El sombrero calañés, uno de los primeros souvenirs elegidos por los turistas que venían a Andalucía

Con el tiempo, este regalo cayó en desuso. / Foto: juntadeandalucia.
Sombrero calañés. / Foto: pueblos-españa.org.
Sombrero calañés. / Foto: pueblos-españa.org.

HBN. El paseante de una calle céntrica del casco histórico de cualquier capital de provincia suele encontrar a su paso tiendas de souvenirs, establecimientos que ofertan productos típicos para turistas (o tópicos para oriundos y transeúntes habituales, según se mire). Como reclamo, exhiben en sus escaparates desde cotizadas artesanías, como mantones bordados o abanicos y azulejos pintados a mano, hasta productos fabricados en serie como postales, prendas serigrafiadas y toda clase de miniaturas que reproducen los mensajes y la iconografía del folclore y la tradición más popular. En función de cada bolsillo, cualquier opción es válida si el souvenir en cuestión cumple con su cometido: preservar el recuerdo de una estancia, de una vivencia…

Ésta es su razón de ser, según la investigadora sevillana Rocío Plaza Orellana, doctora en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, que ha emprendido la tarea de indagar en la antropología del souvenir para averiguar, a través de la historia de estos evocadores objetos, cómo fuimos, cómo nos hemos dado a conocer y cómo queremos mostrarnos al mundo ahora. A saber, la imagen que Andalucía ha ido formándose a lo largo de su historia como reclamo -la propia y la creada por otras culturas interesadas- recogida en la publicación ‘Recuerdos de viaje. Historia del souvenir en Andalucía’, editada por el Centro de Estudios Andaluces.


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Portada del libro.
Portada del libro.

El estudio del souvenir está en estrecha relación con el viaje y con su historia, con la cultura del lugar de destino, con las circunstancias del viajero… Y es curioso que a mediados del siglo XVIII, entre los regalos más habituales, los primeros viajeros se hacen con objetos, principalmente prendas de vestir: mantillas, flores para el pelo, abanicos, mantones y zapatillas de baile para las mujeres, y los hombres, sombreros calañeses, botas y hasta trajes de majo.

A medida que fueron llegando más viajeros, se fue gestando una pequeña industria, un conjunto de negocios personales, de artesanos y sastres fundamentalmente, que ofrecían aquello que los curiosos visitantes les iban demandando como testimonio de su visita. Avanzamos hacia la segunda mitad del XIX. A esta primera nómina de objetos se incorporarían otros productos fruto de esta incipiente industria, algunos de ellos ya disponibles en tiendas: figuritas de barro que representaban prototipos de personajes andaluces con sus atuendos (el bandolero, la gitana…), lozas (como la de la Cartuja de Sevilla) y antigüedades (monedas y pintura barroca), cuadros costumbristas, fotografías y postales.


Puerto de Huelva

Con el tiempo, este regalo cayó en desuso. / Foto: juntadeandalucia.
Con el tiempo, este regalo cayó en desuso. / Foto: juntadeandalucia.

Hacia la modernidad.  Muchos de los elementos que formaron en un principio parte de la vida cotidiana de los andaluces se fueron convirtiendo en prescindibles en la vida diaria para relegar su existencia a determinados festejos y eventos. Este desgaste se produciría especialmente en las ropas. El ejemplo más ilustrativo es el del traje de majo, reconvertido en el traje del jinete andaluz, que a partir de 1840 dejó de ser de uso cotidiano para quedar reservado al mundo de la danza, los toros o las ferias.

Eso que terminó llamándose turismo en Andalucía, ya en la primera mitad del siglo XX, se convirtió en un sector económico en auge. Con la irrupción del turismo de masas, el consumo y la naturaleza global de la producción empuja a la generación de objetos tipificados basados en una iconografía reconocida previamente como «típica» de la cultura que los produce. La evolución quizá haya sido dispar, algunos de estos objetos han llegado hasta nuestros días vivos en el uso cotidiano, otros en cambio han quedado relegados o han abandonado su uso original, pero sea como fuere, todos forman parte de un espacio y de un tiempo, pero sobre todo, de una vivencia.

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