José Manuel Alfaro / ‘El Cuaderno de Muleman’. El pasado viernes un solitario senderista que hacía la ruta de Castaño del Robledo a Galaroza avistó el que podría ser el Ratón Pérez. El senderista, que se encontraba llegando a la localidad cachonera después de toda la mañana caminando y haber pasado a la intemperie la noche anterior, en pleno mes de diciembre y bajo un castaño centenario a seis kilómetros del camino de las Mimbreras, presentaba en ese momento signos de hipotermia leve debido a las bajas temperaturas. Fue llegando a Galaroza cuando se asustó al escuchar, bajo el estrepitoso silencio del sendero, moverse algo entre la maleza. Salió corriendo detrás para ver lo que se escondía detrás de unas coscojas, instante en el que tropezó y cayó sobre un suelo de piedras de pizarras, como si se tratara de un bloque de hielo. Debido al fuerte golpe en el suelo con una enorme piedra, uno de los colmillos salió despedido.
Tras perder la conciencia durante unos segundos, pudo incorporarse, al mismo tiempo que gritaba y buscaba sin descanso el diente entre el sotobosque. El senderista abandonó la búsqueda dos horas después del suceso, dando por perdido el diente que supuestamente había caído sobre el manto de hierbas del que salió un enorme roedor nada más recuperar su verticalidad. Este excursionista octogenario, tiene la teoría de que aquel animal que salió de la nada y por arte de magia, podía haberse encontrado el diente y habérselo llevado a su refugio. Aunque esta historia parece sacada de un libro de fantasía, existe una teoría que apunta, a que la ruta senderista del Castaño del Robledo a Galaroza es paso habitual del Ratón Pérez en esta zona mágica de la sierra en la que se han encontrado y documentado numerosas huellas del roedor más famoso y querido de todos los tiempos.
A continuación, hablamos con este solitario excursionista que ha querido contestar amablemente a nuestras preguntas sobre lo sucedido, después de haber traslado sus elucubraciones a la Policía Local, que procedió al registro de su mochila, en la que localizo bolsas de orégano, manzanilla y otras especies de arbustos y árboles que había recolectado sin autorización.
-¿Cómo describiría la experiencia?
-Un poco surrealista, había pasado la noche al raso y aunque venía bien equipado con mi saco de dormir de montaña, con la intención de vivir una aventura fuera de lo común. La verdad es que pase un frío de muerte, debajo de aquel castaño. Me gusta la aventura, estoy acostumbrado, porque llevo varios fines de semana haciendo, las rutas senderistas más hermosas de la sierra. Para un solitario jubilado, caminar y disfrutar de la naturaleza es el mejor regalo que se puede hacerse a sí mismo. En este último mes, he hecho lo que yo llamo, los ocho senderos de oro de la sierra, que son: El sendero del Charco Malo de Cortelazor, el sendero de La Urralera en Castaño del Robledo, el camino del Bujo en Arroyomolinos de León, la ruta de Almonaster, la de los Molinos de Agua de Cortegana, el sendero de Fuenteheridos-Los Marines, el sendero Fuenteheridos- Castaño del Robledo y este último de Castaño del Robledo a Galaroza, en el que he tenido este incidente un poco paranormal. En todos estos paseos, he podido ver algunas aves, como el abejaruco, abubilla, águila calzada, águila culebrera, águila perdicera, nidos Cigüeñas, incluso algún que otro conejo de campo, gamo, gineta, gato montés, jabalí o cerdos, pero nada que ver con algún animal que pudiera parecerse lo más mínimo al Ratón Pérez.
-¿Por qué nadie se cree su historia?
-A los viejos que estamos a punto de morirnos nadie nos cree. Ni me creyó la policía cuando se lo conté, ni los lugareños de Galaroza que estaban justo a la entrada del pueblo, ni si quiera el dueño del bar donde me senté a tomarme un refresco. Creo que el único lugar donde me falto ir, fue a la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción para contárselo al cura. Solo hubo un grupo de personas que se creyó toda la historia, unos niños que jugaban junto a la fuente de los Doce Caños, a la que me acerque para limpiarme de barro la cara y la boca que aún me rezumaba sangre del hueco del diente ausente. Fue inquietante aquella imagen de esos niños colocados uno detrás de otro, con la boca abierta, mientras le contaba la historia y a los que le faltaba un diente igual que a mí en ese momento. Los de ellos se veían que eran de leche, el mío menos mal que era un implante, fue un momento mágico la de todos los niños riendo sin uno de sus dientes con la pelota en la mano, creyéndose mi historia del Ratón Pérez.
-¿Qué prueba has aportado para demostrar lo sucedido?
-No tengo ninguna, todo ocurrió tan rápido, el diente literalmente voló por encima de sotobosque, nada mas caer al suelo, el bicho en cuestión, es decir el roedor corría tanto que apenas vi su pelaje limpio y lustroso. Todo ocurrió en un instante que no lo pude inmortalizar con la cámara de mi teléfono. Luego después de que todo ocurriera, sí que me recree haciéndome decenas de fotos sin diente mientras reía y lo buscaba sin descanso, hasta que asumí que aquel ser que apreció de la nada, como si fuera mágico, apareció para llevarse ese diente que el destino había querido que dejara en aquel sendero otoñal cubierto de un manto de hojas amarillas, de aquellos árboles que me arropaban en ese momento, en el que la tristeza de la perdida, se entre mezclaba con el asombro de ver correr entre los arbustos aquel individuo de la familia muridae, que reía mientras desaparecía entre la espesura.
-¿Qué mensaje le daría a todos los niños del mundo?
–Más que a los niños, a los adultos, les diría que el Ratón Pérez existe, que yo lo he visto y que vive en Galaroza. Yo he tenido el valor de contarlo, aún sabiendo que la gente piense que soy un senderista chiflado víctima de una congelación, pero hoy más que nunca creo que lo que vi, fue tan real como el pinchazo para ponerme la vía y el suero para salir del estado de delirio en el que me encontraba, debido a esa noche gélida que pase sobre el suelo, y en la apenas comí. Ser senderista a los 84 años es un deporte de riesgo y como decía mi madre Esperanza: Paco la muerte es como ver el Ratón Pérez pasando por delante de ti llevándose tu diente, sin poder hacer nada, mientras pierdes el último aliento de vida.