elvira, disfruta de sus seis hijos, sus seis nietos y dos biznietos. Y nos dice al despedirnos que el no se siente mayor, aunque lo sea. A nosotros nos traslada la sensación de que estamos sencillamente ante un joven mayor, simpático, con una conversación interesantísima y buena gente de libro. Podría ser como el abuelo de todos, pero también como el ‘colega’ de todos. Siempre un gesto amable, una sonrisa y la palabra adecuada para el disfrute de los oídos de todo el que está cerca de él.

Gracias, Alfredo, y enhorabuena.

 

Fotos: Edith-HBN

Andando al Rompido, Alfredo Echevarría.

 


Puerto de Huelva

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