
Rosa Mora. De competir en carreras ciclistas por toda Andalucía, a sumergirse de pleno en el mundo de la danza. Dos pasiones, a priori, sin una relación muy estrecha en sí, pero que han marcado el devenir personal y profesional del onubense Daniel Rosado.

Enamorado desde joven del ciclismo, modalidad deportiva en la que su pueblo natal, Bollullos del Condado, destaca a nivel provincial por el excelente nivel de sus corredores, Daniel pasó su adolescencia practicando y entrenando sobre las dos ruedas hasta que decidió iniciar su formación académica matriculándose en la capital onubense en el Ciclo de Grado Superior de Animación Deportiva. Posteriormente, cursó en Granada el Grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Fue precisamente realizando estos estudios universitarios cuando, cuenta a Huelva Buenas Noticias, movido por la curiosidad, decidió inscribirse en una asignatura que ofertaban entonces de Danza creativa. Y ahí surgió todo. «La espontaneidad en mi manera de moverme, sin juicio, sin un patrón determinado, me sentía en un lugar donde poder representar las emociones que iba surgiendo sin más, de una manera extraordinaria, fue a raíz de ese momento cuando sentí que quería dedicarme a eso».

Formado como bailarín en el Conservatorio Nacional de Danza Reina Sofía de Granada, Daniel Rosado ha trabajado en Francia con la compañía Taille Unique, participando en proyectos con Brumachon, J.C. Gallotta o B. Montet, entre otros. Asimismo, entre los años 2008 y 2012, el bailarín onubense fue uno de los integrantes de la compañía Trànsit Dansa, con la que se subió a las tablas de escenarios de países como Uruguay, Argentina, República Dominicana, Ecuador, Venezuela, Mozambique, Croacia, Italia, Portugal y gran parte de España. Más adelante, a partir de 2013 comenzó a colaborar con compañías como Nats Nus, Cia. Sebastián García Ferro o Cia. Malqueridas, entre otras.
Daniel Rosado reside actualmente en Barcelona donde ha iniciado una nueva etapa como coreógrafo al frente del Colectivo Lamajara Danza, codirigido con Reinaldo Ribeiro. Entre sus obras más destacadas se encuentra ‘El Buhonero del Colectivo Lamajara’. De forma paralela, el onubense trabaja como formador en proyectos de danza social como Tots Dansen y +45.

Huelva Buenas Noticias ha conversado con un onubense que, reconoce, «empecé a entender la danza como una manera de ver la vida«.
– ¿Cuándo tuviste claro que querías dedicarte al mundo de la danza?
– El interés por la danza me llegó a los 21 años de edad. Mi adolescencia la pasé compitiendo como ciclista, recorriendo Andalucía los fines de semana de ciudad en ciudad. Cuando acabé el instituto marché a Huelva para estudiar un Ciclo Superior de Animación Deportiva. No fue hasta después de pasar una temporada en Italia donde realicé las prácticas de este ciclo formativo cuando descubrí la salsa como baile, despertándose en mí un gran interés por el ritmo y la expresión. Posteriormente en Granada, ciudad en la que cursé mis estudios universitarios, conocí la danza como tal, y empecé a interesarme por ser bailarín.

En la Universidad ofertaban danza, y probé entrar en un curso que se llamaba ‘Danza creativa’. Fue algo muy particular, por un lado me sentía raro durante las primeras sesiones, no llegaba a entender según qué propuestas de expresión con el cuerpo planteaba Antonio Cardona, profesor de danza creativa y mi mentor, pero, por otro lado, había una sensación en mí emocionante, donde sentía espontaneidad en mi manera de moverme, sin juicio, sin un patrón determinado, me sentía en un lugar donde poder representar las emociones que iba surgiendo sin más, de una manera extraordinaria, fue a raíz de ese momento cuando sentí que quería dedicarme a eso.
– ¿Cómo recuerdas tus comienzos?
– Recuerdo una etapa vertiginosa de aprendizaje continuo y llena de grandes emociones. Desde que me encontré con la danza sabía que podría dedicarme a ello, solo tenía que ponerle la energía que necesitaba. Empecé a rodearme de danza, comencé a tomar clases de diferentes estilos, hice amistades con bailarines, acróbatas, actores y músicos con los que quedaba para intercambiar conocimientos artísticos coreográficos. Empecé a ir al teatro de forma habitual y comencé a entender que todo lo que tuviese que ver con el cuerpo y la expresión podría ser danza, era solo una cuestión de actitud. Así que aprovechaba las clases de acrobacia, expresión, incluso los deportes, puesto que estudiaba Inef, trabajaba desde la conciencia del movimiento, qué es lo que me mueve y qué le pasa a mi cuerpo cuando soy consciente de ello. Empezaba a entender la danza como una manera de ver la vida.

– ¿Una profesión sacrificada?
– Como cualquier profesión, pero el sacrificio es compensado con cada logro, con cada aplauso, con los comentarios de tus alumnos que suenan a admiración por lo que haces y, sobre todo, cuando observas el entusiasmo de las personas que disfrutan viéndote.
– ¿De qué manera ha influido Huelva y Bollullos del Condado en tu trayectoria profesional?
– Mi tierra es mi identidad, es el sentido de todo lo que hago. Cuando empiezo una creación tiendo a inspirarme en la idiosincrasia de mi gente. Mis obras y mi movimiento están impregnadas de mis experiencias como onubense. Aparece la frescura y la espontaneidad, la ironía como broma, el aprecio a las pequeñas cosas y la cercanía de su gente. La familia y los amigos son los impulsos para crear cosas nuevas, cada vez que los visito me lleno de ideas por su manera de ver la cosas, de divertirse, de estar presente, de ser sociales.
– ¿En qué proyectos has participado como bailarín? ¿Cuáles destacarías?
– Como bailarín destacaría mi época en Trànsit Dansa. Aprendí a ser profesional gracias a mis compañeros. Tuve la suerte de entrar en la compañía a los 25 años. Tan sólo cuatro años después de haber comenzado a bailar, mi primera actuación fue el Salto de Nijinsky en Montevideo, en Uruguay. Durante los siguientes cuatro años participé como bailarín en los espectáculos Somorrostro, De Carmen, Evangelium y Desir, entre otros. Con ellos pude visitar lugares como Argentina, República Dominicana, Ecuador, Venezuela, Mozambique, Croacia, Italia, Portugal y, también, gran parte de España.
– Desde hace años resides en Barcelona, ¿Qué te llevó a mudarte?
– Me vine por trabajo, mientras estudiaba en el Conservatorio Reina Sofía de Granada, Trànsit Dansa me ofreció un trabajo como bailarín profesional. Era una gran oportunidad en aquel momento, ya que la compañía era un referente nacional e internacional, por lo que no dudé en probar suerte y mudarme una temporada a Barcelona.

– Y allí continúas, ¿En la actualidad sigues trabajando como bailarín o ya estás más involucrado en tareas de coreógrafo?
– En actualidad sigo bailando, creo que es importante para mi aprendizaje seguir como intérprete y tener referencia de cómo se ve la danza desde dentro. Por otro lado, me encanta dar clases y enseñar, esto último me permite tener herramientas para que mi mensaje sea más claro a la hora de dirigirme a los intérpretes.
– ¿Estaba en tus planes el convertirte en coreógrafo?
– Siempre me ha gustado crear secuencias coreografías, coger secuencia de pasos y reinventarlas. Por otro lado, con los años vas aprendiendo otros aspectos relevantes para ser coreógrafo, por ejemplo, entiendes que la luz forma parte de la coreografía, que la música puede modificar la dramaturgia de la pieza. En definitiva, que detrás de todo espectáculo hay una industria y que es importante saber cómo funciona. Cuando fui adquiriendo esos conocimientos empecé a interesarme en desarrollar mis propios proyectos, aún soy joven como bailarín y podría haber probado en audicionar fuera de España, pero tenía ganas de hacer mis propias cosas.

– Cuéntanos, ¿En qué proyectos te encuentras trabajando en estos momentos?
– Pues en diferentes proyectos que se van sucediendo a lo largo del año de forma cambiante. Desde el colectivo Lamajara estamos con la nueva producción Labranza, un proyecto que no sólo apuesta por crear un espectáculo sino que además desarrolla toda una parte enfocada al desarrollo de una técnica de aprendizaje que llamamos LabraT y otra parte que busca establecer un formato donde aparece la danza social y la profesional, que recibe el nombre de Dispositvo LABranza. Por otro lado, sigo con la gira de espectáculos del colectivo como ‘Al Voltant’, ‘El Buhonero’ e ‘Innings’. Y, más allá de Lamajara colaboro en el espectáculo ‘+45’ de la compañía Sebastián García Ferro y en proyectos como Tots dansen, danza para adolescentes en horario lectivo. Aparte doy clases y workshops de danza por Barcelona y Mataró.
– ¿Qué crees que aporta la danza a la cultura?
– La danza aporta vitalidad, libertad de expresión, contacto, sensibilidad. Establece lo simbólico y lo más instintivo. La danza ofrece metodología en la enseñanza de las cosas, ofrece la evasión, el descanso, el reciclarse. La danza ofrece lo onírico. La danza ofrece muchas cosas y nada material, esto último es para mí lo más importante.
– Y en su opinión, ¿Cree que se le da a la danza en nuestro país el lugar que merece?
– No, es la olvidada. La danza, al igual que otras artes, te enseña unos valores humanos muy poderosos que contribuirían a formar un pueblo activo, creativo, espontáneo, social, inquieto, con capacidad de superación y con un sentido crítico. En mi opinión, si la gente danzase todo sería más fácil.
– Muchas gracias, Daniel.