Juan Carlos Jara. Esteban Aparicio, el hermano Esteban, maestro en la pintura. Muchos ya lo intuíamos y otros, afortunados por conocer parte de su obra, lo sabían con certeza. Escondido por justificado interés o por humildad bajo su segundo apellido, Mansilla, utiliza el pincel sin hacer ruido y sin estridencias, pero mostrando la realidad de su entorno bajo su particular y sosegado punto de vista. Una colección que surge de la dedicación que siempre pone en todo lo que hace y que es reflejo de su forma de ser y de una vida enfocada a Dios y a la enseñanza como hermano Marista, pero que se encuentra diseminada por muy diversas manos debido a su verdadera generosidad.
Aunque no tengo conocimientos sobre el arte pictórica ni sé qué parámetros se utilizan para valorarlo, la mayoría de esos pocos cuadros que Esteban nos ha permitido disfrutar me produce una especial atracción, una extraña sensación de paz que, envuelta en el realismo, despierta mi interés. El protagonismo de lo cotidiano y de lo más cercano, de aquello que incluso se nos presenta envuelto en la monotonía, muestra su verdadera belleza bajo el pincel de un pintor apasionado de la docencia pero que siempre tiene un hueco, entre números y fríos elementos químicos, para el lienzo.
Esteban Aparicio Mansilla nació en Mansilla, en la provincia de Burgos, un idílico y casi extraño lugar por aquello de contar solo con unas pocas decenas de habitantes. Probablemente por ello, por venir de allí, Esteban es como es, también para la pintura. Y quizás porque siempre recomendó a sus alumnos que hay que ser cajón de sastre, durante su dedicación a la vida marista se ha diplomado en Magisterio y se ha licenciado en Químicas.
Desde hace 36 años, los onubenses podemos disfrutar de su presencia en Huelva y del abundante arte efímero que en este tiempo ha derrochado en el aula y en cualquier rincón del colegio. Tras tanto vivido entre nosotros nos debía una exposición que, paradójicamente, nos llega como un regalo sorpresa de sus amigos y familiares más cercanos porque su humildad no contaba con mostrarnos su talento. La Casa Colón abre un hueco para la pintura más personal y cotidiana de un gran artista y ya paisano pero aún desconocido para demasiados onubenses.