Redacción. La compañía Teatro del Temple cerró en la noche de ayer, 18 de agosto, la 34 edición del Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla con una de las obras cumbres del teatro barroco español y mundial, ‘La vida es sueño’, de Calderón de la Barca.
Con una estructura compleja, muy bien elaborada y de profunda carga simbólica, ‘La vida es sueño’ disecciona la capacidad del ser humano para ejercer su libertad frente al destino. Obra filosófica bien sustentada en una trama escénica donde los juegos de poder se cruzan con el deseo carnal y donde la realidad está siempre contagiada por lo onírico.
‘La vida es sueño’ es verso, es ritmo, es expresión existencial, denuncia frente al poder cruel, reflexión vital. Algo que para Teatro del temple «podemos encontrarlo aquí y ahora en lenguajes estéticos y musicales de cultura urbana. La Polonia que aparece en la obra es un mundo opresivo, cerrado, claustrofóbico al que vemos un paralelismo en determinados ámbitos contemporáneos urbanos, con sus propias leyes internas, donde la violencia se expresa en reglas de
poder estrictas».
Los siete actores, que están permanentemente en escena, van a crear ese mundo casi penitenciario, donde la pertenencia o no al grupo marca la posibilidad misma de la existencia. El espectáculo cuenta con un músico en escena que crea un sugerente ambiente sonoro lleno de ritmos y sonidos evocadores y con una estética en la escenografía, el vestuario y la luz que busca los claroscuros, las capuchas que cubren o descubren, los objetos multifuncionales que junto con los actores construyen cárceles o palacios, masas en movimiento o angustiosos espacios vacíos.
Dirigido por Carlos Martín y con dramaturgia de Alfonso Plou, José Luis Esteban y Carlos Martín, el montaje de Teatro del Temple busca combinar el respeto de la esencia y la letra del original con una novedosa resituación escénica. «Creemos que la joya literaria que es debe ser trasformada para convertirse en la materia escénica que va a ser. Por eso hemos intervenido en el texto levemente reduciendo algunos pasajes demasiado narrativos para favorecer el ritmo dramático, también actualizando algunas formas verbales y clarificando desde una óptica contemporánea pero atemporal algunas metáforas», explican desde la compañía.
La idea es facilitar la materia prima del actor, para que, respetando la dicción del verso, exprese su contemporaneidad y llegue nítido al espectador de hoy haciendo del clásico, como ocurre con los auténticos clásicos, una propuesta actual.