José Antonio Mayo Abargues. El paraje de Villarejo, situado entre los antiguos poblados forestales de Bodegones y Cabezudos, en el término municipal de Almonte, es un espacio natural de gran valor paisajístico y ecológico, que debe su nombre a la Compañía Forestal de Villarejo, propiedad de los Burgers; una familia holandesa que a principios de los años veinte del pasado siglo comenzó a experimentar en estos terrenos, ricos en agua, con más de cien especies de eucalipto para la industria de la celulosa.
Los Burgers explotaron el negocio de la madera hasta que el régimen de Franco les obligó a vender los terrenos al Patrimonio Forestal del Estado, a pesar de las numerosas gestiones realizadas por la familia a través del consulado holandés en Sevilla. España venía de una guerra civil con una economía quebrada y Franco no estaba dispuesto a consentir que esa riqueza tan importante para el país estuviera en manos de particulares, y mucho menos de unos colonizadores con capital extranjero. No fue fácil convencerles para que abandonaran aquellas tierras por las que habían apostado fuerte años atrás, y como el Estado no podía expropiarles por no ser una finca baldía, los presionó y asfixió a impuestos y finalmente los Burgers terminaron cediendo y malvendiendo su propiedad.
Como testigo de aquella actividad forestal, que convirtió el erial de Villarejo en un fructífero negocio, quedan todavía algunas de las muchas especies de eucalipto que dieron vida a esta zona.
El eucalipto, que tan mala prensa ha tenido siempre por su impacto ambiental, debido a la gran absorción de agua, llegó a ser un arma crucial para luchar contra el paludismo o malaria, una enfermedad endémica, potencialmente mortal que se transmite por la picadura de los mosquitos portadores de este parásito, que estaba causando muchos estragos en la población onubense. Se sembraban cerca de las aguas estancadas; marismas y charcas, para evitar que los mosquitos pusieran sus larvas.
Cortijo Villarejo. En el entorno de este cortijo pernocta la Hermandad del Rocío de Palos de la Frontera en su camino hacia la aldea almonteña.