Ana Rodríguez. Acaban de cumplirse diez años del tsunami de Sumatra-Andamán, una catástrofe que dejó el 26 de diciembre de 2004 un balance de 225.000 desaparecidos y fallecidos y más de 500.000 viviendas destruidas. Aquel suceso cambió para siempre la vida de miles de personas que desde entonces han tenido que hacer de tripas corazón para curarse las heridas –sobre todo las del alma- y volver a levantar los poblados y ciudades que el agua arrasó.
En esta empresa, los supervivientes no han estado solos todos estos años. El mundo se solidarizó con ellos y los gobiernos e instituciones les proporcionaron su ayuda. Entre estos países no podía faltar España, que siempre se ha caracterizado por su empatía y por estar dispuesto a colaborar con aquellos que más lo necesitan. Cruz Roja fue una de las diversas entidades que se movilizó a favor de los damnificados, habiendo realizado una encomiable labor para devolver la normalidad a la población tras la catástrofe.
Precisamente en estos últimos días, representantes de la organización humanitaria se han desplazado hasta las zonas devastadas y han hecho balance de lo alcanzado en estos 10 años. Rocío Cruz, del departamento de Comunicación de Cruz Roja en Salamanca, ha sido una de las personas que han viajado a Indonesia y ha mostrado al cámara de TVE Francisco Magallón los frutos de las acciones llevadas a cabo. “Francisco estuvo allí cuando ocurrió la tragedia y luego regresó a los cinco años y ahora a los diez, buscando los mismos lugares donde tomó las instantáneas hace una década para compararlos con su imagen actual. El resultado lo ha expuesto en la muestra ‘La ola negra’ que ahora puede verse en el Museo Nacional de Antropología de Madrid”, explica la socióloga y comunicadora audiovisual Rocío Cruz.
En total, esta pequeña expedición duró ocho días, ocho jornadas en las que los españoles visitaron Banda Aceh y Meulaboh, dos de los pueblos más cercanos al origen del epicentro y en los que ha intervenido Cruz Roja española. “Francisco iba enseñando a la gente las fotos que hizo durante la semana del tsunami y los vecinos le iban indicando dónde podía encontrarse el lugar que buscaba”.
Rocío Cruz no había estado antes en las zonas arrasadas por el agua en 2004, de hecho ésta ha sido su primera ‘salida’ laboral fuera de las fronteras españolas. Ella entró a trabajar en Cruz Roja en febrero de 2005, dos meses después de la tragedia, y sabía que la gente se estaba movilizando, conocía datos sobre voluntarios y donaciones, pero no había vivido, hasta ahora, la experiencia de poner los pies en el territorio siniestrado.
Uno de los avances que han podido comprobar y que saltan a la vista ha sido la renovación urbana. En estos diez años se han ido construyendo viviendas temporales en primer término y luego permanentes, mejores que las que tenían, pues las anteriores constaban de suelo de terrazo y paredes de madera o chapa. Se han levantado justo al lado de las que se llevó el agua, dentro de la misma propiedad, y todas poseen la misma estructura: un porche, un salón, un dormitorio –todos los miembros de la familia duermen en un único colchón grande, es la tradición, por eso sólo hay un dormitorio-, una cocina y un cuarto de baño. Además, los habitantes han personalizado sus nuevas casas, añadiéndoles estructuras de madera donde tienen los garajes, guardan las herramientas, ponen el gallinero, etc. Asimismo hay casas que no se reconstruyeron porque la familia entera murió y nadie las ha reclamado. En estos casos, el suelo, lo único que quedó de las viviendas tras el terremoto, sigue allí.
Rocío Cruz comenta que «estos hogares han cambiado el modelo de familia, ya que antes las parejas se casaban y se iban a vivir a la casa familiar del novio, pero ahora los nuevos matrimonios pueden independizarse e instalarse en su propio espacio».
Cruz Roja ha edificado en estos diez años en Indonesia un total de 1.556 casas permanentes de estas características y siete escuelas, así como 300 viviendas en Sri Lanka y ocho colegios. También construyó pozos, proporcionó uniformes a los niños para que fueran a las escuelas y realizó la canalización de agua y desagües de una población que había quedado destruida al 75%, entre otras muchas actuaciones.
Sobre las construcciones, Rocío Cruz relata que en los dos pueblos que visitaron la mayoría de los habitantes son de origen musulmán y curiosamente las mezquitas fueron de los pocos edificios que quedaron en pie “porque su parte inferior está compuesta por columnas y éstas dejaron pasar el agua”. A este hecho se añade que el tsunami ocurrió al día siguiente de Navidad y a los cristianos del lugar los habían emplazado a la zona norte para que celebrarán allí sus fiestas, gracias a lo cual la mayoría salvó la vida.
Estos dos sucesos fueron tomados por los ciudadanos como una señal para abandonar la guerrilla en la que estaban inmersos –querían obtener la independencia- y seguir con más fervor la ley del Islam –que interpretaban de manera más relajada permitiendo, por ejemplo, los juegos de azar-. Otro detalle interesante es que el hombre que se convertiría en gobernador tras el desastre estaba en la cárcel en el momento del terremoto y escapó y se salvó porque el agua rompió las paredes de la prisión.
Vinculada a la espiritualidad de estas gentes, fue su manera de actuar con los cadáveres hallados. “La religión les indica que no pueden enterrar a los muertos con joyas, así que fueron quitándoselas a los cuerpos y, con el dinero de su venta, ayudaron a los supervivientes. No hubo saqueos”, explica la socióloga.
En este sentido, sí ha resultado muy traumático para la población indonesia el no poder llevar a cabo su proceso normal de duelo, el cual implica el velar el cuerpo del finado como primer paso para asumir la pérdida. Algunas personas nunca aparecieron y la gran mayoría fue enterrada en fosas comunes, dada la urgencia de evitar la propagación de enfermedades y epidemias.
En las fosas que se encuentran en Banda Aceh y Meulaboh, y en las que descansan los cuerpos de 40.000 y 50.000 personas respectivamente, hay ahora “un parque con fuentes y una placa conmemorativa, además de unas construcciones de madera donde los familiares pueden sentarse a rezar”, pone de relieve Cruz.
Tras el tsunami, muchas han sido las medidas de prevención que se han adoptado en estas zonas de Asia para estar preparados ante futuros fenómenos de la naturaleza. En Yakarta, la capital de Indonesia, se ha construido un centro de coordinación que dispone de radio, ordenadores y todos los medios necesarios para poder organizar las labores y avisar el país en caso de emergencia.
En este sentido, las autoridades han colocado boyas que conectan con satélites para que envíen una señal al mismo y de éste a tierra, en caso de detectar un temblor.
Por otro lado, se han formado a equipos que puedan actuar en situaciones de emergencia. Estos grupos ya han participado en labores del país y también fuera de sus fronteras, como fue el caso del tifón que afectó a Filipinas. “Se trata de tener gente preparada y recursos, como kits de higiene, para intervenir en un primer momento si ocurre algo”, explica Rocío Cruz.
Otra de las novedades implantadas a raíz del desastre de 2004 fue la instalación de señales de tráfico que te indican hacia dónde correr en caso de tsunami, así como la construcción de edificaciones en zonas más altas en las que refugiarse y un sistema de altavoces en las vías públicas.
Según datos de Cruz Roja Internacional, fueron un total de 22.000 voluntarios y cientos de expertos los que se movilizaron para atender a la llamada de ayuda internacional de Indonesia tras el tsunami. Y en cifras económicas, en España se recaudaron 48 millones de euros, procediendo el 75% del mismo de particulares.
En 2009 acabó la intervención y desde entonces Cruz Roja ha realizado otras labores, como impartir talleres de higiene o de salud.
Rocío Cruz relata que las gentes que ha encontrado en su viaje son personas tranquilas, agradecidas y que han recuperado la normalidad. “Como experiencia personal ha sido muy enriquecedora y cuando regresas ves la vida de otra manera. Antes pensabas que viviendo en aquellos sitios estarían acostumbrados a estos desastres, a huracanes, tifones, etc. pero esto fue distinto, todos perdieron al menos a una persona de su familia y te lo cuentan sin llorar y te preguntas si no lloran ellos, ¿cómo voy a hacerlo yo?”
A lo largo de los días pasados en Indonesia, Rocío ha escuchado muchos testimonios que conmueven, como el de un pescador al que el tsunami lo pilló en la embarcación y sobrevivió, tanto él como su tripulación, afrontado la ola y subiendo a ella. Sin embargo, todos los miembros de su familia que estaban en tierra perecieron y desde entonces no se ha vuelto a poner los pies en un barco.
Y es que, como bien apunta Cruz, “para ir a estos lugares tienes que estar preparado física y emocionalmente porque no te puedes quedar parado. En mi tiempo libre no he conseguido desconectar, y eso que ahora lo ves recuperado, quien fue en un primer momento es muy valiente» Y añade, «esta experiencia te quita los miedos, allí reflexionas sobre muchas cosas y ahora entiendes que los cooperantes vuelvan siendo personas distintas, con otras necesidades y valorando cosas diferentes a cuando partieron”.
La trabajadora de Cruz Roja asegura que dentro de un tiempo espera poder volver ‘al terreno’ porque “veo que es útil, es un trabajo que hay que hacer”. Asimismo, la joven anima a la sociedad a colaborar como voluntarios o, al menos, a contribuir económicamente para que recuperaciones como la de estos pueblos asiáticos tras desastres naturales puedan llevarse a cabo.
3 comentarios en «Un viaje a los lugares afectados por el tsunami de Indonesia una década después»
que grande eres y que lista, que bien escribes fenómeno un beso y sigue asi
Me parece una labor increíble la realizada por Rocío Cruz. Me alegra que Cruz Roja ayude a gente que lo pasan tan mal y encima no se quejan de la desgracia sufrida. Nos dan una lección, ya que mucha gente se queja por tonterías.
Felicidades Rocío por este trabajo tan gratificante
Los padres nos sentimos orgullosos cuando vemos la buena labor que hacen nuestros hijos