S. D. De la gloria al drama… en un metro. El último de la prueba de los 20 kilómetros marcha, que parecía tener reservado el bronce para la atleta lepera Laura García-Caro. Hizo un carrerón, se aplicó al máximo, supo jugar con los tiempos… menos en ese fatídico final cuando ya celebraba, bandera de España al cuello incluso, el éxito. Fue ahí, en el último metro cuando a Laura se le vino el mundo encima al ver como la ucraniana Lyudmila Olyanovska le superó.
Centrado en el mero aspecto deportivo, reseñar que los pronósticos se cumplieron, y la actual campeona olímpica, la italiana Antonella Palmisano se hizo con el oro como estaba previsto. Entró destacada en el estadio Olímpico de Roma acabando con 1.28:08. Segunda fue la también transalpina Valentina Trapletti (1.28:37). Y tercera la mencionada Olyanovska con el mismo tiempo que la lepera: 1.28:48.
La prueba fue como la propia Laura vaticinó, con Palmisano marcando el ritmo y cambiándolo para imponer su ley cuando quiso. En este caso fue pasado el kilómetro 10. Hasta ahí tanto la lepera como Cristina Montesinos y Raquel González, las otras dos españolas, aguantaron en el grupo de cabeza.
Fue en el mencionado décimo kilómetro cuando la favorita Palmisano dijo basta y se fue para adelante. Nadie pudo hacer nada. Desde ese momento, la pelea iba a ser por las otras dos medallas. Laura García-Caro demostró que había llegado en un excelente momento de forma y supo jugar sus bazas.
Claro que a falta de dos kilómetros otra italiana, Valentina Trapletti, tomó unos metros de ventaja, como también lo hizo Laura García-Caro sobre las demás perseguidoras, Olyanovska entre ellas.
Laura entró tercera en el estadio ya con la bandera de España en el cuello. Era suyo el bronce, pero cometió el error de no calibrar lo que pudiera hacer la ucraniana, que pareció momentos antes batida. La de Lepe dio la vuelta pensando en el bronce que tenía en sus manos -se lo había currado además- pero… como si fuera un mal chiste de Lepe, en el último metro vio como era superada por Olyanovska. ¡Porca miseria!