J.A.de Mora. Entre los muchos grupos en RRSS que hay sobre temática patrimonial onubense hay uno concreto, el de Amigos del Muelle de la Cía de Riotinto, donde se expresan sentimientos, se comparten conocimientos y se evocan las vicisitudes de esta joya que tenemos en Huelva y que, a veces, no valoramos en su justa medida.
Hoy se comentaba en relación al ‘corte’ realizado a mediados de los setenta de la pasada centuria -cuando cumplía más o menos el siglo-, con un post de Juan Manuel Muñiz titulado ‘sobre el Muelle, dejemos las cosas claras sobre el responsable de su decapitación’. En él se contrastaba la creencia común de que la mutilación del Muelle se debía a la necesidad de romperlo para que pasaran equipamientos destinados al Polo Químico.
La alternativa la plantea Muñiz a partir de un relato de Andrés Osuna, quien dice que «El muelle de la RTCL jamás fue desmantelado para el paso de equipos para las fábricas del polo de desarrollo, solo en un par de ocasiones se desmontó el arco y se volvió a montar. El Puerto de Huelva fue quien eliminó parte del mismo, para hacer cuatro vías de carretera hasta la Punta del Sebo, que son las existentes actualmente».
Más allá de la tremenda agresión sufrida por la emblemática instalación portuaria onubense, lo fundamental es saber si algún día ese impacto que produce -más en los que superan la cincuentena- el espacio diáfano entre los dos trozos partidos del muelle dejará de ser tal y podamos ver unido algo que nunca se debió separar.
Y en este punto se vuelve siempre al eterno dilema entre valor arquitectónico y valor histórico o emocional.
Las corrientes ‘políticamente’ correctas sobre el concepto de restauración si al final se imponen nos auguran un cierto riesgo de tener un pastiche uniendo los dos tramos. Es verdad que ya el muelle no es lo que era. Nadie niega que solo queda original la estructura de hierro, y en los dos tramos separados con aire entre ellos. Pero esto no es poco. Es más, esa estructura férrea es lo esencial, lo que le da personalidad al muelle.
Siempre comento que todo el mundo está muy contento con el Paseo de la Ría. Sin duda fue un acierto en el sentido de posibilitar el disfrute de la ciudadanía de un paraje idílico. Pero en paralelo a esa buena intención se cometió, a mi juicio, un nuevo atentado con el muelle de Riotinto. Se le relegó a un segundo o ulterior plano de dos formas.
La primera con las elevaciones absurdas que sitúan esos montículos que limitan su visión desde la carretera y sus aceras. Entre esos horrendos kioskos, los ‘auditorios’ mirando para levante y las montañitas, el muelle queda como un ‘convidado de piedra visual’. Y la segunda con el mero hecho de adelantar el borde ‘comíendose’ ría y quitando perspectiva al acercar el muelle a la orilla.
Pero bueno, esto no tiene arreglo ya. Lo importante es conseguir ‘reponer’, si, reponer el trozo truncado. A este modesto juicio la cuestión no es unir -riesgo cierto- ni restaurar -solo existe aire en ese espacio-, lo ideal sería reponer de forma que la imagen se ajustase a las fotos antiguas y la memoria de aquellos que lo conocieron completo.
¿La imagen? ¿eso es importante? Pues si. La imagen y la identidad van muy unidas. Y en esta Huelva tan castigada en términos de identidad por nosotros mismos, no está de más recuperar símbolos identitarios.
Qué le vamos a hacer si no tenemos mucho que restaurar por habernos cargado tanto. ¿Qué problema hay en rehacer? Ya sabemos que ese trecho no será el original, ¿y que pasa si se consigue reproducirlo más o menos fielmente en el contexto de lo ya ‘restaurado’?
Un ejemplo. La reconstrucción de la Fuente de las Naciones a nuestro criterio es un absoluto acierto. Que quizá ese no sea el sitio más correcto, pues bueno. Pero lo importante es que podemos aproximarnos a la tangibilidad de un recuerdo y, sobre todo, a un legado -aun con sus limitaciones- para que nuestros hijos y nietos no estén toda la vida reponiendo, una y otra vez, como onubenses su identidad edilicia y visual.
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