
María José Fernández. Así es como venimos a este mundo, tenemos fecha de entrada en este “paraíso” llamado vida y como no podía ser de otra manera esa fecha como todo en dicha vida tiene final, no sabemos cómo ni cuándo será, de lo único que estamos seguro es que por mucho que lo intentemos no estamos preparados para ese “viaje de vuelta”, ni propio ni de esas personas que nos rodean y forman parte de nosotros, dando sentido a toda esta pequeña locura de estar vivo. Y digo yo, igual que nos preparamos para formarnos, trabajar, casarnos, ser padres, viajar, cumplir algún sueño, siempre y cuando sea posible, incluso lo anhelamos día a día sin llegar a conseguirlo…o lo que vaya viniendo, ¿por qué no nos preparamos para el trayecto que dura este billete?, ¿por qué el orgullo, las palabras que molestaron, los dimes y diretes o simplemente el paso del tiempo, cruel enemigo donde lo haya, nos hace separarnos de quienes en un momento de nuestro recorrido nos han dado tanto y probablemente por nuestra parte, viceversa?. Es más importante llevar razón o lo que nosotros llamamos nuestra razón, la gran mayoría de las veces sin ponernos en el lugar de la otra persona, lógicamente pedir perdón aquí no se contempla, o aparece la consabida frase y repetitiva de: -Yo perdono una vez, dos no…como si tuviéramos la potestad divina del perdón infinito o decisivo. Me da a mi que no venimos para esto, que estamos tan erróneos en nuestra forma de ser como humanos somos, esa máquina perfecta, pero sorprendentemente llena de fallos…
Me gustaría en estas palabras hacer hincapié en el paso del tiempo, ¿cuántas veces habremos dicho?: -mañana voy a visitar a mi amiga, o ese miembro de la familia que inocente de nosotros pensamos que tienen la paciencia infinita, hasta que un día te llaman y te dicen que ya esa visita será detrás de un cristal, donde puede sucederse una conversación de perdón, o no me lo puedo creer y no busquemos respuestas, esa conversación será un monólogo, llena o no de lágrimas, ya cada cual como lo encaje. ¿Por qué cuando queremos decir hola, tenemos que decir adiós, tan ocupados estamos, tan poco valor damos a esa persona…?, o sencillamente la costumbre del paso del tiempo y el error de pensar que siempre estarán esperándonos, es solo eso un error, ya que el viaje, nunca nos olvidemos, tiene fecha final y no hay vuelta atrás. Sin pretensión de enseñar nada a nadie, pero si nos podemos ayudar, yo la primera, ¿y si en vez de quedarnos viendo ese importantísimo programa, o ir al cine, a cenar, al gimnasio, o lo que sea, por supuesto cada cosa más importante, no paramos y damos importancia a esas personas que están más cerca de lo que creemos y solo los recordamos una vez al año o dos como mucho para mandar una felicitación poco más, y no pensar que ellos también pueden venir a vernos y nos rodemos una película en nuestras cabezas con mil preguntas que solo nos respondemos, craso error, hasta que sea demasiado tarde?…
Me gusta imaginar ¿cómo será ese billete?, como el de un tren, como el de un avión, o será algo más especial. Espero que el mío sea como un billete de avión, me encanta volar, no me preocupa el día ni la fecha de desembarque y espero disfrutar del viaje aunque soy consciente de que hay momentos en que las turbulencias son mareantes, pero los días de sol, el vuelo es tan placentero lleno de abrazos, sentimientos y emociones que me darán fuerzas para esas rachas de temporal poco agradables y mientras mi vuelo transcurre me acompañarán esas personas que dan y han dado sentido a mi existencia, en persona o por desgracia en el recuerdo, mi cuaderno y bolígrafo para escribir y por supuesto mi banda sonora, ¿qué sería todo esto sin unas melodías?, si ya venimos a este mundo con el más bello de los sones… Me van a permitir cerrar los ojos suena Serrat y nos hace soñar con una playa del mediterráneo donde quizás su niñez siga jugando, Mercedes Sosa nos recuerda que en la vida todo cambia, canción donde todo se puede leer entre acordes y líneas de un pentagrama y como último favor les voy a contar que hoy ha sonado el teléfono en mi casa, ya no está, una mujer con nombre de bella flor que tantas y tantas horas, momentos, consejos y brazos abiertos me ofreció, se fue, su billete de vuelta ya se completó con dos fechas y horas y hoy le digo a mi amiga, mi siempre amiga para lo bueno y los momentos difíciles, nosotras que hemos vencido cualquier malentendido, que no pienses que no vas a volver oír su voz, ya que como canta Alex Ubago, es un placer, y esa voz está en ti… es la suya…así cada anochecer podrás escucharla y sentirás una canción en su abrazo, esos que nunca te van a soltar, esos que nadie que la quisimos querremos olvidar. Así nunca se irán, solo diremos hasta que nos volvamos a encontrar.
A la memoria de Hortensia Rodríguez Torrejón, gracias por tanto.