Víctor Pulido: “El arte es la única forma de cambiar las cosas”

El artista Víctor Pulido. / Foto: Jesús García Serrano.
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Víctor Pulido. / Foto: Jesús García Serrano.

Jesús García Serrano. Con motivo de la exposición que inaugurará el próximo miércoles 13 de mayo en la Universidad de Huelva bajo el título ‘Imago’, entrevistamos al polivalente artista onubense Víctor Pulido.

– Tu último proyecto, ‘Imago’ parte de un trabajo que comenzaste hace 20 años, ¿en qué momento decides reactivarlo?
– El antecedente surgió por aquella época, en la que estaba más tieso que una mojama, e iba por las marmolerías y por las carpinterías, recogiendo retales pequeñitos para pintar en ellos con acuarelas lo que me apetecía, en este caso insectos. Mucho más tarde, en el 2011, cuando nació mi segunda hija, Noa, comencé a hacer este cuaderno, al que titulé ‘Imago: La historia de la hormiga que encontró a una libélula y no avisó a nadie’. En él, combinaba mi afición por pintar insectos de memoria, o bien fijándome en el National Geographic, con dibujos de mi niña, en los que usaba el peto de la cría para meter dibujos del Renacimiento, o de Dalí.Un día se me ocurrió la imagen de una libélula gigante volando en el Palacio de Cristal de Madrid, y a partir de ahí empecé a pensar y a meterme de lleno en ‘Imago’.



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En su taller. /Foto: Jesús García Serrano.

– ¿Qué es lo que pretendes expresar con esta obra?
– Lo que uno hace en el arte tiene mucho que ver con su propia vida. La libélula, que en apariencia es un ser delicado, bello y sensible, en realidad es un depredador. Pasa hasta tres años debajo del agua como larva, pero luego sale y aprovecha mucho el tiempo, y yo, a mis 47 años me encuentro en un momento así. Por otro lado, los humanos, como las libélulas, pasamos de un medio acuoso, dentro del vientre de la madre, a otro medio que es el que nos va a condicionar a lo largo de nuestra vida. La historia habla de que somos animales independientes, depredadores, pero al mismo tiempo seres sociales. Mi hija Noa es muy independiente, y es por esto que se la dedico a ella, “mi pequeña larva de libélula emperador”.

– ¿Te preocupa que el público pueda no entender tus obras?
– No me importa mucho. Lo interesante del arte es que cada uno pueda hacer su propia lectura y que saque sus propias conclusiones. El arte es la única forma de cambiar las cosas; la política puede ser vehículo, pero el arte es el motor. Una cosa que me gusta mucho de esta obra es que las personas formen parte de la estancia y que, alrededor de esa libélula gigante, acabemos pareciendo hormigas. Porque al final todos somos hormigas, aunque algunos pretendemos ser libélulas.


Puerto de Huelva

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Leonardo, Velázquez y Dalí son algunos de sus referentes./Foto: Jesús García Serrano

– La libélula gigante se expondrá en la sala de exposiciones Cantero Cuadrado ¿qué se pueden esperar de ella los espectadores que se pasen a verla?
– Esa sala me encanta. Allí expuse también ‘Vida perra’, y siempre que he empezado algo ahí me ha ido bien. Creo que esto es el principio de algo muy potente, ya que lo que voy a presentar allí es un poco el nacimiento del proyecto. La idea completa contempla una especie de coreografía en la que está toda la vida de la libélula, el coito, una representación de cuando sale del agua, luego cuando entra, y al final cuando muere. Es un baile coreográfico de la vida. De momento, voy a presentar la pieza pintada de blanco y va a llevar las sombras en vinilo, lo que le va a dar un aspecto muy teatral. La pieza, además, se articula y es desmontable, con la idea de poder trasladarla. Posteriormente, me gustaría pasarla a metal, querría darle un baño de cobre, para ponerlo en la fachada de la Universidad. Para eso probablemente haga un crowdfunding o buscaré ayuda de alguna empresa.

– ¿Cuáles consideras que son tus principales referentes?
– Leonardo para mí es una cosa fascinante, Velázquez me gusta mucho, o en mi pubertad Dalí. También me gustan mucho pintores actuales de línea española, como Valdés o Barceló. Escultores desde Rodin hasta… no sé, es que va cambiando.

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Víctor asegura que lo que mejor le sienta es el lápiz. / Foto: Jesús García Serrano.

– He podido percibir, por el trazo, cierta estética impresionista en algunas de tus primeras obras, ¿podría ser?
– Sí, sí, un poquito sí. Algunos cuadros los pinté cuando estaba en la facultad. También creo que recuerdo un poco a Vázquez Díaz, o al barroco.

– Tienes muchas imágenes cercanas al horror de los grabados de Goya.
– Sí, a mí lo grotesco me gusta mucho, en ‘Tetralogía’ hablaba mucho de eso.

– ¿Hay algún artista onubense coetáneo que admires especialmente?
– Pepe Guevara, que fue mi maestro, es el artista onubense que ha expuesto en más bienales de distintas partes del mundo y sin embargo no se le conoce mucho. Por supuesto me gustan Pepe Caballero, Castro Crespo, o Seisdedos. Hace poco ha salido una generación muy buena con Fran Mora o Ismael Legares. Y hablando de gente joven, los dos artistas que veo ahora con más capacidad, son Adrián, el conocido grafitero Man-o-Matic, y Juan Manuel Parra, que no es tan conocido, a no ser que te vayas al mundo de la Semana Santa, que no me interesa para nada, pero que es un artista de Rociana que es impresionante. Es más, yo haría una exposición de los dos juntos; un grafitero con un imaginero, sería una cosa acojonante.

– ¿Qué opinas del reciente éxito de la exposición de Man-o-Matic?
– Que ha conseguido convertir el Museo en el Bernabeu. Esto es como cuando Velázquez estuvo en el museo de Madrid, había allí colas de gente que no sabían ni quién era. Yo creo que la gente va como las hormigas, a la miel.

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Víctor lleva tres años trabajando en ‘Imago0. /Foto: Jesús García Serrano

– ¿Nunca te ha dado por coger un espray?
– Siempre me ha gustado, lo uso como técnica aleatoria para alguna cosa, pero a mí me sienta muy bien el lápiz.

– Eso de sacar la libélula a la fachada de la Universidad, se acercaría también al arte urbano, ¿no?
– Sí, y es algo que llevo haciendo desde hace tiempo. ‘Pares anónimos’ fue una exposición que estaba en un escaparate en la calle noche y día. La gente pasaba y creía que era una zapatería, pero no se podía entrar. No se sabía muy bien qué era, pero era una obra de arte. Con ‘Vida perra’ lo mismo, llevé el césped natural a una sala de exposiciones, y del mismo modo llevé los perros a un parque.

– ¿Crees que ‘Imago’ podría llegar a convertirse en una de las obras cumbres de tu trayectoria?
– Claro que sí. Llevo ya tres años trabajando en ‘Imago’, y para mí es un antes y un después.

– Por último, si tuvieras que destruir toda tu obra excepto una pieza, con cuál te quedarías?
– Si solo pudiera quedarme con una, me quedaría con el cuaderno de mi niña (refiriéndose a ‘Imago: La historia de la hormiga que se encontró una libélula y no avisó a nadie’). Si lo perdiera, sería como si me cortaran un brazo.

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