Pablo López, la Santa Libertad de un «Niño Raro»

Texto y fotografías: Laura Cárdenas. 

¿Quién me lo iba a decir…?


Festival de Cine de Huelva

Pablo López ha estado en Huelva en otras ocasiones y aunque de la Casa Colón con su anterior trabajo discográfico ‘El Mundo y los Amantes Inocentes’ se marchase sintiéndose Mick Jagger, déjenme creer que desde el emblemático Puerto de Palos donde vive anclado nuestro Foro Iberoamericano ha sido el lugar de dónde se ha marchado siendo más Pablo López que nunca.

Porque y por favor, permítanme el descaro, ¡Ya quisiera Mick Jagger ser tan nuestro como lo es Pablo!


Puerto de Huelva

Él es de aquí, de la tierra. Es ciudadano del mundo e incluso un poco Patrimonio de la Humanidad.

Porque a Pablo López lo ves encima del escenario y es como si vieras a alguien tuyo.

Lo escuchas hablar y sientes que lo conoces. ¡Es tu amigo!, ¡tu colega Pablo! E incluso si le echáramos un poco de imaginación seríamos capaces de vernos con él de risas y por ejemplo, comiendo espetos en la playa de los Boliches.

Porque Pablo López es así…

Es ese que lo mismo te llama cabrón cien veces en un concierto que te araña el corazón con dos letras improvisadas. Porque cuando Pablo canta, un pedacito de él viaja contigo.

Aun con el regusto a Pastora Soler florando en el ambiente de La Rábida, es a las once menos cuarto de la noche cuando el de Fuengirola pisa las tablas del foro iberoamericano.

El Niño Raro se nos ha hecho adulto y aferrado a su tabla de naufrago como dijera aquella canción, llegó a Huelva con esa ilusión. La de un niño cargado de sueños que cumplir.

Pablo López habla. Habla mucho.

Tiene un sentido del humor muy ácido, pero divertido e interactúa con el público que paciente lo esperaba en el front stage.

Canta.

Aporrea su piano. Ese que no se queja y al que trata con mucho descaro.

Más amante que aliado, más acariciado que dañado.

Si las blancas y negras hablasen posiblemente nos regalarían la mejor y peor versión de este contador de historias incansable.

Pero claro, ¡esto es la tierra!, decíamos. Y nosotros no queríamos verlo ni sereno ni calmado… Queríamos ver a ese Pablo López que viaja con cuatro acordes y un piano, con el pellizco y el nervio que da el escenario. Con un público entregado que hace mucho que se rindió ante él y que tiró las armas a sus pies, porque en esta guerra, el arma más potente es su voz y son sus canciones las que por un ratito, al menos, nos hacen un poco más libres.

Dos horas de algo más que música.

Dos horas de libertad y vida.

Temas como ‘El Niño’, ‘El Gato’, ‘El Teléfono’, ‘Lo Imposible’, ‘El Fuego’, ‘La Libertad’, ‘El incendio’ (siempre dedicada a su hermano Luis López)… todas ellas de su último trabajo Camino, Fuego y Libertad., junto a clásicos de discos anteriores como ‘El Mundo’, ‘Dónde’, ‘Lo saben mis zapatos’, ‘Hijos del verbo amar’, o ‘Tu enemigo’.

La generosidad de Pablo López está tan presente que te cuenta desde sus anécdotas más cotidianas a las más vergonzosas e incluso, hasta las más mundanas.

Su madre, siempre presente y su hermano Luís, siempre cerca.

Porque Pablo también nos ve de esa misma manera.

Es entonces cuando supimos vestir a nuestro mejor recinto sonoro con las prendas de un gran patio de recreo.

Nuestro patio de recreo.

Las canciones iban pasando y a veces, la emoción dejaba momentos en los que no sabes bien qué decir. Entonces lo mejor era dejarse llevar como la marea que baña su costa y la nuestra.

En ‘Lo saben mis zapatos’ vivimos el momento más íntimo de la noche. Pablo toca y el público canta… Canta hasta que termina la canción.

Porque el foro estaba lleno.

Lleno como hacía mucho que no lo veíamos.

Las notas siguen volando para sonar a lo nuestro.

«Ya No» de Manuel Carrasco que vuelve a ser cantada por el público ante la sorpresa del propio Pablo. A piano, con muchas voces que auguraban un buen presagio.

Desde mi privilegiada perspectiva lo vi.

Entre bambalinas.

Allí estaban las lágrimas en los ojos de un Manuel Carrasco que venía disfrazado de sorpresa.

Quiero creer que nosotros también lo sorprendimos un poco a él.

Para ver a Manuel en el escenario tuvimos que esperarnos al bis.

Fue con «El Gato» cuando el foro, perdón, nuestro patio, una vez más se hizo inmenso.

Ver a Pablo López y a Manuel Carrasco mano a mano es un privilegio al alcance de unos cuantos. Es privilegio nuestro, dicho sea de paso.

De los que estuvimos y lo vivimos para guardarnos la noche del diecisiete de agosto como nuestro particular Sueño de una Noche de Verano.

Con las notas de ‘Tu Enemigo’ llega la despedida.

¡Esta la cantamos juntos, Pablo!

Tú con nosotros.

Nosotros, contigo.

Porque… ¡qué difícil es dejarte ir!

Pero como tus canciones, esas que vuelan libre, debes vivir en tu Santa Libertad.

También quiero creer que te vas sabiendo que dejas este patio lleno y con ganas de que pronto, vuelvas para jugar.

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