Rosa Mora. El día de su 28 cumpleaños, el 27 de marzo del pasado 2014, el equipo de Apple -tras varias pruebas de selección- comunicaba al onubense Fernando Benavides Madrid su deseo de que pasara a formar parte de la plantilla de la compañía en su sede de Londres. El joven ingeniero de telecomunicaciones, que entonces trabajaba para Samsung en Madrid, no quiso desaprovechar la oportunidad que se le presentaba. Un año más tarde, sabe que la decisión tomada fue la correcta.
Bajo el paraguas de esta multinacional fundada por Steve Jobs en 1976, Fernando trabaja en Londres como ingeniero de calidad de iOS dentro Apple Pay -la plataforma de pagos contactless y tarjetas de fidelización de la compañía-. Por otro lado, y aunque su día a día lo realiza en la capital de Reino Unido, han sido ya varios los desplazamientos que, por motivos laborales, le han llevado hasta Cupertino, ciudad del condado de Santa Clara, en el estado norteamericano de California donde se la empresa de la ‘manzana’, concentra el grueso de su actividad.
Reconoce que la idea de vivir en Londres -ciudad que conocía tras pasar varios veranos estudiando inglés- no le atraía en primera instancia. Ahora, sin embargo, la define como «una ciudad apasionante, de las que nunca para de evolucionar«. Explorar rincones pocos conocidos de la gran metrópolis, degustar brunchs -fusión del desayuno y el almuerzo anglosajón- en establecimientos recomendados por las cuentas a las que sigue en Instagram y, por supuesto, viajar, son tres de sus pasiones, a las que procura dedicar parte de su tiempo de ocio.
Huelva Buenas Noticias ha conversado con este onubense natural de Moguer que, aunque adaptado a su vida en el exterior, aprovecha para venir a visitar a su familia siempre que puede, así como se organiza las vacaciones de modo que pueda disfrutar todos los veranos de unas semanas en la playa de Islantilla.
– ¿Por qué Londres?
– Porque fue una oferta difícil de rechazar. Llevaba trabajando en Samsung (Madrid) más de un año y medio cuando Apple me contactó, allá por principios de marzo de 2015. Todo fue muy rápido, las entrevistas se sucedieron en solo tres semanas, tanto telefónicas como la presencial, y justo el día de mi cumpleaños me comunicaron que me contrataban. No hubo más motivo de peso que ese, porque de hecho siempre me decía a mí mismo que Londres sería la última ciudad a la que me vendría, ya que cuando era adolescente solía venir los veranos a mejorar el idioma y acababa siempre harto del clima, los sándwich de mayonesa y atún y las patatas de bolsa.
– Cuéntanos, ¿Dónde trabajas actualmente? ¿Cuáles son tus funciones en la empresa?
– En la actualidad trabajo para Apple como ingeniero de calidad de iOS dentro Apple Pay, la plataforma de pagos contactless y tarjetas de fidelización de la compañía. De forma más concreta, en la división encargada de desplegar la tecnología en Europa, Oriente Medio y Asia.
Mi trabajo se centra principalmente en diseñar y programar bancos de pruebas para asegurar que, allá donde queramos implantar Apple Pay, nuestros clientes puedan realizar pagos con sus dispositivos iOS en cualquier terminal de pago (datáfono) contactless del mundo de forma segura, rápida y transparente; así como en páginas web en las que Apple Pay esté soportado.
– Un empleo que te lleva a desplazarte a California con frecuencia, ¿Qué tipo de trabajos desempeñas en esta ciudad norteamericana?
– Los viajes a Cupertino, California, están a la orden del departamento de ingeniería ya que allí se concentra todo el músculo ingenieril de la compañía. Cuando me desplazo es para recibir formación en nuevas tecnologías que Apple Pay pretende adaptar para su expansión, atender a las reuniones trimestrales para revisar proyectos de forma global e implantar el desarrollo que hago en Reino Unido dentro de la plataforma de pruebas que tenemos. Antes solía ver cómo Apple sacaba un nuevo iPhone o iPad cada año, y ver que ahora formas parte de ello y que tu trabajo impacta directamente en millones de usuarios en todo el mundo es realmente gratificante.
Estos desplazamientos, a menudo organizados de la noche a la mañana, son sin duda la parte mas enriquecedora -aunque el jet lag haga estragos en mí-. Alojarme temporalmente en EEUU me vino genial para darme cuenta de que quizá tenemos algo idealizado el modelo laboral americano, sobre todo dentro del campo de las telecomunicaciones e informática. Muchos ponen a Silicon Valley como un ejemplo a seguir y modelo de vida envidiable. Sin embargo, pocos escriben lo mucho que buena parte de los que trabajan allí admiran el estilo de vida europeo general. Para algunos, incluso, es un objetivo de vida: trabajar en Europa.
– Y volviendo a Londres, ¿es una ciudad agradable para vivir?
– Londres es una ciudad apasionante, de las que nunca para de evolucionar. En cada barrio encuentras un Londres distinto: Camden, Shoreditch, Notting Hill, Clapham, Brixton, Kensington… Busques lo que busques y, te guste lo que te guste, en Londres hay un lugar para ti. Cada semana y cada fin de semana tienes decenas de planes diferentes, eventos en plena calle, conciertos, food markets -mercados de pequeños puestecitos con comida de cualquier parte del mundo- museos, vida nocturna, etcétera. Si te decides por uno, estás descartando un puñado de ellos que no podrás volver a verlos hasta el año que viene, así que jamás te aburres. Aquí se aglutinan muchísimas culturas y a mí, que soy un apasionado de viajar, me encanta poder ver trocitos de mundo en cada uno de las decenas de barrios que componen la ciudad.
Si uno se ciñe al cliché de la comida y el tiempo, es cierto que puede llegar a ser algo irritante, incluso que te afecte al humor. Yo, la verdad, no he echado en falta lo primero, aquí puedes encontrar incluso supermercados puramente españoles por si echas demasiado en falta algo. Pero aquí la interculturalidad es tan vasta que encuentras casi seguro lo que buscas en cualquier gran superficie. Respecto al tiempo, pues sí, eso no se puede cambiar y quizá llegada la primavera es cuando más se echa en falta el Sol. No es que llueva demasiado, pero casi siempre tenemos un manto gris sobre nosotros
– ¿Algún rincón favorito?
– El Sky Garden. Es un jardín a cielo abierto en la planta superior del famoso rascacielos 20 Fenchurch St. Las vistas sobre la ciudad son impresionantes y desde allí te das cuenta de lo pequeño que eres entre los casi 10 millones de personas que vivimos aquí. Ya mires a norte, sur, este u oeste, la civilización no tiene fin. Desde arriba puedes divisar cualquier punto de la ciudad: Big Ben, London Eye, Buckingham Palace, Hyde Park, Wembley… y por momentos olvidarte del ajetreo de las calles y el metro, en silencio o con una melodía relajante de fondo. Es un soplido de aire fresco perfecto en una tarde de domingo para coger fuerzas de cara a la rutina. Eso si, no es nada fácil encontrar sitio, especialmente en fin de semana, por lo que normalmente debes reservar con un mes de antelación
– ¿Cómo es tu día a día?
– Pues atípico comparado con lo que aquí llaman un nine-to-fiver –es decir, alguien que trabaja de 9 a 5 de la tarde, que suele ser la norma-. Mis jefes y compañeros directos trabajan en Cupertino, California, así que debo lidiar día a día con el cambio horario, nueve horas. Eso supone que tengo muchas reuniones en el tramo de 6 a 9 de la noche, hora británica, por lo que suelo entrar entre las 10.00 ó 11.oo horas, depende del día. Antes de ello, me suelo despertar sobre las 08.00 horas , desayuno algo muy poco español como es el típico porridge de aquí (avena con leche) y salgo sobre las 08.30 horas de mi casa. Cojo el metro en Canada Water y voy al gimnasio para ponerme en marcha. Tardo unos cinco minutos desde el gimnasio hasta la oficina, en Piccadilly Circus. Me sirvo un café bien caliente y me pongo al día con los correos. Trabajo codo con codo con dos franceses, dos indias y mi manager británico en el mismo espacio. El estilo de trabajo aquí es mas individualista que en España. La gente, por norma, suele mantener distancias aunque siguen siendo agradable, correcta y educada y en el trato. Por eso, nadie esperará que saludes dando un buen abrazo o incluso preguntando demasiado por sus planes privados durante el fin de semana – he llegado incluso a ver a dos compañeros comiendo en mesas separadas-. A eso de las 14.00 horas, cuando ya buena parte de la oficina ha comido, suelo empezar yo. Al contrario de muchos de mis compañeros que suelen salir a comprar el almuerzo, un sándwich, unas patatas fritas y algo de fruta a cualquiera de las cadenas de comida por la zona, yo sigo cocinando en casa de la misma manera que lo hacía en España y manteniendo la dieta mediterránea tan buena que tenemos. Disfrutar de la comida aquí es algo muy apreciado y valorado, supongo que porque casi nadie tiene buena mano, o ganas, en los fogones.
Después de comer, es cuando aglutinamos el trabajo en equipo: revisiones, informes, reuniones, etcétera, ya que en EEUU empiezan a entrar en la oficina y nosotros estamos aún aquí. Son sin duda las horas mas intensas.
Cuando salgo de la oficina, normalmente lo dedico a los quehaceres habituales como hacer la compra. Entre semana es complicado para mí conciliar un poco de vida social, primero porque salgo tarde para la mayor parte de los que trabajan en Londres, y segundo porque en esta ciudad las distancias son muy grandes, así que normalmente después de las 19.00-20.00 horas, la mayoría de mis amigos están de camino a casa para reponer fuerzas.
– ¿Y en las jornadas libres?
-Me apasionan principalmente tres cosas: explorar la ciudad alejándome de los rincones mas turísticos y vivir realmente la ciudad; probar cada domingo un brunch distinto en un sitio de la ciudad al que aun no haya ido -tengo por regla no repetir porque Londres ofrece infinidad de sitios- y que esté recomendado por alguna de las cuentas de Instagram que sigo; coger alguna oferta de última hora para hacer un viaje a alguna ciudad de los alrededores como Oxford, Cambridge, Brighton o Bath, entre otras, y ocasionalmente viajo por Europa de escapada fin de semana, bien a visitar a mis amigos también expatriados, o bien acompañado con mis amigos de Londres a descubrir alguna capital europea. Antes de llegar aquí solía salir hasta tarde por las noches pero reconozco que aún no me acostumbro a eso de salir a las 20.00 horas de la tarde para ir de fiesta. Y menos a volverme antes de las 03.00 de la madrugada.
– Londres es una ciudad donde hay muchos españoles, ¿tu grupo de amigos lo conforman principalmente españoles o de otras nacionalidades?
– Principalmente españoles, sin duda. Aunque no me gusta caer en generalizaciones, pero creo que la forma que entendemos los lazos de amistad en España es mucho más afectiva, física, espontánea, natural al resto de británicos. En mi núcleo de amigos somos todos de diferentes zonas de España, Bilbao, Teruel, Murcia, Madrid o Cádiz, entre otras. Me gusta siempre desconectar con ellos y contarles mis historias y anécdotas. De vez en cuando organizamos concursos de ‘tapeo’. Una lástima que no tenga buena gamba de Huelva ni 5J cerca, porque me lo llevaría siempre de calle.
No obstante, en casa, comparto piso con un australiano. Es algo que siempre tuve claro, en mi día a día prefiero siempre estar en contacto directo con nativos que no solo me ayuden a perfeccionar el idioma sino a nutrirme de sus experiencias en sus países de origen.
– ¿Qué valoras de forma más positiva tu experiencia en Reino Unido?
-La capacidad de adaptación al cambio en todos los sentidos. Cuando estás en tu tierra, nunca eres lo suficientemente consciente de todas aquellos detalles que das por hecho que, cuando estas fuera, no son tal. Desde darte de alta en el médico de cabecera, formalizar un contrato de alquiler, hacer una declaración de la renta o firmar tu contrato de trabajo. Todo es distinto, y a todo te tienes que adaptar. He aprendido a que quejarse no es una opción que tenga el expatriado. Si vives en una ciudad como Londres, debes hacer y actuar como un londinense y no quedarte estancado en la idea de que la ciudad se adapte a ti, eso es imposible. Además valoras muchos más a todos y cada uno de tus amigos y familia que siempre están ahí a pesar de la distancia.
Es curioso también ver que pierdes la noción de que fracasas si no formalizas una vida cuando eres joven. Recuerdo que mis padres a mi edad ya tenían piso comprado, me estaban criando y sus trabajos eran de por vida. Aquí, sin embargo, cuando conoces a tanta gente que viene y va te das cuenta de que el futuro es algo que jamás puedes predecir. Te vuelves también infinitamente más tolerante. Convives con otras culturas en las que, por ejemplo, entrar calzado a una casa es una falta de respeto. Y también aprendes a que llevar paraguas es cosa de turistas.
– ¿Estaba en tus planes desarrollar tu carrera fuera de España?
– La verdad que siempre tuve el gusanillo de trabajar fuera desde que estuve de Erasmus en Estocolmo. Sentirte capaz de salir de tu zona de confort y afrontar retos diarios es algo casi adictivo, así como empaparte de las distintas visiones que tiene cada país sobre la vida en general.
Si bien es cierto que al principio entendía la emigración como algo voluntario, cuando me incorporé al mercado laboral sí que vi que en España no estamos tan bien reconocidos como en el resto de Europa y que las posibilidades de desarrollar un empleo acorde con tu formación no abundan. Es una lástima, porque tenemos una generación de jóvenes tremendamente formados que no pueden encontrar su sitio en nuestra tierra.
– Y tu familia, ¿qué pensó cuando tomaste la decisión de marcharte?
– En un principio fatal, sobre todo mi madre. Fue una mezcla de alegría por ver que prosperaba y melancolía por ver que partía definitivamente. Siempre intenté convencerla de que el tiempo a día de hoy se mide en tiempo y no en distancia. Y que si antes me llevaba tres horas y media llegar a Moguer desde Madrid en AVE, ahora me lleva el mismo tiempo, solo que en avión. Pero bueno, creo que ahora que ve que por mi trabajo vuelo por medio mundo cosa que le da pánico, se siente tranquila cuando estoy en Londres porque dice que “me siente cerca”. Mi padre, lo celebró a su estilo, con una cerveza bien fría con salmorejo.
No obstante, siempre me organizo el año para bien en la segunda quincena de julio o primera de agosto escaparme a la playita en Islantilla donde veraneamos.
– ¿Qué echas más de menos?
– Sol y alegría en la cara de la gente. Parece un ‘topicazo’ y algo que nos aprendemos de memoria los que emigramos a países centroeuropeos, pero es que te afecta al carácter. Aquí en Londres no es tanto la lluvia sino el manto gris infinito y grueso que la cubre 300 días al año -nunca me he visto tan pálido-. Eso hace que la gente esté apagada, que todos parezcamos robots de camino al trabajo o a casa en metro. Esa cosa de poder hablar con el pescadero, con el frutero así de cómo le va la vida, o con el camarero de turno, eso no existe aquí. Cada cosa tiene su función y no saques los pies del tiesto. Estoy convencido de que el sol es el culpable de todo.
-¿Está en tus planes volver a España? ¿A Huelva?
– Por ahora no. Me siento muy a gusto en lo que trabajo y con la gente que he conocido en la ciudad. Ahora es el momento de tener este tipo de vivencias, justo cuando no tengo cargas familiares y puedo explorar nuevo mundo. Y cuando siento ganas de tener un rato con los míos, compro billetes y me escapo un fin de semana. Pero, a decir verdad, la calidad de vida que me ha proporcionado Reino Unido a día de hoy no la encontraría en España. Aun así sí que pienso volver cuando ya haya encarrilado mi vida y solo me quede disfrutar de ella. Jubilarse mirando al mar desde Islantilla suena muy bien.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones a corto plazo?
– En lo laboral, seguir formándome dentro del mundo de la tecnología y la banca digital dentro de Apple. Creo que a ahí nunca me va a faltar el pan a menos que el mundo entero colapse y todos nos quedemos sin blanca. Me gustaría que, como hasta ahora, mi trabajo me permitiera viajar a rincones del planeta en los que nunca antes haya estado. En lo personal, aun no tengo planes de afincarme definitivamente Reino Unido porque hasta el momento no siento que sea el país donde me gustaría echar raíces.
– Qué mensaje mandarías a los onubenses onubenses.
– Sobre todo me gustaría decirles que pierdan el miedo a trabajar fuera. Que no es una decisión fácil pero que a día de hoy podemos sentirnos bien comunicados con los nuestros gracias a Internet. Que no solo te abre la mente personalmente sino laboralmente, te puede ayudar a incluso a montar algo innovador en nuestra tierra. Estoy seguro de que el primero que abrió una tienda de jamón aquí lo hizo porque viajó a España ¿Y si hubiese sido un onubense de Jabugo? A día de hoy seguro que estaríamos exportando miles de piezas, o gambas, o chocos. Emigrar, aunque solo sea de forma temporal, te ayuda a saber explotar mejor tus virtudes y a pulir tus defectos. Siempre hay tiempo de volver así que recomiendo a todo el mundo que dé un salto cualitativo viniendo a Reino Unido y que cuando vuelvan siembren la semilla de todo lo que aquí hayan aprendido. De esta forma, todos prosperaremos y tal vez algún día no haya necesidad de abandonar la ciudad que te vio nacer.
– Muchas gracias Fernando, y suerte.