Cuando la lepra azotó a la población onubense

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El Santuario de la Cinta fue utilizado durante grandes períodos del siglo XIX como lazareto para las enfermedades contagiosas, entre ellas la lepra.
El Santuario de la Cinta fue utilizado durante grandes períodos del siglo XIX como lazareto para las enfermedades contagiosas, entre ellas la lepra.
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El Santuario de la Cinta fue utilizado durante grandes períodos del siglo XIX como lazareto para las enfermedades contagiosas, entre ellas la lepra.
El Santuario de la Cinta fue utilizado durante grandes períodos del siglo XIX como lazareto para las enfermedades contagiosas, entre ellas la lepra.

Antonio José Martínez Navarro. Enfermedad infecciosa, debido a un bacilo acidorresistente descubierto por Hansen. La lepra es transmisible por contacto directo o indirecto, tiene por lo general un curso crónico y es propia del hombre y del ratón Mus Decumanus.

Muchos autores afirman que la lepra es transmisible sólo por el contacto directo, aunque en numerosos casos (y no se sabe explicar la razón) es posible una convivencia prolongada con leprosos sin que se produzca el contagio. El bacilo, multiplicándose en el punto del cuerpo en el cual se ha fijado, da lugar a distintas manifestaciones; la imprevista aparición de fiebre, seguida de la aparición de manchas rosáceas en la cara y nódulos ulcerosos. Al agravarse la enfermedad, la cara del paciente se hace irreconocible: se engruesa, se aplana y adquiere una expresión impasible característica, la llamada “facies leonina”. Otros nódulos ulcerosos se desarrollan luego por todo el cuerpo e incluso en el interior de la garganta. A veces la desaparición, debida a erosiones, de las orejas, de la nariz y de los labios confiere al paciente un aspecto horrible y repugnante. La región corporal afecta adquiere una absoluta insensibilidad al calor, al frío, a las presiones, por lesiones en las terminaciones sensitivas nerviosas correspondientes. La muerte tiene lugar por septicemia o por enfermedades de los órganos internos.

En el pasado estaba extendida por todo el mundo y, por ello, nuestra ciudad no se libró de esta enfermedad cruenta.

Este aserto queda demostrado en un oficio que un galeno, José Bermúdez Muñiz, le remite al Alcalde de Huelva (Oficios y Minutas de 1844 en que rehusaba atender a unos leprosos por no pertenecerle llevar a cabo tal cometido):
<<Siendo propias de los facultativos de Cirugía, la inspección de las personas que desgraciadamente se hallan en esta capital acometidas del mal de lepra, no me compete como profesor en Medicina, practicar el reconocimiento que Vd. en su oficio fecha de ayer se sirvió prevenirme; a consecuencia de la orden del Sr. Jefe Superior Político de esta provincia; inserta en su citada comunicación. Dios guarde a Vd. Huelva, junio 22 de 1844. José Bermúdez y Muñiz…>>.

La lepra era una de las enfermedades que es muy difícil controlar. Así, en el alba del año 1847 el alcalde de Huelva solicitaba del galeno del Hospital de la Caridad el número de leprosos y éste sólo puede contestar lo siguiente (Oficios y Minutas de 1847):

<<He recibido un oficio de Vd. en que me recomienda manifieste detalladamente el número y nombres de enfermos leprosos que consta en esta capital de los cuales tengo yo conocimiento. En esta atención, expongo a Vd. que no sujetándose por lo regular estos individuos a ningún tratamiento médico, todo cuanto a ellos concierne pasa desapercibido a la atención facultativa, por cuya razón no puedo bajo ningún aspecto contestar satisfactoriamente a la pregunta que se ha servido dirigirme.  No puedo menos que elogiar la conducta de Vd. por el deseo de averiguar el estado de tan desgraciados seres cuya existencia constituye un germen de males para la sociedad que los abriga. Por tanto, satisfecho del bien que la Humanidad reportaría, con que estos individuos estuviesen bajo la acción de una policía sanitaria que velase por un mejor posible estado, expongo a Vd. lo expuesto, sintiendo por la razón anteriormente dicha no cumplir como el mandato de Vd. y el interés que la población reclama. Dios… Huelva, 22 de marzo de 1847. José María Velarde>>.

La lepra recibía también la denominación de “mal de San Lázaro”. Este nombre provenía de la Edad Media, una época en que la lepra era una enfermedad muy común, relacionada con las malas condiciones sanitarias en las que se vivía. Todavía, en 1872, conservaba este nombre medievalesco según apreciamos en el Legajo, número 243, del Archivo Municipal de Huelva:



<<Don José María Reyes, 4 de julio de 1872. Ha llegado a mi conocimiento que en la casa Gañanía de don José Cordero, en la calle de Colón, hay un enfermo con el mal llamado de San Lázaro; en su virtud he dispuesto que Vd. pase a reconocer al citado enfermo sirviéndose comunicarme el resultado. Dios…>>.

A finales del año 1879 se dan unas disposiciones que nadie va a cumplir sobre enfermedades contagiosas. El diario “La Provincia” alzaba la voz sobre esta situación en su edición del miércoles, 22 de septiembre de 1880:

<<La lepra y otras enfermedades epidérmicas. Hace poco nos quejábamos de que ni la Junta Provincial de Sanidad, ni las autoridades, ni nadie velase por la salud pública y fuesen aquí letra muerta las disposiciones dictadas a fines del año anterior para asistir a los enfermos de la lepra, que existen y cada día por incuria van en aumento en algunos pueblos de la provincia, cono son la Puebla y el Alosno; pero ¿cómo queremos que esas corporaciones y autoridades se preocupen de la higiene de poblaciones que están a diez y doce leguas de la capital, si no se ocupan de la de la misma localidad donde residen y donde pueden estar expuestos al contagio de las epidemias que en ella se desarrollan? ¿Si ni aún la propia conservación le incita, qué causas pueden moverlos?…>>.

En Huelva existieron lugares alejados de la población donde eran recluidos los enfermos declarados “sucios” o leprosos. Ya, finalizando el siglo XIX, habilitaron el Santuario de la Cinta para reclusión de enfermos de la citada índole, tal como advertimos en el diario “La Provincia”, del jueves, 2 de julio de 1885:

<<El Lazareto de observación se ha establecido definitivamente en La Cinta. En él se encuentran en la actualidad sufriendo cuarentena once individuos, procedentes de puertos declarados “sucios”.
Para comodidad de los detenidos el Ayuntamiento ha facilitado multitud de muebles, ha reglamentado todos los servicios y ha nombrado el personal necesario.

Nuestro amigo don Rafael López ha sido nombrado Director Médico de dicho Lazareto, con amplias facultades para el orden interior y para resolver por sí lo que proceda, según las circunstancias y condiciones sanitarias de dichos detenidos. El Sr. Alcalde, Don Antonio García Ramos, que cesó ayer en el ejercicio de su honroso cargo, ha dedicado toda su atención y actividad en los pasados días, hasta completar y dejar montado de un modo conveniente el Lazareto de observación, que puede servir de alguna garantía a favor de la salud del vecindario>>.

Este Lazareto estuvo poco tiempo en actividad, siendo sustituido, años más tarde, por el Lazareto Marítimo, situado en la Barra de Huelva donde pasaban”cuarentena” los buques sospechosos llegados a Huelva, y el Lazareto de El Higueral, que comenzó su benefactora influencia a principios del siglo XX y del que dimos amplias referencias en la Historia Menuda dedicada al citado edificio. En este último establecimiento sanitario, se resolvieron algunos casos de enfermos contagiosos.

En la sesión municipal del 19 de mayo de 1937 se daban instrucciones ante un caso de lepra.

<<El Sr. Fidalgo se refirió a su visita al Lazareto Municipal manifestando que ordenó la destrucción de todo el material que había estado en contacto con el leproso fallecido hace días en dicho establecimiento benéfico cuya nota entregó en el acto proponiendo se adquiera en sustitución lo que sea necesario, lo que se acordó por unanimidad…>>.

Años más tarde, a mediados del siglo pasado, ya no quedaban enfermos portadores del virus de la lepra, cosa que sí ocurría en nuestra provincia en la que había varios.

En la sesión municipal del miércoles, 23 de enero de 1946, el Ayuntamiento le tendía la mano a una Sociedad que llevaba, en la citada fecha, cuarenta y cuatro años luchando contra la lepra: Fontilles:

<<…Se dio cuenta de un escrito del Padre director del Sanatorio leprosería de Fontilles, agradeciendo el donativo concedido por el Ayuntamiento a dicha Institución…>>.

En la sesión permanente de la Diputación Provincial de Huelva, fechada el 18 de febrero de 1927, “Se acuerda interesar la correspondiente orden de ingreso en el Hospital “San Lázaro”, de Sevilla, de la leprosa, Josefa Almonte”,
Durante décadas la lepra continuó siendo una plaga para el hombre, que sólo conducía a la muerte, después de largos padecimientos. Pero, en los días iniciales de 1951 una noticia inserta en el diario “Daily Telegraph” se convertía en rayo de esperanza para los que la padecían:

<<Dieciséis europeos y sesenta y seis africanos han abandonado una leprosería de Johannesburgo completamente curados. La lepra que padecían era de la considerada incurable. Fueron tratados a base de sulfamidas>>.

En la actualidad, la lepra está erradicaba de nuestra provincia, conociendo que en nuestro país existen unos ciento cincuenta o doscientos casos de tan dura enfermedad.

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