
A.R.E. Manuel Moya es uno de los escritores más prestigiosos y conocidos de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Su nombre está ligado a decenas de novelas, poemas, relatos y traducciones, muchos de los cuales han sido reconocidos con importantes premios. El último en su larga lista es el Tiflos de Literatura 2016, que concede anualmente la ONCE, en su caso, en la modalidad de Cuento. Una distinción por los diez textos breves que conforman Zorros plateados, y que, según el jurado del certamen, “tienen como nota común la preocupación humana, no tanto de denuncia como de solidaridad hacia los marginados, pero como un fenómeno natural”.
Se trata, pues, del último éxito de este escritor de Fuenteheridos, licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla y que asegura que escribe porque no sabría hacer otra cosa. «Con 15-16 años me entró el bacilo de la literatura, que es como el miserere que te entra y te pones a temblar. Desde esa edad he seguido escribiendo con afán, sin tener en cuenta los resultados, quizá porque no sabía hacer otra cosa o porque era mi manera de entender las cosas. La literatura es una manera de estar atento a lo que sucede», explica Moya.

Su visión de la realidad ha proporcionado a las letras españolas más de una veintena de obras de poesía, entre ellas títulos como Habitación con islas (antología traducida íntegramente al francés y al portugués); Lección de sombras; Taller de máscaras; Cosecha Roja; La posesión del humo (propuesto como objeto de estudio en universidades españolas y norteamericanas, habiendo sido traducido al inglés, al portugués o al euskera) y, los más recientes, Salida de emergencia; A salvo y El corazón de la serpiente.
Aunque su obra poética es la más amplia, también ha escrito novelas y relatos entre los que se encuentran La mano en el fuego; Majarón; Las cenizas de abril; La tierra negra; Caza mayor; Ningún Espejo o La deuda griega. Asimismo, Manuel Moya aparece en más de una treintena de antologías poéticas y en una decena de narrativas, editadas tanto en España como en el extranjero.
Su prolífica obra ha sido merecedora de premios de relieve, como el XV Premio de Poesía Vicente Núñez (2015), Premio Provincia de León (2014), Premio de Poesía Tomás Morales (2010), Premio Fray Luis de León (2010), Fernando Quiñones de novela (2010), Ciudad de Las Palmas (2001), Leonor (2001) y Ciudad de Córdoba (1997).

A su labor como escritor, se suman sus facetas de crítico literario, editor y traductor, destacando especialmente en esta última por haber traducido la obra de autores como Fernando Pessoa, José Saramago, Mia Couto, Miguel Torga, Joaquim Arena, Fernando Cabrita, Paulo Kellerman, Conceiçao Lima o Lidia Jorge, entre otros.
Con motivo de la concesión del Premio Tiflos 2016, hemos conversado con el onubense:
– ¿Cómo se siente tras haber ganado este certamen, el último de muchos?
– A lo largo de mi vida he recibido ya unos 20 premios, importantes casi todos ellos, pero no deja de ser una pequeña sorpresa, porque cada premio es como volver a empezar. Además, éste es especial en el sentido de que es el primero que recibo por un libro de relatos.
– Ha competido en su categoría contra 87 autores, algunos de ellos bastante importantes…
– Al haber muy pocos certámenes de relatos en España, a los que hay se presentan muchas primeras espadas. De todas formas, tu libro puede estar entre los mejores (o no), pero el que lo elijan es cuestión de suerte.

– Imagino que realizar este tipo de publicaciones supondrá un enorme esfuerzo…
– Hay que hacer muchas abdominales mentales y estar en forma, cuando escribes es lo que tienes que hacer. Yo me dedico a escribir y traducir y es un trabajo complicado. Por eso, que te den un premio es una satisfacción y significa que estamos en la carrera.
– ¿Qué edad tiene usted Manuel?
– 56 años, tengo una edad para la escritura interesante. Es la madurez, porque dominar los aspectos de la escritura es complicado. Mantenerse es lo más difícil y la narrativa, los cuentos, exigen una madurez vital de experiencia, lectura, distintas cosas…

– Hábleme del libro de relatos con el que ha ganado el certamen, Zorros plateados.
– Zorros plateados surge de una propuesta editorial que me hicieron. Me propusieron escribir relatos con anclaje histórico y estuve dándole vueltas un tiempo y pensé una visión del siglo XX a través de 20 relatos que se desarrollan en momentos precisos de este siglo. De ellos, 10 son los que forman este volumen de Zorros plateados. Son distintas escenas: de la I Guerra Mundial, la Guerra Civil española, momentos artísticos… pequeñas pinceladas, cada una con su relato y correlato.
– ¿Y qué pasará con los otros 10 relatos?
– La mayoría de ellos se publicaron en este portal de Internet, que es como un Spotify pero para la escritura. Como no sabía qué me iba a deparar las nuevas tecnologías, tuve la prudencia de no enviar todos los textos. Al cabo de un año de publicar algunos relatos que envié a este espacio, recibí como retribución tres céntimos. Lógicamente, rompí mi relación con ellos y quedé liberado. Debemos reflexionar sobre asuntos como éste. Algo falla cuando alguien cobra tres céntimos por su trabajo y luego un jurado determina que merece un premio. Lo peor es que involucré a un amigo, pero a él le pagaron más que a mí, ¡el doble exactamente!

– Veo que se toma la situación con humor. En cualquier caso, ¿veremos publicados esos otros cuentos?
– Me quedan esos 10 relatos ahí que publicaré en su momento. Los 20 relatos los escribí en un mes y pico, en jornadas de entre 10 y 15 horas de trabajo diario. ¡Como en galeras por tres céntimos!
– Usted se dedica exclusivamente a la escribir y traducir, ¿no es así?
– Sí, sigo escribiendo, es lo que sé hacer, sólo hago esto. Sigo escribiendo o concibiendo novelas, poesías, relatos y traducciones. He traducido casi toda la obra literaria de Pessoa últimamente y seguimos en esto. Escribir es una manera de vivir, de entender la vida, de encontrar sentido a nuestra coyuntura, de reflexionar sobre los tiempos que nos tocan, ahora muy difíciles. Nuestro deber es pensar sobre esto e involucrarnos y comprometernos con la gente que vive a nuestro lado. Intentar ver los conflictos que nos atraviesan como sociedad.
– Parece que al escritor de hoy le toca hacer el trabajo del filósofo de antaño…
– Nos toca ese papel. Siempre he pensado que el escritor, por utilizar ideas y palabras, tiene una responsabilidad civil y un compromiso hacia la gente que le rodea, hacia sí mismo, entre otras cosas. Si no alcanzo más lejos es porque mi talento no me lo permite, pero yo trato de reflexionar sobre el tiempo en el que vivo, los conflictos en los que está envuelto. No escribo por artificio, no se trata de hacerlo bonito, sino de que la cosa tenga sentido, de que la literatura nos acompañe en esta vida.

– ¿Cuál es su compromiso literario en este sentido?
– Me parece que el hombre occidental está perdiendo parte de esas esencias del humanismo, de la solidaridad, de ponernos en manos del otro. Es bueno tener memoria y recordar que hubo tiempos en que la gente luchó por ciertos derechos: a ir a la huelga, por tener una seguridad social… tenemos cosas y hay que luchar por ellas y, si no luchamos por ellas, las vamos a perder.
– Manuel, usted alterna la narración con la poesía y los relatos, ¿cierto?
– Sí, unos géneros me oxigenan de otros, es como el tema de los barbechos en la agricultura, y uno descansa de unas cosas con las otras y eso hago. A veces se da que publico dos novelas seguidas, pero la publicación no coincide con la fecha de escritura. En cualquier caso, yo relativizo siempre la labor del escritor. Considero que este trabajo es menos importante que el del tipo que cada día recoge la basura o arregla las farolas. Lo nuestro es un trabajo de sobremesa, porque cuando has terminado las cosas importantes, empieza la literatura.

– ¿Hay más escritores en su familia?
– No, mi familia es de campesinos, pobre, de un pueblo de la Sierra, muy aislado, como todos entonces… y desde ese aislamiento me dio por la escritura. Ahora es mi hijo Julio quien está empezando a escribir y tiene mucho más talento que yo dormido, porque el suyo es natural.
– Por último, no quería dejar pasar la oportunidad de preguntarle por ‘Huebra’…
– Huebra es una asociación de escritores de la Sierra que pusimos en marcha entre Rafael Vargas, un hombre trabajador y buen compañero, y yo. Durante años hemos tenido una actividad editorial importante. Hemos publicado unos 60 títulos. Ahora publicamos mucho menos, pero hemos hecho un trabajo hermoso, ya que hemos rescatado a escritores de la Sierra de Aracena fallecidos de los que teníamos noticia, los hemos reivindicado. También hemos ayudado a escritores jóvenes a publicar sus primeros libros, lo cual ha sido muy satisfactorio. Ha sido una labor de compañerismo y colaboración con nuestros semejantes, aparte de recuperar la memoria literaria de una comarca que siempre ha estado un poco perdida.
Muchas gracias Manuel y enhorabuena por ese último Premio.