
Mari Paz Díaz. En la vida es imposible volver al pasado para deshacer decisiones más o menos erróneas y recuperar todo aquello perdimos y hoy echamos de menos. Ojalá fuera posible. Sin embargo, sí nos permite aprender del camino transitado para construir una nueva realidad en la que esté con nosotros lo que queremos que vuelva a formar parte de nosotros mismos. Y es lo que han decidido hacer un grupo de vecinos de Minas de Riotinto que han querido recuperar su antiguo pueblo de Riotinto, destruido en la última década del siglo XIX por la Riotinto Company Limited a partir de la ampliación de la corta Filón Sur, un núcleo que quedó despoblado en la década de los 70 del pasado siglo XX, desapareciendo definitivamente en el año 1994, de ahí que sea un entorno urbano que aún permanece en la mente de muchos vecinos de la zona.

Una recreación histórica que ha permitido, gracias al arduo trabajo de una serie de voluntarios, el construir una serie de maquetas que ya forman parte de la primera fase de la Exposición Permanente del Pueblo Antiguo de Riotinto, un proyecto impulsado por un grupo de ciudadanos para recuperar una parte fundamental de la historia y el patrimonio de la Cuenca Minera que ha llamado mucho la atención de todos y que ya puede visitarse en la antigua Casa Dirección de Minas de Riotinto.

Y es que el proyecto del Museo del Pueblo de Riotinto se ha convertido en un revulsivo para la comarca. Por este motivo, hoy hemos querido conocer al impulsor de este proyecto: a José Márquez Trigo, riotinteño de nacimiento, aunque, en la actualidad, reside en Huelva. Un amante de la Cuenca que a sus 59 años recuerda sus inicios laborales en la mina, tan sólo tres días después de haber cumplido 17 años, “y ahí me mantuve hasta que fue cerrada». Una persona inquieta que nos habla en esta entrevista del bonito proyecto de construir el Museo del Pueblo Antiguo de Riotinto.

-José, ¿cómo surge la idea de hacer esta recreación?
-Pues por muy increíble que parezca, era algo que siempre me andaba rondando la cabeza desde que, con 14 años, vi la primera edición del libro de Avery Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria, que le habían regalado a mi amigo José Pedro. Las fotos de aquel libro me fascinaron y fueron aquellas imágenes las que me hicieron volar hacia mi pasado y querer saber más y más. Ahora pienso que aquel libro está plagado de errores y que es, evidentemente, tendencioso, pero, al menos, a mí me sirvió para despertar esa parte de mi consciencia. Ahí empecé a buscar y a devorar todo lo que caía en mis manos referente a la historia de las Minas de Riotinto.

Y, bueno, ahora que ya estoy jubilado, era el momento de hacer realidad aquello que siempre quise hacer, así que lo pensé bien, le di forma y redacté el proyecto. Lo primero que hice luego fue compartirlo con mi amigo Fernando Durán, porque era consciente de que, sin él, no sería posible realizarlo, aunque tenía la casi seguridad de que se sumaría de inmediato, como así fue. Formamos entonces un equipo inicial de personas de reconocida trayectoria y magníficos artesanos y lo presentamos al Ayuntamiento. Este equipo inicial, una vez en marcha, se redujo a nueve, que hemos sido los que lo hemos hecho realidad.

-¿Cuándo comenzó a realizarse el proyecto?
-Una vez presentado el proyecto, tras superar las vicisitudes y burocracia de rigor, fue aprobado por unanimidad en el Pleno Municipal de septiembre de 2013. Y, de inmediato, comenzaron los trabajos de acondicionamiento de los espacios. Nosotros empezamos a trabajar físicamente en abril de 2014.

-¿En qué ha consistido este trabajo?
-Sin entrar en grandes detalles, el proyecto ha consistido en la recreación a escala 1:100 del pueblo desaparecido al completo, del que hicimos una selección de sus edificios principales que hemos recreado a escala 1:25 para ver bien los detalles de su arquitectura. Y de la construcción de una maqueta a escala 1:5000 que recrea la topografía de toda la zona, antes de que fuera alterada por las cortas a cielo abierto, así como documentar todo esto y contarlo de manera cronológica. Creo que hemos hecho un buen trabajo del que nos sentimos orgullosos.

-¿Qué personas han participado en el mismo?
-Aquí me quiero parar porque, si algo ha funcionado bien, hemos sido las personas. Y me refiero, tanto a los que hemos hecho el museo, como a los políticos locales que han gestionado con las administraciones y los técnicos y trabajadores municipales para que esto sea posible. Me explico. En cuanto al equipo de voluntarios que altruistamente lo hemos realizado, no se me ocurren nada más que elogios. Hemos sido capaces de formar un equipo humano sin jerarquía alguna, porque todos sabíamos bien cuál era la meta. Porque todos asumimos libremente nuestro compromiso, nuestra parte y nuestro papel con respeto, sin haber habido nombramientos, porque no hizo falta. Todos hemos sido una única persona -UN EQUIPO- y todo se ha hecho entre todos. No ha habido ni protagonistas ni personalismos, ni jefes ni operarios, sino amigos con un objetivo común. Esto sí que es hermoso. Y estos amigos, que nos impusimos nuestra propia disciplina horaria como si de un trabajo en una fábrica se tratara, hemos sido: Ángel Alonso Pacheco, Fernando Durán García, Manuel Manuel Gallardo, Juan Miguel Marín Gil, José Márquez Trigo, José Meneses García, Carlos Montero Gallardo, Antonio Ruiz Garrido y Francisco Ruiz Romero.

Por otro lado, y de forma paralela, un equipo de profesionales, también de manera altruista y voluntaria, se ha encargado de documentarlo todo. Se trata de José Manuel Delgado Ramos, historiador y Antropólogo; Juan Manuel Gemio del Río, historiador y experto en Archivística; y Saúl Narbona Márquez, historiador y geógrafo, a los cuales he tenido el placer de ayudar. Hemos sido los que hemos contado la historia. Y, en cuanto a la corporación municipal, presidida por Rosa Caballero, nuestra admiración y nuestro respeto, porque han cumplido con creces su compromiso y su palabra, realizando importantes obras de reforma y porque nos han dejado trabajar en libertad sin interferir jamás en nuestro proyecto, sino facilitándonos siempre las cosas. Es importante dejar trabajar a la gente que, como en nuestro caso, no tenemos ya que demostrar nada y ellos lo han hecho. Agradecemos que hayan cumplido con su papel y que nos hayan dejado cumplir con el nuestro. Los resultados de esta confianza mutua están a la vista.

Y, bueno, sería imposible nombrar a tantas personas que, con sus archivos, su consejo, su aliento y su amistad, nos han animado en todo momento. Hablar de las personas siempre es injusto, porque siempre se olvida nombrar a alguien. Pido perdón por ello.
Un trabajo que, incluso, ha tenido su reconocimiento, puesto que, en octubre de 2016, faltando mucho aún para la finalización del museo, el Colegio Oficial de Arquitectos de Huelva, nos otorgó el Premio Especial en la categoría de Patrimonio, que significó para nosotros un importante respaldo a nuestro trabajo.

-Tras finalizar las maquetas, ¿cuáles son los pasos a seguir partir de ahora?
-Pues tras inaugurar esta primera fase y abrirla al público, comenzar a trabajar en la segunda, que serán esta vez las aldeas desaparecidas de La Naya, la Estación de en Medio y La Atalaya, concluyendo con ello la recuperación de todos los núcleos urbanos desaparecidos, a través de maquetas. El proyecto de esta segunda fase lo presentaremos a la Corporación Municipal una vez pasado el verano. Es importante seguir y, sobre todo, incluir la visita al museo como actividad escolar para que los niños empiecen a conocer y a amar su historia, como yo empecé viendo tan solo las fotos de un libro.

-¿Cuál es tu balance de la experiencia?
-Absolutamente positivo, aunque me haya quitado el sueño en ocasiones. Mi casa está en Huelva, pero, durante cinco años, he estado viviendo una semana aquí y otra en Riotinto. No hubiera sido posible sin la complicidad y el apoyo de mi mujer, que me ha animado siempre y me ha levantado la moral en las horas de bajuna que todos tenemos alguna vez. Por otro lado, es un orgullo para mí que se me haya permitido poder presumir y aportar mi granito de arena para poner en valor mi pasado, la causa de nuestro hoy. Un pasado que construyeron mis padres y antes mis abuelos y antes mis bisabuelos… Un pasado de gente sencilla, humilde, sin nada, cuya única riqueza eran sus propias manos. Como cantaba Víctor Jara: “Y mis manos son lo único que tengo, son mi amor y mi sustento…”.


-¿Dónde pueden verlo los riotinteños y onubenses en general?
-Pues es importante que destaquemos esto, puesto que la ubicación del Museo del Pueblo, -de momento Exposición Permanente-, está en el edificio de la antigua Dirección de la Mina, un edificio imponente, enorme, en el centro del pueblo que es, además, Bien de Interés Cultural (BIC), así que este proyecto logra en realidad dos objetivos: por un lado, el puramente histórico-museístico y, por el otro, la recuperación de un edificio de mediados de la década de 1930 infrautilizado, que se estaba cayendo a pedazos y al que, tras el fracaso de la Mancomunidad Cuenca Minera (hoy disuelta), que se ubicó allí hasta que construyeron el edificio específico para la misma, no acababa de dársele un uso adecuado, acorde con su magnitud. Salvo la parte del mismo cedida en uso a la Fundación Riotinto, el resto de las estancias fueron ocupadas por los más variopintos grupos y asociaciones, resultando a todas luces inadecuado e infrautilizado.

-Para terminar, ¿te has marcado algún nuevo reto?
-De momento, seguir con este, que, salvo que hubiera otras decisiones políticas, cuestión que por el momento desconozco, contempla la ocupación completa del edificio como el espacio donde se recoja y se muestre toda la historia del pueblo de Riotinto. Hay que dejar muy claro que este museo no tiene nada que ver con el Museo Minero de la Fundación Riotinto, ya que aquél se centra básicamente en la minería y en su historia, y este en el pueblo y en su gente, en las fiestas y las costumbres, en la vida cotidiana, en definitiva. Nosotros queremos hablar de las personas y de los avatares de la vida en el pueblo, que son muchos y muy ricos. También está previsto, -al menos hasta el día de hoy-, que el edificio contenga el Archivo Municipal, una biblioteca y un par de aulas para aquellas personas que estuvieran realizando trabajos de estudio e investigación. Un espacio para el estudio y la lectura.