Wild Welva y la permanencia de lo efímero

La liebre y la tortuga.
Raúl Molín.
Raúl Molín.

Raúl Molín López, historiador del arte y gestor de Bienes Culturales. Desde hace unos días tenemos el privilegio de disfrutar en nuestras calles de la última creación de Wild Welva, ‘La liebre y la tortuga’. Tras unos meses dedicados a expandirse físicamente más allá de nuestras fronteras, con intervenciones en ciudades como Reykjavík o Edimburgo (que se han convertido en un aliciente más para autóctonos y visitantes, como atestigua su amplia difusión en redes sociales y publicaciones especializadas), el artista vuelve a centrar su atención en su propia tierra, donde su obra adquiere el más pleno sentido en su dimensión social.

Este nuevo trabajo, ubicado en la Avenida de Portugal, ocupa el espacio en el que hasta hace poco se podía contemplar otra de sus conocidas obras, ya desaparecida, que representaba a dos palomas apoyadas en una ventana ilusoria, a punto de ser atacadas por un halcón. A su vez, esta obra sustituía a otras que se han ido sucediendo en el tiempo: un buitre robando un cerdito-hucha, un bebé con cabeza de cebra… todas ellas víctimas del lógico deterioro producido por el paso del tiempo y la intemperie. Ante esta situación, habitual en este tipo de piezas, el artista se crece y sabe ver la oportunidad: no es fácil encontrar muros adecuados en una ciudad tan pequeña, y la desaparición de obras deja espacio para la instalación de otras nuevas.


Festival de Cine de Huelva

La liebre y la tortuga.
La liebre y la tortuga.

Hay que señalar, sin embargo, que estos últimos meses han resultado especialmente amargos para el arte urbano de nuestra ciudad, con la pérdida de varios trabajos que en muy poco tiempo se habían convertido en icónicos, como los situados en los muros derribados en el cabezo de La Joya o en el antiguo Mercado del Carmen. El fenómeno, aunque previsible, no deja de ser preocupante para una Huelva vapuleada a nivel patrimonial y con serias dificultades para atraer a otro tipo de turismo que no sea exclusivamente el de sol y playa.

Todos aceptamos de forma más o menos tácita que esta condición efímera es consustancial a este tipo de arte, y no nos equivocamos mucho. Forma parte del ciclo vital de estas obras, que por un lado se benefician de la inserción directa en el tejido vivo de la ciudad, pero que precisamente por esto se ven totalmente expuestas a las consecuencias negativas de las dinámicas urbanas, ya sea la construcción o derribo de edificios, las inclemencias meteorológicas o el vandalismo más o menos espontáneo.


Puerto de Huelva

El artista Wild Welva.
El artista Seba Ventana, Wild Welva.

Pero a pesar de la oportunidad que, como decía, representa para los artistas esta continua desaparición de obras, el debate que se nos abre a la ciudadanía es otro bien diferente. ¿Puede Huelva permitirse la pérdida sistemática de todo este nuevo patrimonio? Por ahora estamos hablando de un problema a largo plazo, ya que nuestros artistas más importantes siguen en activo y renovando continuamente el paisaje visual. Pero inevitablemente llegará el momento en el que Wild Welva, Garrido Barroso o Man-O-Matic cesen su actividad artística, no sabemos si con un digno relevo, y es probable que de todo este fenómeno local no queden más que fotografías y alguna publicación monográfica.

'Zorro' dibujado en Reykjavík.
‘Zorro’ dibujado en Reykjavík.

Estas expresiones forman ya parte de nuestra identidad colectiva, y cabe preguntarse qué papel queremos darles en la construcción de la memoria de nuestra ciudad y de sus habitantes. Pero no estamos hablando sólo en términos estéticos y culturales, sino también económicos: por desgracia, y sin pararnos hoy a señalar causas y culpables, nuestra ciudad tiene una grave carencia de patrimonio monumental, y el visitante que llega desprevenido se ve rápidamente expelido a otras zonas de nuestra provincia con mayor atractivo turístico. A día de hoy, son cada vez más frecuentes los turistas ‘culturales’ que llegan a la capital, mapa en mano, buscando la ubicación de estas obras de arte urbano, convertidas en foco primario de atención ante la escasez de alternativas. Pero este flujo, como es lógico, se verá cortado de raíz en el momento en que estas obras hayan desaparecido del callejero, representando otra oportunidad perdida para el crecimiento sostenible de la ciudad.

Esta ardilla se encuentra en una calle de Edimburgo.
Esta ardilla se encuentra en una calle de Edimburgo.

Nuestras instituciones locales han empezado a tomar conciencia, al menos parcialmente, de la relevancia de estas manifestaciones artísticas, con iniciativas puntuales enfocadas a su creación y difusión. Sin embargo, ha llegado quizás el momento de plantearnos otro tipo de acciones enfocadas a la catalogación y conservación física (cuando sea posible) de ciertas obras de especial relevancia, como ya se viene realizando en otras ciudades del mundo como Madrid, Londres o México D.F., donde se está empezando a comprender el valor añadido de estas obras para las ciudades, como foco creciente de interés social, cultural y turístico. Y ésta es una decisión que deberemos tomar más pronto que tarde, pues por la propia naturaleza de estas obras, el tiempo corre en nuestra contra.

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