José Manuel Alfaro / ‘El Cuaderno de Muleman’. El pasado viernes, el 112 podría haber recibido la llamada de un niño de 8 años, tras caer su madre al sofá y quedar inconsciente. Aunque la noticia no ha trascendido hasta ahora, la llamada se habría producido la pasada semana después de que terminaran las vacaciones de Semana Santa los escolares hubieran vuelto a la normalidad virtual educativa en la que están inmersos desde que comenzó el estado de alama. Los hechos, que según ha explicado un experto en emergencias sanitarias, amigo de la familia podrían haber tenido un desenlace mortal de no haberse actuado con la celeridad con la que lo hizo el niño. Ha comentado este supuesto experto en emergencias médicas que se encuentra inmerso de lleno en la campaña agrícola de la recogida de los frutos rojos, que si el niño no hubiera activado los protocolos que se le fueron marcando, el desenlace hubiera sido trágico o al menos se le hubieran quedado secuelas irreversibles a su madre. Aunque todo ha quedado en un susto que ha revolucionado a toda la localidad de Lucena, hay constancia de que esta no habría sido solo la única llamada, pues se cree que otros escolares lo hicieron también, ante la avalancha de tareas que los maestros y maestras enviaron esa mañana de acuerdo con las instrucciones de Educación. De hecho, los casos de los que se tienen constancia y que tuvieron incidencia directa en el síncope que sufrieron los padres y las madres tiene su origen, en el envío de 23 archivos PDF a través del grupo de Whathsapp de la clase de los escolares, la obligatoriedad de asistir a una video llamada de una hora a las 12 de la mañana, así como la entrega exprés de una manualidad antes de las 19:00 del mismo día. Eso unido a las tareas que habrían quedado pendiente antes de Semana Santa, indujeron un grado de presión tal sobre los padres y madres afectados, que provocaron que entraran irremediablemente en un estado de estrés tan intenso, que desencadeno en un bloqueo total que termino en un sincope. Si los escolares no hubieran actuado a tiempo, la subida de la tensión de los progenitores, podría haber terminado súbitamente con la vida de ellos o haberlos dejado tontos para toda la vida. Este cuaderno se ha puesto en contacto con uno de los héroes de esta historia, que ha contestado por teléfono a algunas preguntas desde el piso de 50 metros cuadrados que comparte con otra familia temporera rumana.
-¿Qué estaba haciendo en el momento que ocurrió todo?
-Yo estaba tranquilamente en la mesa del comedor, porque es el único espacio de la casa donde puedo sentarme con una libreta o un libro para hacer los deberes o estudiar. Mi madre estaba en la cocina preparando la comida para mi padre mi hermano que tiene tres años y mis tíos que han venido a trabajar en la campaña de la recogida de los frutos rojos. Creo que si no recuerdo mal, fue en el momento el que mi madre estaba echando las lentejas en la olla cuando comenzó el teléfono a pitar. Entraron al menos treinta mensajes, enviados por la delegada de la clase, con la planificación y las tareas para toda la semana. La cara de mi madre era un poema. Aunque lo peor vino después, como si se tratara de un tsunami, la ola de los ejercicios genero una sacudida de mensajes de las madres que en su pico máximo llego a 200 mensajes sin leer. Cuando mi madre cerró la olla y se paró a leer los mensajes mi madre comenzó a sentirse mal, el corazón le palpitaba, un sudor frío recorría su frente, su cara estaba blanca como la harina. Mi intuición me decía que algo no iba bien, hasta que la tensión no pudo con ella, exploto y se derrumbo como un niño pequeño, fue en ese momento cuando perdió el control y se tiró al sofá llorando. Menudo espectáculo, mira que he visto a mi madre pasar días malos cuando tenía que hacer malabares a final de mes para pagar el alquiler de este cuchitril de 50 m2, por el que pagamos 500 euros, pero nunca la había visto derrumbarse ante la presión educativa que estaba ejerciendo aquellos simples archivos de audio y PDF.
-¿Vio peligrar la vida de su madre en algún momento?
-encuentra trabajando en la campaña de la recogida de los frutos rojos. Me dijo que la tumbara en el sofá, le pusiera los pies en alto y le diera un poco de ese licor que guarda en la despensa. Fue beber un sorbo de ese elixir verde al mismo tiempo que yo le decía – No te preocupes mama, que ya verás como organizándome no tendrás que ayudarme y me podrás dejar solo con mi hermano pequeño antes de irte a la cooperativa a trabajar, hasta que venga a la noche papa o los titos. Fue escuchar esas palabras y recupero la verticalidad de su cuerpo para irse directamente a la cocina a quitar las lentejas del fuego antes de que se le quemara. Menos mal que todo ha quedado en una anécdota a la que no hay que darle mucha importancia en estos tiempos en los que hasta el sistema educativo esta también en estado de alarma.
-¿Cómo es el día a día de un escolar confinado?
-Para mí los días de lunes a domingo se han convertido en lo mismo, antes por la noche podía ir a sacar la basura, o los domingos me iba al parque un rato con mi hermano a esperar que mis padres vinieran de trabajar. Pero desde que ha comenzado el estado de alarma, me he convertido en una máquina de hacer deberes a la que apenas le queda tiempo para ver la televisión o a jugar a las cartas mi hermano. Yo no digo que no haya que hacer tareas o estudiar, pero si al sacrificio que supone este confinamiento en un piso de 50 m2 lo unimos a una especie de maratón de tareas educativas, esto tiene más pinta de campo de concentración que de desván de Ana Frank.
-¿Qué es lo que echa de menos?
-Muchas cosas, pero una el recreo del colegio, porque en casa no existe el tiempo. Otra cosa jugar con los amigos a la pelota en la plaza. Pero si hay algo que echo de menos es a mi maestra, su bondad, el cariño con el que nos trataba, la complacencia con la que nos atendía, la amabilidad con la que nos hablaba, ahora pienso que sus castigos de cinco minutos sin hablar eran un regalo, pero yo no sé lo que le ha pasado desde que ha empezado esto de la tele educación y esa obsesión por los contenidos, que unido a la presión de la inspección parecen haberla transformado en un androide, vamos en pocas palabras, que mi maestra ya no es la Paqui de siempre.
-¿Qué es lo primero que vas hacer cuando salga de aquí?
-Lo primero que voy hacer cuando salga de aquí, es algo muy simple, a lo mejor la gente piensa que es una tontería, pero lo que más ganas tengo es, de mear en descampado de basura que hay junto a mí casa, para mí es como tocar la libertad. Buenos eso y darle un abrazo a mi maestra a la que echo de menos y que espero recupere pronto la cordura que ha perdido desde que comenzó este estado de alarma educativa en el que nos encontramos.