
Mari Paz Díaz. La historia naval de España está plagada de episodios llamativos, dado el destacado papel que ha jugado este país en este ámbito, especialmente debido al pasado colonial del vasto imperio español. Nuestros orígenes marítimos parecen remontarse a la configuración de los reinos cristianos en la Edad Media. A pesar de ello, son muchos los datos que aún se desconocen, sobre todo, en lo relacionado a las historias concretas de los barcos que fueron conformando la flota española.

En general, los casos que han resultado más atractivos para los historiadores y aficionados a la náutica han sido aquellos navíos que participaron en el Descubrimiento de América, es decir, las carabelas Niña, Pinta y Santa María –véase el último estudio difundido sobre la posible construcción de La Pinta por parte de los moguereños, según el estudio realizado por Leopoldo Gorostiza, por poner un ejemplo-, así como las posteriores embarcaciones que formaron parte del comercio entre Europa y las Indias. Sin embargo, existen otras muchas historias de gran interés.

Y la provincia de Huelva puede dar buena cuenta de ello, porque bajo sus aguas se encuentran todavía restos de algunos de los barcos más simbólicos de la Armada española. Se calcula que en el Golfo de Cádiz, entre el municipio onubense de Ayamonte y el gaditano de Tarifa, hay más de un centenar de tesoros pertenecientes a unos 800 barcos datados entre los siglos XVI y XIX. De todos ellos, el litoral onubense podría albergar un 25%, lo que vendría a suponer unas 200 naves.

Es cierto que en muchas ocasiones se desconoce la identidad o procedencia de los restos sumergidos. Pero también existen casos realmente significativos. Hoy precisamente queremos hacernos eco de algunos de estos pecios que han marcado una época en la historia de España y cuyos restos están bajo las aguas del litoral onubense. Nos referimos a ‘El Rayo’ y ‘Monarca’, dos navíos de nacionalidad española que se encuentran sumergidos frente a la playa de Arenas Gordas, situada en Doñana, justo entre Mazagón y Matalascañas.

‘El Rayo’, un navío de línea de mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX, fue conocido por su participación en la Batalla de Trafalgar (1805), al ser uno de los barcos más viejos que lucharon en este episodio histórico. De hecho, su hundimiento se produjo precisamente tras esta contienda.

Recordemos que la batalla de Trafalgar fue un combate naval sucedido a inicios del siglo XIX, en 1805, que enfrentó a Reino Unido, apoyado por Austria, Rusia, Nápoles y Suecia, contra el imperio gestado por Napoleón Bonaparte, con España como país aliado. La contienda tuvo lugar frente a las Costas españolas y, más concretamente, en el Cabo de Trafalgar -de ahí su nombre-, situado en la provincia de Cádiz, en los Caños de Meca. La batalla se saldó con 4.500 muertos y 3.400 heridos. Además, tras el enfrentamiento, se desató un temporal que provocó que se fueran perdiendo casi todos los navíos apresados, naufragando 18 de ellos en el litoral onubense y gaditano.

En la provincia de Huelva se hundieron tres de estas embarcaciones: Monarca y Rayo, de nacionalidad española, y el francés Berwick. Lo hicieron, efectivamente, en la zona conocida como ‘Arenas Gordas’, situada en una franja costera que discurre entre Mazagón y Almonte, comenzando en el paraje de ‘Chozas de la Morla’ (entre El Picacho y la Torre del Oro) y la Punta de Malandar, en la margen derecha del estuario del río Guadalquivir, frente a Sanlúcar de Barrameda, incluyendo la zona de Matalascañas. Es decir, en un área que toma gran parte de la zona del Parque de Doñana. De todos ellos, hoy nos quedamos con el caso de los barcos de bandera española.

El Rayo, un navío de primera clase. Construido en 1749 en La Habana, El Rayo contaba con 100 cañones, aunque muchas fuentes lo sitúan con 80 cañones, porque inicialmente fue así, pero antes de la Batalla de Trafalgar se le añadió una tercera batería, alcanzando así la categoría de un navío de línea de primera clase. Tenía 57 metros de eslora y 14,5 metros de manga.

Según recoge el Instituto de Patrimonio Histórico de Andalucía (IAPH), fue construido por Pedro Torres, según el sistema de Gaztañeta y siendo gemelo del navío Real Fénix. A principios del siglo XIX, contaba con unos 813 tripulantes capitaneados por Enrique MacDonnell.

El navío ‘Rayo’, también conocido como San Pedro Apóstol, se hundió en esta zona de Doñana el 21 de octubre de 1805 tras Trafalgar. Este navío se fue a pique en Arenas Gordas a causa del temporal, a pesar de lo cual su estructura se encuentra muy bien conservada, además de rescatarse artillería y munición. Al parecer, se encuentra localizado a 300 metros de la orilla y a 7 metros de profundidad.

Monarca, un barco gallego que permanece en aguas onubenses. El otro navío español de la Batalla de Trafalgar hallado en el litoral de Huelva fue Monarca, construido en España, en El Ferrol en 1794. Pertenecía a la serie de Idelfonsinos, según el proyecto realizado por Romero Landa. Contaba con 74 cañones –aunque en Trafalgar se incrementaron hasta los 88- y sus dimensiones eran de 52,82 metros de eslora, 14,46 metros de manga y 6,95 metros de puntal. Su tripulación estaba conformada por 672 personas, siendo Teodoro Argumosa su capitán.

La función de este navío, según recoge el IAPH, fue la de vigilar y proteger la costa española de posibles ataques de la armada inglesa. Y, en 1805, se unió a la Escuadra Combinada en Galicia a su regreso del viaje a América. En agosto de ese mismo año llegaba a la Bahía de Cádiz, junto al resto de la escuadra hispano-francesa, donde se mantuvo anclado hasta que el almirante Villeneuve dio las órdenes para que la flota saliera a encontrarse con la escuadra enemiga en el Cabo de Trafalgar, ya en el mes de octubre.

Monarca tuvo grandes pérdidas durante en Trafalgar, llegando a hundirse también a causa del temporal entre la Torre de La Higuera y El Asperillo. En un principio, aunque quedó en muy malas condiciones tras la contienda, fue remolcado. Sin embargo, la lluvia que se inició después de la batalla acabó dejando muy mal parada su estructura. Luego, además, los ingleses lo incendiaron para cerciorarse de que no volvería a ser utilizado. De hecho, se calcula que en este episodio fallecieron 100 personas de la tripulación y 250 heridos.

En cualquier caso, estos dos navíos son una prueba más de que el fondo marino onubense cuenta con una enorme belleza y riqueza. Y no sólo de carácter marino y natural. Rescatar estos restos es una cuestión de mucho dinero y tiempo, por lo que todo parece indicar que, por el momento, seguirán formando parte de las aguas onubenses durante mucho tiempo.