José Miguel Jiménez Serrano / Zalamea. La celebración de la Vía Sacra, dejará de efectuarse este año por primera vez desde la Guerra Civil. Una antigua tradición a la que solo acuden los hombres de la localidad y que se ha mantenido en el tiempo con muy pocas variaciones.
Fue la primera tradición de Semana Santa en restaurarse tras el trienio de la Guerra Civil, ya que los desfiles procesionales se recuperaron a partir de 1943. El desarrollo de esta celebración, no se ha visto influenciado ni por las condiciones meteorológicas ni por puntuales suspensiones de las estaciones de penitencia, como la ocurrida en 1988, cuando las obras de restauración de la parroquia, impidieron la salida de las procesiones.
Reseña histórica. A la caída del Viernes Santo, la procesión de la Vía Sacra, una liturgia de la Semana Santa que data de 1776 a la que sólo pueden acudir los hombres, según marca la tradición.
Pocos minutos después de concluido el Santo Entierro, una corneta anuncia el comienzo de la hora santa del Vía Crucis y la campana mayor ha tocado diez veces, momento en que los hombres, con un recogimiento absoluto, se trasladan a la puerta sur de la iglesia parroquial de la Asunción.
Desde ese edificio, que data del siglo XVII y simboliza la Casa de Pilatos, tras la cruz de guía , se imita el camino que hiciera Jesús desde el Pretorio hasta el Gólgota, del Calvario hasta el Sepulcro de Arimatea, cantando una salmodia antiquísima en verso que va narrando el acontecer de la Pasión del Señor.
Durante este recorrido las mujeres, al escuchar la corneta y la esquila que avisa del desarrollo de la procesión, se recogen en sus casas, tras puertas y ventanas, sin ser vistas y desde allí presencian el paso de los penitentes que está marcado por el recogimiento y el silencio y sólo roto por los cantos en verso. Hasta quince veces suenan las oraciones, y quince veces es contestada por los hombres del pueblo, seguido con cantos propios, que aun se conservan, con unas cadencias propias de la época en que se comenzaron a decir, hasta llegar a la puerta de El Sepulcro. Allí el lector enfáticamente dice: Esta es la decimaquinta estación y es el lugar donde nuestro amantísimo Jesús se apareció resucitado y glorioso a la dichosa penitente Santa María Magdalena… Una vez terminada la quince estación, la puerta, que hasta entonces permanecía cerrada, es abierta y todos los hombres entonan el Perdón.
Esta procesión constituye una de las tradiciones más singulares de la celebración cofrade de la provincia onubense y sirve de colofón de los actos penitenciales de Semana Santa en Zalamea.
Fue instituida por Gabriel Alejandro Sanz, director de las minas de la comarca en el último tercio del siglo XVIII, aunque se cree que se celebraba con anterioridad, y consolidada el 8 de septiembre de 1776.
En ese año se construyó y bendijo la Ermita del Santo Sepulcro, rememorando los Santos Lugares, como final del Vía Crucis que componen un total de 15 estaciones, en vez de las 14 que tradicionalmente conforman este tipo de actos litúrgicos.
En 1777 una viuda de la localidad, María Hidalgo, regaló la imagen del Cristo Yacente que se encuentra en ese sepulcro todo el año.