Paula Crespo. El mundo está lleno de pequeños héroes anónimos y cotidianos. Personas con las que nos cruzamos día a día que han superado en el camino importantes reveses y a los que, por su valentía, su tesón y su capacidad de superación, la vida les tenía reservada una segunda oportunidad. Son historias que merece la pena sacar a la luz para que sirvan de ejemplo y den fuerzas a aquellas otras personas que están pasando por lo mismo.
Es el caso de la caliche Esperanza Díaz Díaz. Al verla ahora al frente de uno de los restaurantes más exitosos de la sierra onubense, el Isabel II, cualquiera diría que hace 12 años -cuando tenía 45 años- sufrió un cáncer de mama severo y durante un año estuvo sometida al tratamiento de quimioterapia y radioterapia indicado en estos casos.
Un día cualquiera mientras limpiaba se giró y sintió un fuerte dolor en el pecho se tocó y notó un bulto: «Apenas hacía dos meses que me había hecho una mamografía, pero los bultos del cáncer son fácilmente reconocibles, son duros y fijos. No se mueven. Por suerte lo cogí cuando apenas tenía 15 días de vida. Muy muy a tiempo», explica Esperanza.
Lejos de venirse abajo, para esta heroína de Cala este golpe marcó un importante punto de inflexión. De hecho, hay un claro antes y un después en su vida: «Hubo un cambio de chip. Cuando estaba en el tratamiento, con la quimio y la radio y veía que los que estaban a mi lado iban falleciendo, me di cuenta de que la vida hay que vivirla, si no se te va en un segundo. La verdad es que yo nunca pensé que me iba a morir y eso me ha ayudado mucho».
Con esa nueva forma de pensar, Esperanza no se dio de baja durante el tratamiento, siguió trabajando «porque si no, no iba a ser capaz de superarlo mentalmente. Por mi cabeza no pasaba quedarme en casa tirada en el sofá». En esas siguió su rumbo y su ritmo de vida, el que le había llevado a criar a tres hijas que hoy son mujeres de 37, 35 y 32 años, a organizar festejos taurinos en Santa Ana la Real, a vender higos, a vender oro, a tener un bar…pero no era suficiente.
Esperanza se dio cuenta entonces de que había perdido el miedo, el miedo a hacer cosas: «Después de superar el cáncer, los grandes proyectos me han dejado de dar miedo. Las cosas de envergadura que he hecho en mi vida han ocurrido después de superar el cáncer. Dejas de tener miedo por tonterías como invertir dinero y tiempo en un negocio. El miedo lo reservas para cosas importantes. Me puedo morir de un cáncer, de un infarto, pero no por no poder pagar un préstamo que he pedido para montar un restaurante, por ejemplo».
Tanta valentía ha tenido que en este tiempo ha comprado y montado su restaurante -antes era un bar alquilado- y una tienda de artesanía donde tiene un taller de pintura al óleo y ha escrito la Guía de los sentidos de Almonaster la Real, el municipio en el que vive desde hace 35 años.
Y es que bien aprovechados, 12 años dan para mucho: «Tengo puestas las pilas, totalmente cargadas. Desde que me ocurrió esto miro la vida de forma mucho más positiva. Intento aprovechar los momentos y sacarle todo el jugo posible. Parece que somos invencibles, pero en cualquier momento…Ahora soy enemiga del tiempo«.
En lo sentimental, como ella misma dice «la vida también me dio una segunda oportunidad de tener pareja» y ahora continua su viaje al lado del moguereño Sebastián Mazo, un director del Banco de Andalucía que lo dejó todo «para embarcarse conmigo en nada», como cuenta Esperanza, «en un bar de mala muerte», y «ha estado a mi lado en todos estos momentos».
Por todo ello, Esperanza decidió hace 12 años aprovechar la vida y ponerle los sentidos a todo lo que hacía. Su mensaje no puede ir más en consonancia con su nombre: «Es muy bonito vivir. No nos damos cuenta de que caminamos por inercia y que poder abrir los ojos, respirar y movernos a nuestro libre albedrío es un verdadero lujo».
El restaurante de Esperanza, una experiencia para los sentidos
Destacado en las guías de turismo y restauración, la historia del nombre del restaurante de Esperanza, el Isabel II, es una muestra del onubensismo, del gusto por la cultura y el respeto por la historia de Esperanza Díaz: «Durante siete años tuve un bar en la bodega del palacete de Almonaster, que se llamaba el Tenorio. Ese palacete fue construido cuando reinaba en España Isabel II, la reina que hizo de Miguel Tenorio de Castilla, natural de Almonaster, su secretario personal y su amante. Esa historia de amor se truncó y cuando compré el restaurante decidí ponerle Isabel II, precisamente por esa historia y para contarla a los turistas».
En su restaurante, a los clientes que quieren vivir una experiencia distinta, Isabel les recita o les prepara una comida para los sentidos: «por ejemplo a unos amigos les preparé un plato y les anulé el sentido de la vista. Les puse unas migas serranas que se comieron con las manos, no solo disfrutando del sabor, sino de la textura y la temperatura de las migas, mientras les recitaba una poesía».
Todo un ejemplo de superación el de Esperanza, una serrana que disfruta de las experiencias de cada día como si fueran únicas y que ya tiene en proceso un nuevo proyecto: la novela Los cantos rodados, sobre «cómo la vida te va rodando hasta que te quedas pulida y suave».
4 comentarios en «Esperanza Díaz, el tesón de luchar por volver a disfrutar de la vida»
Mi tita Esperanza, un orgullo y un gran ejemplo de superación y lucha. Un espejo donde mirarse… GRANDE !
No te conozco, pero te visitaremos. ¡Animo!, tambien hemos pasado por ello con éxito. Un abrazo
animo . que eres una luchadora nata .
Viví durante 10 años en el maravilloso pueblo de Almonaster la Real y tuve la gran suerte de contar con la amistad de Esperanza, ejemplo de superación para todos y para mí en especial, porque también me ayudó a dejar atrás
mis propios problemas.
Gracias querida amiga!