Don Ignacio Noguer Carmona, Obispo emérito de Huelva (I)

Monseñor Noguer Carmona, Obispo emérito de Huelva.
Monseñor Noguer Carmona, Obispo emérito de Huelva.

Antonio José Martínez Navarro. En diversas ocasiones se ha escrito sobre don Ignacio Noguer Carmona. Pero siempre se ha estudiado su vida desde la trayectoria o los diversos pasos que tuvo que dar para alcanzar sus diversos cargos en los Obispados de Guadix y Huelva. A nadie se le ha ocurrido profundizar detenidamente en las circunstancias de su vida privada, aquella que don Ignacio ha dedicado a Dios por verdadera vocación.

            Quiero intentar llenar esta laguna resumiendo algunos detalles de la existencia de nuestro Obispo emérito, datos inéditos que han sido tomados gracias a la amabilidad y benevolencia de este ilustre religioso.


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         Don Ignacio Noguer Carmona nació en Sevilla el día 13 de enero de 1931 en la calle Aponte, calle ubicada en pleno centro de la capital hispalense. Fueron sus padres José María Noguer Medina, hijo de los Palacios, y, en sus últimas décadas laborales, encargado de unos almacenes de Tejidos que se situaban en la Plaza del Duque, y Rosario  Carmona Quiles, su madre, nacida en La Cartuja, ya que su padre era un empleado importante de La Cartuja y allí tenían su residencia familiar.

A la izquierda del lector, en sus primeros años de sacerdocio
A la izquierda del lector, en sus primeros años de sacerdocio

Su madre se dedicaba a las labores propias de la casa y tuvo nueve hijos. Don Ignacio fue el penúltimo de sus hermanos. Había nacido cuando fenecía la Monarquía. Meses más tarde sonarían las trompetas jubilosas de la II República española. La familia vivía feliz en sus primeros años: Ignacio era miembro de una prole numerosa, modesta, sí,  pero no pobre.  Si bien no se puede decir que vivieran con lujo, tampoco pasaban hambre.


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            Todo marchaba estupendamente cuando el destino cruel se interpuso en sus destinos. Su madre perdió a dos hijos y una hija por accidentes. A José María, su hermano, un tranvía le dio un golpe mortal y su madre fue testigo del cruel atropello; otra hermana murió de enfermedad en el Puerto de Santa María…

            Don Ignacio siempre ha considerado que la guerra civil ha formado parte de una línea fronteriza entre dos períodos de su propia historia. Recuerda que vivía en un barrio, Heliópolis,  muy cercano a Tablada. Y como en este último punto existía una Base Aérea, inaugurada en 1920 por el rey Alfonso XIII, esto le daba unas connotaciones muy peligrosas a la zona que la circundaba. Y como Tablada era pieza importante en el tablero militar los ataques contra la Base menudearon. Es más, en su casa cayó una bomba que, afortunadamente, no mató a nadie, cosa que no ocurrió con otras que cayeron en su barrio y causaron algunas víctimas.

            En aquellas dos casas, la de la calle Aponte y la del heterogéneo barrio de Heliópolis, cercano al original  punto militar de Tablada, se compendian los recuerdos de los primeros años del pequeño Ignacio, y a su fantasía se le antojaba ver en ellas algo así como el símbolo de su existencia. La primera llena de malos recuerdos para los padres (de los que él escuchó comentarios a lo largo de su niñez) y, la segunda, donde se le abría un mundo de esperanza espiritual. Pero, continuemos el breve bosquejo biográfico.

            Al niño Ignacio le tiraba el estudio más que otras aficiones lúdicas. Además, su rapidez de comprensión, su excelente memoria, su verbosidad y desparpajo, que en los exámenes significaban lucimiento del alumno, hicieron de él un alumno que prometía tener un futuro muy halagüeño en la cuestión de estudios.

Siendo muy niño fue, en unión de otros niños de su edad, al Seminario donde estuvo nada más que año y medio porque, al año siguiente, se puso enfermo, lo tuvieron que operar de amígdalas y cuando se recuperó ya había perdido el curso y ya no volvió al Seminario. La llamada de Dios se dio posiblemente por el citado motivo. El Bachillerato lo estudió  un año en los Salesianos y los seis restantes en los Maristas y, al terminar este nivel y la Reválida se matriculó en la Facultad de Medicina.

Misacantano de Monseñor Noguer: dándole la Sagrada Forma a su madre.
Misacantano de Monseñor Noguer: dándole la Sagrada Forma a su madre

Había acabado con toda clase de plácemes el primer año de Medicina, cuando intervino el azar y se enteró que un compañero que había tenido en el Colegio, que se llamaba Carlos Rodríguez Baena, había ingresado en el Seminario. Se acercó a hablar con él y en el citado Seminario se encontró, después de que hubiera transcurrido ocho o diez años, de que allí había otros condiscípulos del Seminario. Le preguntó a Carlos Rodríguez por qué nunca había dicho nada de su regreso al Seminario, le pidió consejo en aquella hora de suprema sinceridad. Carlos le contestó que deseaba ser sacerdote, le abrió su corazón de par en par y le explicó los motivos por los que quería ser cura: ser sacerdote era una cosa muy noble eso de entregarse a los demás. Al poco tiempo de esta entrevista el joven Ignacio tomó enérgicamente todos los hilos a favor y en contra de su futuro como sacerdote y se hizo una pregunta: ¿Por qué yo no…? Aconsejado por un sacerdote muy amigo, que además era médico, dejó la carrera de Medicina e ingresó en el Seminario de San Telmo dentro del movimiento vocacionista juvenil “Obviam Christo”. 

            Los estudios de Latín y Filosofía que había realizado en el Bachillerato le vinieron muy bien en el Seminario, le evitaron, sin duda, muchos inconvenientes. El joven Ignacio  no es sólo un buen filósofo, sino que lleva incorporado a su saber sus adelantos en el latín. Posee agudeza especial para estas asignaturas. Y comienza, en 1951, cinco años de sacrificios, de lucha, de esfuerzo. Un avance de cada día sobre al anterior en su afán de ser sacerdote. Ni un instante de desmayo en su aspiración de aprobar las restantes materias de su carrera eclesiástica.

El día 17 de junio de 1956 anunciábase un espléndido día. Desde las siete de la mañana el sol penetraba por todos los espacios de la Catedral de Sevilla y sus reflejos semejaban a las rojas llamas de un incendio.  La muchedumbre se había precipitado ávida de contemplar la ceremonia. Don José María Bueno Monreal, Arzobispo de Sevilla, fue el encargado de ordenar a los diversos sacerdotes entre los que se encontraba el joven Ignacio, cuyo semblante irradiaba una santa alegría.  “Seré un sacerdote consagrado a mis fieles –se decía, mostrando al desnudo su corazón sediento de cariño”.

      A la izquierda del lector, de pie, don Ignacio Noguer con varios amigos seminaristas o en los primeros vaivenes de su sacerdocio
A la izquierda del lector, de pie, don Ignacio Noguer con varios amigos seminaristas o en los primeros vaivenes de su sacerdocio.

En la “Hoja del Lunes” sevillana, 18 de junio de 1956, Sección religiosa, se daba la noticia de que la Iglesia, en la diócesis hispalense, contaba con una nutrida cohorte de religiosos:

<<Ayer fueron ordenados en unión de otros menores por el arzobispo administrador apostólico.

            Ayer mañana, en el trascoro de la Catedral, se celebró la solemne ceremonia de conferir órdenes sagradas por el señor Arzobispo Administrador Apostólico, Dr. Bueno Monreal, a veintiún presbíteros, cifra hace tiempo no conocida en nuestra Archidiócesis, lo cual indica los nuevos frutos de nuestro Seminario Pontificio.

            Asimismo fueron ordenados dos diáconos, diecisiete subdiáconos, veintisiete de acolitados y exorcialiados y cuatro de menores.

            La ceremonia tuvo lugar en el trascoro, adornado de tapices, y ante el altar se veneraba una devota imagen de Jesús Crucificado. El señor Arzobispo fue auxiliado por el señor chantre de presbítero asistente, y de dos capitulares de vestuarios, guiados todos por el directo r de ceremonias, señor Gallegos.

            Numerosos fieles asistieron a la importante ceremonia, que fue presidida por el señor Rector del Seminario y profesorado actuando en los minutos musicales la Escolanía, dirigida por el canónigo, primer organista, don Ángel de Urrelay.

            Los nuevos sacerdotes con que cuenta desde ayer nuestra Archidiócesis son los siguientes, a los que deseamos un fecundo apostolado para el mayor servicio de Dios y de la Iglesia Hispalense:

            Don José María Álvarez Benítez, don Francisco Álvarez Hurtado, don Antonio Cabezas Moya, don Casimiro Calvo Zapata, don Andrés Cárdenas Dorantes, don Luis Díaz y Díaz, don Francisco Garrido Luceño, don Diego Fernández de la Peña, don Manuel Gómez Sánchez, don Juan González Lagomasín, don Francisco González Porras, don José María Juárez Moreno, don Manuel Lora Pérez, don Manuel Mateos Gamito, don Antonio Mesa Jerez, don Ignacio Noguer Carmona, don Antonio María Ruejos García, don Sebastián Rodríguez Andrades, don Manuel Rodríguez Romero, don Rafael Valero y don Juan Vázquez López>>.

El primer destino donde fue enviado, a suplir a un compañero de la provincia de Córdoba, perteneciente a la Diócesis de Sevilla era Fuente Palmera, pequeña población de unas dos mil almas. Allí estuvo muy poco tiempo, ya que, de inmediato, el Sr. Arzobispo lo mandó a una parroquia de Sevilla a sustituir a otro compañero, mayor que él, que estaba preparando los exámenes de unos estudios. En esta Parroquia de Bellavista estuvo dos meses…  Llegó septiembre y lo enviaron al Seminario de Sanlúcar de Barrameda que era el Seminario Menor de Sevilla en donde estuvo cuatro años y, a renglón seguido, pasó al Nuevo Seminario Menor de Pilas.

Al año de estar en el Seminario Menor fallece de repente su Rector, hijo de Zalamea la Real. El Sr. Cardenal le nombra nuevo Rector de aquella Casa, director del Colegio del Seminario y está cinco años de Rector. Aquella estancia le hace conocer un torbellino de publicaciones y temas culturales. A los cinco años le pidió el Sr. Cardenal que fuera Rector del Seminario Mayor de San Telmo y cinco años más tarde, 1971, cuando ya se había celebrado el Concilio, el Sr. Cardenal le hizo Vicario del Clero, cargo de reciente creación. En este punto, dejemos que sea el tomo V de la Gran Enciclopedia de Andalucía quien nos pormenorice, en un brevísimo bosquejo biográfico, sobre aquellos años:

<< Su vida pastoral se ha desarrollado al servicio del clero de Sevilla: primero, fue profesor y Superior en los seminarios Menores de Sanlúcar de Barrameda y de Pilas (1966-1971) y luego Rector de este último (1961-1966); seguidamente, rector del Seminario Mayor de San Telmo (1966-1971), y por último, director del Secretariado de Acción sacerdotal (1971-1973) y vicario episcopal del Clero. En función de estos cargos, ha recorrido repetidas veces la Diócesis entera multiplicando los contactos personales con los sacerdotes y ocupándose de su atención espiritual y material.

Ha participado en múltiples reuniones nacionales y cursos especializados en relación con su campo pastoral y en 1971 fue elegido por el Clero de Sevilla para representarlo en la Asamblea conjunta Obispos-Sacerdotes…>>.

En aquella misión de cuidar del clero en nombre del Prelado y ser idóneo puente entre los sacerdotes y el Cardenal estuvo cuatro años. En esta nueva labor debía conocer a los sacerdotes de su Diócesis y enterarse de sus necesidades, si las hubiera, para poder remediarlas según las posibilidades del Arzobispado. Para lo cual el joven dignatario, olvidándose de incomodidades y molestias, se dedicó a visitar y conocer personalmente todas y cada una de las parroquias de su extenso territorio que comprendía miles de kilómetros cuadrados. Y lo hizo a fondo y metódicamente. Por eso, primero recibía información, y después se desplazaba él y procuraba poner remedio a lo que debía ser mejorado y fomentar lo que había de bueno.De inmediato se fue a estudiar a la Universidad ubicada en Roma, curso 1975-1976 y, al volver, de la Ciudad Eterna es nombrado Obispo de Guadix-Baza. Corría el día de gracia del 17 de octubre de 1976…

            Su predecesor en Guadix había sido don Antonio Dorado Soto.

            En Guadix permaneció quince años, aunque debemos señalar que no estuvo en este período de tiempo en la citada Diócesis granadina, ya que si bien el Santo Padre lo había nombrado Obispo coadjutor de don Rafael González Moralejo, obispo que ya estaba muy mayor, él le solicitó al Papa, por una serie de circunstancias, que no lo quitara del cargo de Guadix todavía. Y desde el año 1990 hasta el año 1993, fecha en que se hizo cargo de la Diócesis de Huelva por jubilación de don Rafael González, estuvo yendo, todas las semanas, de Huelva a Guadix y viceversa atendiendo la Diócesis de Guadix con el propósito de resolver los asuntos pendientes en ella.

El viernes 16 de noviembre de 1990, a las siete de la tarde, tomaba posesión como obispocoadjutor de la Diócesis de Huelva en una solemne Eucaristía celebrada en la Santa Iglesia Catedral y presidida por el Prelado don Rafael González Moralejo. Sus primeras palabras pronunciadas por don Ignacio fueron las siguientes:

<<…Conozco Huelva, ya que en el tiempo en que fui seminarista sus sacerdotes en gran parte eran mis compañeros, porque se trataba de una sola Diócesis; eso me permitió conocer ya entonces el ambiente y las situaciones de Huelva. Las relaciones han sido constantes, no es que pueda presumir de conocer perfectamente esta Diócesis, la conozco globalmente, y sólo algunos de sus problemas…>>.

            El acto religioso finalizó con un saludo de don Ignacio Noguer a todos los fieles presentes en la Santa Iglesia Catedral.

            Aquel fue un acto muy emotivo. Las palabras de ambos Obispos, llenas de espíritu y de verdad, de continuidad y esperanza en su porvenir.… Huelva reanudaba su vida, a la que era digna después de más de veinticinco años de Obispado. 

A partir de la citada fecha, ambos obispos fueron una misma persona para resolver en común todos los asuntos de la diócesis.

            En junio de 1993 visita parte de la provincia onubense y la capital el Papa. El obispo coadjutor apareció muy poco, se mantuvo en un segundo término. Dos motivos incidieron a esta prelación: don Rafael González era el Obispo titular de Huelva y, además, era amigo personal de Juan Pablo II, ya que se habían relacionado en Roma en los años sesenta. Aquella visita fue se puede considerar maravillosa, muy positiva para nuestra capital, ya que por un día Huelva fue epicentro espiritual del mundo. Y aquello dio lugar a una cierta cercanía de don Ignacio con San Juan Pablo II, ya que cada vez que se acercaba a la Ciudad del Vaticano el Papa le preguntaba por la salud de don Rafael y se estableció una cierta comunicación entre el futuro San Juan Pablo II y el ya entonces obispo titular de Huelva.

            El martes, 6 de julio de 1993, el diario “Huelva Información” informaba sobre la asistencia, en calidad de Presidente de la Comisión Episcopal dentro de la Confederación Episcopal de Migraciones, de don Ignacio:

<<El obispo coadjutor de Huelva, Ignacio Noguer Carmona intervendrá en las sesiones de la plenaria de la Conferencia Episcopal Española que se inician hoy en Madrid. Como presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones presentará  el anteproyecto del documento “La pastoral de las migraciones en España ante la nueva situación” con el fin de que sea analizado y, si es aprobado, presentarlo en la próxima asamblea plenaria de noviembre.

            La CCIV reunión de la Permanente comenzará con la lectura de los informes del secretario de la Conferencia, monseñor José Sánchez y del presidente de la misma, monseñor Elías Yanes.

            La comisión permanente estudiará las conclusiones de la reunión de Glasgow (Gran Bretaña), de los pasados 17 al 20 de junio, en la que participó Monseñor Sánchez. En ella se estudió la declaración de los prelados de Inglaterra y Gales sobre “La aproximación anglicana a la Iglesia Católica como consecuencia de la decisión de la Iglesia de Inglaterra de ordenar mujeres”. Otro tema de gran interés será el proyecto de documento titulado “Consecuencias económico-sociales dela incorporación de España a la Comunidad Económica Europea. Valoración ética”, que será presentada por Monseñor Guix, presidente de la comisión episcopal de Pastoral Social. En la reunión también será analizado el sínodo de obispos a celebrarse en otoño de 1994 bajo el lema, “La vida consagrada y su función en la Iglesia y en el mundo”. Otros temas serán el estudio del proyecto de constitución de la Nueva Acción Católica, que integrará a los grupos de trabajo de los cristianos adultos; una reflexión sobre las consecuencias de la reciente visita de Juan Pablo II a España y el proyecto de acción pastoral para el trienio1993-1996 con el lema “Testigos de Cristo en medio de la Sociedad”>.

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