Rosa Mora. “El hombre ha emigrado siempre, desde que existe, y no va a dejar de hacerlo nunca por muy altas que pongamos vallas en nuestros países. Las vallas no van a frenar a nadie nunca”, así se expresaba el periodista Luis de Vega durante la entrevista telefónica que concedía a este medio. Miembro de la Academia Iberoamericana de La Rábida desde octubre del pasado año, el onubense trabaja como redactor y fotógrafo en el diario ABC desde 1994, ocupando desde el año 2002 hasta finales de 2010 la corresponsalía de este periódico en el Magreb y el África subsahariana. Testigo de primera mano de muchos de los acontecimientos que en los últimos años han marcado el devenir de la escena internacional, de Vega se ha mostrado siempre preocupado por contar las historias particulares, «una de las cosas que tenemos que hacer los periodistas para explicar los grandes acontecimientos es bajarnos a pie de tierra y dar voz a estas historias«, nos explica.
Después de que el Gobierno marroquí le retirara la acreditación para ejercer como periodista en el país, el profesional de la comunicación ha seguido la evolución de la llamada Primavera Árabe desde países como Argelia, Marruecos o Libia, así como se ha desplazado hasta las islas italianas de Sicilia o Lampedusa para cubrir la llegada de inmigrantes. Recientemente, nos cuenta, estuvo en las zonas de Hungría y Serbia cubriendo la ruta de los Balcanes y en París, a principios de 2015, para contar lo sucedido tras los atentados contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo.
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca, en el año 2006 Luis de Vega fue galardonado con el premio Periodismo y Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española por la cobertura en diferentes países de África del fenómeno de la emigración a Europa. Su lugar de trabajo habitual es ahora la sede en Madrid del diario ABC, desde donde se desplaza de forma puntual para cubrir diferentes asuntos de carácter internacional. Tras muchos años sobre el terreno, nos confiesa que a menudo echa de menos volver al ‘ojo del huracán’ durante estancias más prolongadas, siempre acompañado por una de sus fieles compañeras de viaje, su cámara de fotos. Huelva Buenas Noticias ha tenido el placer de conversar con este periodista onubense.
– Corresponsal en el Magreb, enviado especial a numerosos países, ¿se cumple así una vocación, o el destino ha jugado un papel importante en su trayectoria profesional?
– Bueno, sí es verdad que cuando uno estudia periodismo, lo que le apetece es pisar la calle. Vamos trabajando en pro de lo que nos gustaría ser, aunque no siempre coincida con lo que acabas haciendo. En este sentido, yo sí he de reconocer que lo que he acabado haciendo durante muchos años de mi carrera, es lo que quería -no es lo que hago ahora, porque en estos momentos estoy casi siempre en Madrid-, pero durante un largo tiempo de mi trayectoria profesional he hecho aquello que había soñado.
– ¿Y su interés por el mundo árabe de dónde le viene?
– Ya empecé a ir a Palestina en mis vacaciones. Llegaba el verano y en vez de ir a Punta Umbría [ríe] me iba a la franja de Gaza, me lo tomaba como una especie de máster. Necesitaba seguir aprendiendo cosas que en el día a día en la redacción no podía aprender.
– Periodista, pero no podemos olvidar su importante faceta como reportero gráfico.
– Ya estando en Salamanca me compré una cámara de fotos. Empezó como afición, que con el tiempo fui ligando al aspecto profesional. Desde el principio deseé hacer mis propios reportajes completos –con textos y fotos-. Más allá de la visión romántica que tenemos de la profesión, la verdad es que estoy bastante satisfecho con haber podido estar en muchos de los sitios en los que pensé que nunca iba a estar… no hay muchas plazas de corresponsales, ésta es una profesión que está yendo en picado en cuanto a su consideración sobre todo a nivel laboral. En definitiva, tengo que estar contento por todo lo que he hecho.
– En 2002 el diario para el que trabaja le ofreció la corresponsalía en Rabat, ¿Con anterioridad cuáles habían sido sus destinos?
– Pues ya había sido enviado especial varias veces. La primera vez estuve cubriendo el éxodo de los albano-kosovares en 1999, también di cobertura a la segunda Intifada en Palestina. Digamos que esos fueron los prolegómenos antes de que me ofrecieran ser corresponsal en Marruecos.
– Una experiencia que no acabó como deseaba…
– Los periodistas no vamos a estos países para hacer amigos, hay quien lo entiende y quien no lo entiende. A lo largo de los años yo había publicado asuntos, reportajes, noticias, fotografías, etcétera, que molestaban al Gobierno de Marruecos. Yo lo sabía perfectamente, pero no podíamos dejar de contar lo que allí ocurría. Hubo advertencias hasta que noviembre de 2010 deciden –no una expulsión- pero sí retirarme la acreditación, lo que me imposibilitaba a trabajar allí. Tuve que recoger a mi familia y volver aquí. Puedo decirte que no me arrepiento de nada de lo publicado, y creo que son peajes que tenemos que pasar en nuestra profesión. Es peor para los periodistas locales que si les cierran su medio o les quitan el permiso para trabajar, no tienen dónde ir. Yo tenía mi contrato en ABC.
– A pesar de este final, ¿Qué balance hace de su estancia en Rabat?
– Han sido, sin lugar a dudas, los mejores años de mi vida como periodista. Me permitió vivir en Rabat. Marruecos es un buen país para vivir, está no sólo cerca de España, sino de Huelva. Yo estaba en una corresponsalía y, a ocho o nueve horas con el coche podía ir desde mi casa en Rabat a casa de mi familia en Huelva, una situación extraordinaria comparado con compañeros que tienen la corresponsalía en Pekín, Moscú o América. Eso fue importante aunque no determinante. Desde el periódico no me dieron a escoger, yo me quería ir en ese momento a cualquier lugar del mundo. Por otro lado, el estar allí me permitió conocer muchos sitios que sin ser periodista no habría podido estar nunca.
– ¿Un ejemplo de esos sitios?
– Hay un tema tremendamente importante que será un asunto que seguirá marcando la escena internacional, y es el seguimiento de las rutas de los inmigrantes. He podido estar sobre el terreno viendo de dónde vienen estas personas, quiénes son, por qué quieren llegar a Europa. Durante aquellos años pude visitar desde Mali, Burkina Faso, Senegal, Guinea Bissau, Mauritania o el Sáhara Occidental y, aunque contándolo para un medio europeo, siempre he tratado de hacerlo con un punto de vista africano. Eso me llevó mucho tiempo. Cubrir todas esas historias, ir a las playas de dónde salían los cayucos, a las casas de aquellos que habían muerto en el camino hacia España. Sí es verdad que, por obligación de mi trabajo, he estado en muchos sitios alejados de las zonas turísticas. He estado siete u ocho veces en Túnez y no conozco las ruinas de Cartago, en Mali y no tuve la oportunidad de ir al país Dogón. Conozco, sin embargo, otros sitios que a nivel humano me han enriquecido muchísimo.
– ¿Algún suceso que te marcara de forma especial?
– Las historias particulares, una de las cosas que tenemos que hacer los periodistas para explicar los grandes acontecimientos es bajarnos a pie de tierra y contar historias particulares. Más allá de las grandes cifras, de los grandes acuerdos, de lo que pasa en los palacios y parlamentos, hay que ponerle nombre y apellidos a la gente. Yo me quedo con el perfil, por ejemplo, de quién intentó cruzar hacia España y tuvo que volver a su país parapléjico por un balazo en la espalda. Por otro lado, fue muy importante también poder entrar en la guerra de Libia cuando cayó la frontera del este con Egipto, cómo la gente se te acercaba para contarte lo que estaban sufriendo con Gadafi y cómo querían derrumbar el Régimen. El ver sobre el terreno acontecimientos que ya mismo estarán en los libros de historia.
– ¿Y actualmente?
– Pues como sabes estoy en Madrid, en la sección de Internacional del diario, y muy puntualmente me desplazo para algunos acontecimientos. En 2015, a principios de enero, cubrí los atentados en París, y luego las rutas migratorias. Conté la llegada de sirios a Melilla, hice algo de yihadismo en Ceuta y, como no, las rutas europeas, la llegada de inmigrantes a las islas de Sicilia y Lampedusa en Italia. Más recientemente estuve en las zonas de Hungría y Serbia cubriendo la ruta de los Balcanes.
– La cobertura de las crisis migratorias ha sido siempre una de sus predilecciones, ¿Cómo cree que se está gestionando en España el asunto de los refugiados?
– Lo primero que está ocurriendo es que estamos teniendo poca memoria. No nos estamos acordando de cuando la gente que se tenía que ir éramos nosotros. Quizás a la hora de entender lo que está pasando ahora en Europa deberíamos mirar nuestra propia historia y creo que no lo estamos haciendo, de la misma manera que creo que tampoco lo están haciendo los húngaros. En definitiva, deberíamos ser una poco más solidarios.
– Llegando al final de la entrevista, ¿aspiraciones, deseos?
– Si me dieran a elegir yo estaría de manera permanente sobre el terreno cubriendo las rutas migratorias, es lo que más me apetece y más me llama la atención, más que cubrir un conflicto armado. Creo que los medios de comunicación tenemos la obligación -más que la necesidad- de cubrir la crisis de los refugiados. Todo esto que ha ocurrido en fin de año en Alemania, las demandas de asilos, quiénes son, de dónde vienen, qué está ocurriendo en sus países de origen… el hombre ha emigrado siempre, desde que existe, y no va a dejar de emigrar nunca por muy altas que pongamos vallas en nuestros países, las vallas no van a frenar a nadie nunca.
– Y ya a nivel personal, y bajando a Huelva. Su vinculación con la ciudad y la provincia es bastante estrecha según tengo entendido.
– Así es, aunque vivo fuera de Huelva desde el año 1989, mis vínculos son permanentes. Aquí reside mi familia y también la de mi mujer. Este pasado 2015 ha sido además un año estupendo, me nombraron miembro de la Academia Iberoamericana de la Rábida, y en diciembre he recibido un reconocimiento de la Cadena Ser-
-Muchas gracias y suerte.