
Cristina Morales. Viajar es, a menudo, una adición. Se torna en una necesidad y el no practicarlo provoca un verdadero síndrome de abstinencia. Es esa curiosidad por conocer lo lejano, vivir en lo extraño y ampliar tus propias miras, a veces reducidas a un cuadriculado entorno. Viajar ensancha el alma, enriquece nuestros puntos de vista y nos saca de nuestra zona de confort. Algunas personas pueden sobrevivir viajando alguna vez al año, pero otras necesitan extender sus viajes de simples vacaciones a vivir al completo la experiencia de introducirse en un entorno y cultura desconocidos.
Para Cristóbal González Salgado viajar es una forma de vida. Este isleño a sus 40 años ha vivido largas temporadas en varios países. Estudió la carrera de filología en la Universidad de Sevilla y se especializó para poder impartir clases de español en el extranjero. Antes de finalizar sus estudios ya había vivido un año en Salzburgo (Austria), con una beca Erasmus. Tras esta experiencia, decidió mudarse a Múnich (Alemania), donde vivió durante 15 años. Estaba tan estabilizado en el país que todos sus conocidos pensaban que ese sería su lugar permanente de residencia. Allí trabajó como profesor de español en el Instituto Cervantes, en escuelas de secundaria y, por último, en el Colegio Internacional de Múnich, donde impartió docencia hasta el 2016.

Ese año decide dar un gran paso, mudarse a Asía. Además no lo haría solo, y es que lo acompañarían su marido, con el que se casó en Isla Cristina en 2010, y su hijo de 9 años. Pasaron a vivir a la ciudad de Songdo en Corea del Sur, en el área metropolitana de Incheon. Allí vivió y trabajó dos años en otro colegio internacional, en el Chadwick International. Sin embargo, el pasado mes de agosto decidirían trasladarse a Bangkok, Tailandia. Allí, el isleño vive feliz y se encuentra adaptado en una ciudad tan dinámica, turística y llena de culturas diversas. Disfruta con la amabilidad de la gente, el trato con el prójimo, la vida en la calle y la exquisita comida thai. En el ámbito profesional, imparte clases de español en el Colegio Internacional NIST, uno de los más prestigiosos de Asia.
Más de 18 años fuera de su tierra buscando conocer nuevas culturas y formas de entender la vida, dotando a su hijo de perspectiva para valorar las circunstancias y los entornos bajo los que actuamos con la riqueza que aporta el conocer lo diverso. Una vida nómada pero siempre con miras a su Isla Cristina, a la que regresa cada verano para perderse en su mar y ver la realidad a través de su luz. Hablamos con Cristóbal González Salgado para que nos cuente más sobre su experiencia como onubense por el mundo.

-¿Por qué decidiste irte fuera?
Siempre me interesó aprender idiomas, y como me licencié en Filología Alemana, me mudé a Alemania para perfeccionar el alemán y ya allí, trabajar como profesor. Durante mi estancia en Alemania, me formé como profesor de español como lengua extranjera (hice el máster a distancia en la Universidad Antonio de Nebrija, en Madrid), conocí a mi marido y formé mi familia (tengo un hijo de 9 años).
-¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
Desde el año 2001, por lo que 18 años ya.
-¿Qué haces en este país?
En Tailandia trabajo como profesor de español en un colegio internacional llamado NIST International School, que está en la capital, Bangkok. NIST es uno de los colegios internacionales más prestigiosos de Asia.
-¿Es tu primera estancia en el extranjero?
No, viví un año en Austria durante mis estudios, quince años en Alemania, dos años en Corea del Sur y desde el año pasado en Tailandia.
-¿Cuál es tu balance de la experiencia por ahora?
Vivir en el extranjero es parte de mi identidad. Aunque me considero 100% isleño, no puedo imaginar no tener contacto con otras culturas y aprender de ellas. Tengo amigos por todo el mundo, aunque mis amigos de infancia y adolescencia están en Isla Cristina, y estos no los he perdido.
Vivir en Bangkok es toda una experiencia. Es una ciudad dinámica, turística, llena de gente de todo el mundo. Puede ser un poco agobiante debido al calor, el tráfico, la falta de zonas verdes y la suciedad. No obstante, la gente aquí es amable, siempre con una sonrisa y muy respetuosa, además la comida está muy rica. En realidad, en Bangkok, puedes encontrar de todo, centros comerciales con las marcas más selectas, mercados callejeros llenos de colores, olores y sabores, bares, discotecas, tiendas de masajes… ¡No me puedo quejar!

-¿Cómo es vivir ahí? ¿Es muy diferente a España?
Pues sí que es diferente, pero hay algo que me recuerda a la España de hace muchos años. Es un lugar donde todo es posible, siempre que encuentres a la persona adecuada en el lugar adecuado. Siempre hay “una excepción” y manera de conseguir las cosas. En eso tienen para mí algo de “latino”. Aquí, por ejemplo, hay que negociar los precios si tomas un taxi o si compras en un mercado. También te acostumbras a ver lugares con dos precios, uno para los tailandeses y otro para los extranjeros. Es muy diferente a mi vida anterior en Alemania, la verdad.
Otra cosa que me sorprende es el respeto. Aquí la máxima figura es el Rey y lo respetan mucho. Todos los días suena el himno de Tailandia en las calles, a las 8 de la mañana y a las 6 de la tarde, entonces la ciudad se paraliza mientras suena, te tienes que parar. Cuando termina el himno, ya puedes continuar tu trayecto. Parece algo de películas futurísticas, la verdad. El himno también suena en eventos públicos, por ejemplo, al comienzo de una película en el cine toda la gente se levanta para mostrar respeto al Rey.
-¿Qué estás haciendo en estos momentos?
Trabajando en el cole, rodeado de niños y adolescentes de diferentes países del mundo. También mis compañeros de trabajo son de muchos países diferentes.

-¿Te has marcado algún nuevo objetivo o reto?
Pues me dejo sorprender por lo que la vida me ofrece. Hace dos años estaba en Corea, antes en Alemania, y ahora en Tailandia. He cumplido muchos objetivos en mi vida, como escribir libros de texto para el aprendizaje del español, formar a profesores, pero el reto mayor fue crear mi familia. Mi marido y yo nos casamos en Isla Cristina en el 2010, el mismo año que nuestro hijo nació en los Estados Unidos. Después de ese reto, estoy satisfecho con lo que el destino me ofrece.
-¿Qué piensa tu familia y amigos de tu aventura?
Después de tantos años ya están acostumbrados. Llevo muchos años fuera y ya ellos me veían en Alemania para el resto de mi vida. No se esperaban que me mudara a Asia, eso fue un cambio radical en mi vida. Creo que ellos tienen la esperanza de que regrese un día a Alemania, país con el que tengo muchos vínculos. Eso sí, me dicen que no he perdido mi acento isleño cuando voy en verano allí. ¡Dicen que parece que no me he ido nunca!
-¿Cuáles son tus planes futuros?
Por ahora, vivir un par de años más aquí en Tailandia, al menos hasta que mi hijo acabe la primaria. Después de eso, ya veremos. Por ahora, estoy muy a gusto aquí, aunque mi corazoncito está, por supuesto, en Europa y voy mucho a Isla Cristina.

-¿Qué es lo que más echas de menos de tu tierra?
Muchas cosas. Pero, además de la familia y amigos, echo de menos mi playa, los temporales de invierno, el olor de las marismas y salinas, la luz…
-Para terminar: un mensaje a tus paisanos.
Que nunca me olvido de ellos, que me alegro de los mensajes que escriben por las redes sociales, que tengo muchas ganas de dar un abrazo muy grande a mis hermanos, sobrinos, tíos y primos. Y a mis amigos, que ya pueden ir organizando una comida en los pinares de la playa este verano para pasar el día allí hasta que se haga de noche.