Mari Paz Díaz. Las aventuras y tribulaciones de los piratas siempre han llamado mucho la atención. Pero si decimos que las costas onubenses también se vieron acosadas por ataques y saqueos de los corsarios, la cuestión nos puede sorprender. Sin embargo, no debe ser así, puesto que este tipo de actividad ha existido siempre, estando unida de forma irremediable a la navegación. Así que no es extraña que la provincia de Huelva, con 120 kilómetros de litoral, tenga una parte de su historia unida a la piratería.
Es cierto que a Huelva no llegaron de forma mayoritaria los piratas que actuaron tras el Descubrimiento de América atraídos por los barcos cargados de oro y plata procedentes del nuevo continente, embarcaciones muy codiciadas por corsarios, piratas y filibusteros. Así sucedió con los famosos Barbanegra o Francis Drake, -que en algunos casos inspiraron las aventuras del conocido Jack Sparrow de la famosa película ‘Piratas del Caribe’. Aun así, existen episodios relevantes que demuestran que los piratas arribaron en otro tiempo en las costas onubenses.
Sobre todo, la provincia de Huelva se vio acosada por la piratería entre los siglos XVI y XVII, cuando los berberiscos tenían como destino habitual esta zona del sur de la geografía peninsular. Sucedió, por ejemplo, cuando los piratas apresaron el barco de sardinas de Martín Alonso Pinzón Cordero cerca de la frontera portuguesa.
Para conocer su historia hemos querido remitirnos al artículo que el historiador José Luis Gozálvez publicó en el libro ‘Huelva en su Historia. 2’ bajo el título de ‘La piratería y la redención de cautivos en las costas de Huelva. Siglos XVI-XVII’, un trabajo de investigación que posteriormente se amplió en el libro del mismo autor llamado El castillo de San Pedro. Función urbana y social.
En este sentido, lo primero que hay que tener en cuenta es que existieron muchos tipos de piratas, siendo los berberiscos y los corsarios turcos los que de forma habitual comenzaron a atacar la zona del Mediterráneo y el sur de la Península Ibérica desde el siglo XIV, en parte porque era entendida como una forma de Guerra Santa al tratarse de naves cristianas. Eso sí, en todo el área de influencia del Mediterráneo, la piratería se llama corso, por lo que los piratas eran, por lo general, corsarios.
En un principio, la provincia de Huelva podría entenderse como un tanto lejana a esta ruta habitual de los berberiscos. Pero lejos de ser así, el Estrecho de Gibraltar hacía muy accesible las costas onubenses. Es más, el área de ataque de los corsarios llegaba hasta el cabo de San Vicente, en Portugal. Ni Huelva capital se libró de estos hechos, donde, salvo casos aislados, el primer gran ataque corsario vivido se produjo en el año 1547. Luego, los piratas fueron adentrándose más al oeste.
Por este motivo, no es extraño que a lo largo del litoral de Huelva existieran numerosas torres defensivas que pretendían eludir este tipo de ataques, que serían sustituidas por las torres almenaras diseñadas en la época de Felipe II.
Además, en un principio, los onubenses, portugueses o gaditanos también solían practicar la piratería, al ser conocedores de la actividad marítima.
Como explica Gozálvez, en ocasiones, las autoridades locales respaldaban las acciones de la piratería o, bien, hacían la vista gorda, puesto que suponía una forma de incrementar los ingresos de las empresas mercantiles o pesqueras, «por ello es significativo que el corso se dirigiera contra lugares en competencia por el dominio de ciertas actividades o determinadas áreas geográficas». Incluso, podía tratarse de una localidad vecina.
De hecho, los marineros de Palos de la Frontera tenían fama de buenos navegantes, de ahí que fueran elegidos para la aventura del Descubrimiento de América, pero también eran conocidas sus actividades piratas. Y junto a Palos, existe constancia de estas prácticas en otras localidades como Moguer, Lepe o Cartaya, entre otras. Es decir, no sólo se producían robos por parte de barcos llegados de fuera de la provincia de Huelva, aunque su actividad fue disminuyendo con el tiempo.
Sobre su forma de actuar, el investigador asegura que «cuando se trata de auténticos piratas, las expediciones se realizan siempre al regreso de las naves a puerto. Los piratas aguardaban pacientemente la llegada de los cargamentos, sobre todo los que procedían de África, pues se suponía que podían reportar mayores beneficios a sus asaltantes. Y, si bien la justicia persigue en ocasiones a la piratería, en muchas otras las denuncias se archivan hasta que caen en el olvido».
Desde puertos importantes como Tánger o Argel, los berberiscos atacaban cualquier punto del sur europeo y luego podían refugiarse con rapidez, llevando los rehenes por los que se pedía rescate. Era los momentos de mayor esplendor de toda la zona mediterránea, al menos, hasta el descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando la mayoría de los piratas se decantó por atacar a los barcos de la zona atlántica. Este hecho no privó entonces a Huelva de ataques de los mismos corsarios o berbericos o, incluso, a veces de los piratas atlánticos. Por su parte, los onubenses abandonaron las prácticas piratas a medida que avanza el siglo XVI y XVII a favor de actividades regularizadas, como el comercio.
A pesar de ello, y de la progresiva construcción de las torres almenaras con fines defensivos, los ataques continuaron en la provincia de Huelva a lo largo del siglo XVII, cuando incluso se reclutan pequeñas tropas locales que estaban destinadas a combatir y defenderse de los que llamaban «barcos de los moros».
Porque, junto a los robos, otro de los problemas de los corsarios musulmanes era la captura y cautiverio de españoles. Llegar a alcanzar la libertad se hacía muy complicado, puesto que «en los primeros momentos, la libertad debió gestionarse a título personal, por los mismos cautivos o sus familiares y amigos; y por mercaderes, que obtenían una comisión por los rescates, en función de su cuantía y de las dificultades de acceso a los cautiverios. Con carácter más excepcional, la propia Corona, con ocasión de algún conflicto, pudo mediar, y aun exigir, la liberación o el intercambio de cautivos», explica José Luis Gozálvez.
Luego, se crearán instituciones que buscaban la liberación de los cautivos. El propio Miguel Redondo fue un indiano enriquecido que, a la vuelta definitiva de América, murió sin llegar a ver cumplido su deseo testamentario de fundar una obra para el rescate de cautivos. Al final, en el convento de San Francisco de Huelva se fundó una agrupación con estas características, siendo los franciscanos los primeros en intermediar para el rescate de los cautivos en Huelva, en su mayoría hombres jóvenes.
Incluso, según Gozálvez, «la instalación de la Merced en Huelva no parece casual, pues es en esos años donde se produce una mayor concentración corsaria en nuestras costas y, en consecuencia, donde aumenta el número de los apresamientos. Tan sólo unos años más tarde se erigiría en Ayamonte un segundo convento de la Merced, que demuestra la necesidad de contar con estas instituciones en los núcleos urbanos más importantes de la costa».
Rescates que se producían a cambio de dinero, por lo que eran muy beneficiosos para los piratas, si bien, a veces, se realizaba a través del intercambio de otros cautivos. Así fue especialmente desde finales del siglo XVI y hasta mediados del XVII, pues a partir de esta fecha comenzó a decaer la piratería en la zona.
Con todo se puede afirmar que, una vez más, la situación geográfica de Huelva y su posición abierta al mar ha marcado una parte de su historia, como en este caso, la llegada de piratas en busca de las riquezas de esta tierra. Episodios del pasado, quizás poco conocidos, pero no por ello, menos interesantes. Como en este caso, los piratas que arribaron a las costas de Huelva.
3 comentarios en «Los piratas que arribaron a las costas de Huelva»
Una investigación fantástica.. Muy interesante y muy bien ilustrada. Felicidades.
Me parece un post super interesante. Gran trabajo para recordar la historía.
Tiene mucho sentido, estoy fascinada con la historia.