Mari Paz Díaz. Los onubenses conocemos y estamos orgullosos de los rincones paradisíacos que ofrece la provincia de Huelva. Naturaleza, gastronomía y unas magníficas playas son algunos de los atractivos que pueden conquistar a cualquier turista o visitante que se acerque a estas tierras. Sin embargo, a veces no tenemos la posibilidad de comprobar que esa fascinación existe. Por este motivo, en esta ocasión, hemos querido quedarnos con un ejemplo que no deja lugar a dudas de que Huelva es una auténtico paraíso, no sólo para los onubenses, sino también para las personas que nos visitan de fuera. A veces tanto, que una vez que la conocen, se enamoran de Huelva para siempre.
El nombre de nuestro protagonista es Carlos Vega de las Heras, Catedrático de Química Física de la Universidad Complutense de Madrid. Un madrileño de nacimiento que, a priori, poco o nada podría relacionarse con Huelva. Sin embargo, es todo lo contrario. Carlos pasa sus vacaciones de verano desde hace dos décadas en la provincia y se declara un auténtico enamorado de todo lo que ofrece este rincón de la Península. Tanto es así que, hace diez años, decidió comprarse una casa en Moguer, a la que acude con su familia, su mujer y sus dos hijos, cada vez que tiene oportunidad. Es más, ha sabido transmitir ese amor por Huelva a todos sus familiares y durante la temporada estival se trae unos días a casa a su hermana, sus padres, su cuñada o su suegra, entre otros.
Su conexión con Huelva se produjo, curiosamente, en Estados Unidos. Sí, mientras estudiaba la tesis doctoral se marchó unos meses a la Universidad de Cornell, donde coincidió con otro químico español, de Sevilla. Se trataba de Enrique de Miguel Agustino, actualmente catedrático de universidad en el Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Huelva. De aquella convivencia surgió una gran amistad que se ha mantenido con los años, siendo habituales desde entonces las colaboraciones en materia de investigación entre ambos. Tiempo después, Enrique de Miguel finalizó su tesis doctoral y logró sacar una plaza en la Universidad de Huelva, donde sigue ejerciendo. Corría el año 1995, cuando el profesor de la Onubense se vino a vivir a la provincia de Huelva.
«Mi amigo comenzó a trabajar en el campus universitario de La Rábida, por lo que pensó que un lugar idóneo para vivir era Moguer, al encontrarse cerca para desplazarse todos los días. Así que se compró una casa en la localidad moguereña y así tuve la oportunidad de venir a Huelva a visitarle. La primera vez que vine fue en 1996, cuando estuve una o dos semanas. Y, desde entonces, no he faltado nunca a mi cita con esta provincia», nos comenta Vega de las Heras.
La posibilidad de contar con una casa donde alojarse le permitió venir de forma frecuente a Moguer, de tal forma que «durante los últimos veinte años he venido a Huelva por trabajo. Me alojaba en su casa en Moguer y luego acudíamos a La Rábida -después al campus del Carmen cuando la facultad se trasladó allí- para trabajar y poner en marcha diferentes proyectos. Unas estancias que aproveché para que mi amigo me enseñara la provincia de Huelva. Y así fue como conocí Matalascañas, Mazagón o la playa del Parador, lugares que me parecieron una maravilla».
Tanto fue así que este catedrático no dudó en traer a su familia a Huelva durante las vacaciones para que conocieran la provincia. Durante varios años recorrieron diferentes lugares, como Punta Umbría, donde se alojaron en distintos hoteles, o El Portil, donde alquilaron un chalet tres años e, incluso, a veces Enrique de Miguel les dejó su casa cuando se iba de vacaciones. Así fue hasta que hace diez años decidieron que lo mejor era comprarse una casa aquí para pasar sus estancias vacacionales. Y así lo hicieron en la localidad de Moguer, donde se encuentran en la actualidad disfrutando del verano.
Este hecho ha provocado que su vinculación con Huelva haya sido cada vez más estrecha, tanto que tiene recuerdos inolvidables, como ver aquí dar sus primeros pasos al mayor de sus dos hijos.
Si le preguntamos a este catedrático de la Complutense qué le enamoró de Huelva, lo tiene claro en su respuesta: «Me encanta toda la provincia de Huelva, desde su gastronomía -el jamón o la gamba-, la forma de vida más relajada que la de una gran ciudad como Madrid, las playas onubenses -desde la desembocadura del río Odiel hasta Ayamonte, desde Punta Umbría, La Antilla o El Portil-, la zona del interior, como Cortegana, Aracena o Valverde, ya que he recorrido toda la provincia en numerosas ocasiones, su vegetación y, por encima de todo, la calidad humana de su gente».
Y es que después de tantos años en Huelva, Carlos ha tenido la oportunidad de hacer amigos. Así sucede, por ejemplo, con Felipe Jiménez Blas, profesor titular en el Departamento de Física Aplicada de la Onubense, con el que también colabora habitualmente. Pero también con un grupo de moguereños con los que monta en bici dos veces por semana, recorriendo el entorno de la localidad, disfrutando de espacios naturales como Doñana y la zona del pre parque natural, el área de la playa del Loro o el camping de Mazagón, «lugares que me encantan, porque tienen una masa forestal excepcional y, a veces, incluso hemos tenido la oportunidad de avistar ciervos por la zona. Es fantástico poder disfrutar de este modo de la naturaleza», nos confiesa. Es más, asegura que ya es un seguidor más de las tradiciones onubenses, tanto que le encanta la Semana Santa.
Unas palabras que pueden hacer sentir orgulloso a cualquier onubense, más aún si tenemos en cuenta la amplia trayectoria profesional de Carlos Vega de las Heras, gracias a la cual ha viajado por numerosos países. Para comenzar, cuando este catedrático terminó la carrera de Química en la Complutense en el año 1987 consiguió una beca el Ministerio de Educación para realizar su tesis doctoral entre 1987 y 1991, beca que le permitía marcharse cuatro meses al año al extranjero para realizar estancias investigadoras, como así sucedió con Alemania, Holanda, la República de Checoslovaquia o Estados Unidos, como hemos comentado. Y no es extraño si observamos su impresionante expediente académico, puesto que al terminar la carrera obtuvo el Premio Nacional de Licenciatura al ser el número 1 de su promoción, con 21 matrículas de honor y dos sobresalientes.
Entre 1991 y 1992 volvió a Estados Unidos con una beca post doctoral y, un año después, en 1993, a su regreso a España, logró sacar su plaza en la Universidad Complutense de Madrid, donde es profesor Titular desde 1995, obteniendo la Cátedra en 2005. Desde entonces, tal y como nos cuenta, «me dedico a enseñar, a formar a gente joven, y a investigar al mismo tiempo, siendo director del Grupo de Investigación de Termodinámica Estadística de Fluidos Moleculares, habiendo dirigido cinco tesis doctorales y publicado 183 artículos científicos, todos ellos en inglés». Una actividad intensa que mantiene hoy en día y, de hecho, a finales de este mes de agosto tiene previsto marcharse a Oxford, donde participará en un encuentro científico.
Con todo ello, dejamos a Carlos que continúe disfrutando de sus vacaciones en Huelva, si bien, para finalizar, le pedimos que dedique unas palabras a los onubenses, sobre los que considera que «quieren mucho a su tierra y valoran todo lo que tienen en esta provincia, aunque Huelva todavía no es consciente de todo el potencial que tiene para el turismo. Es verdad que en los últimos años se ha desarrollado mucho, y que cuenta con un enorme potencial agrícola y gastronómico, pero el sector turístico todavía tiene mucho que decir, porque no es lo suficientemente conocida en España. (…)
Eso sí, el onubense es un gran enamorado de su tierra y la disfruta mucho. Son gente entrañable y con una gran calidad humana. Creo que Huelva, en general, es una tierra encantadora y, particularmente, me encanta Moguer, un pueblo precioso -como otros muchos de la provincia-, que destaca por su historia, su literatura y con mucha vitalidad, porque hay muchos niños y muchos jóvenes, y eso le aporta mucha alegría».