La Fiesta de los Reyes Magos

Juan García Muñoz. Siempre hemos primado el gesto que tuvieron con el Niño de regalarles aquellos presentes de oro, incienso y mirra. La fiesta de los Reyes es la fiesta de los regalos. Hoy el regalo navideño ha adquirido una importancia excepcional. Todo ha sido convenientemente explotado por una sociedad que nos invita a comprar, consumir y gastar siempre más y más. Corremos el riesgo de convertirlo todo en cumplimiento, interés y cálculo interesado sin saborear ni descubrir el gozo del compartir y del regalar  junto con los objetos otros gestos y valores. Al hijo se le regala una bici pero es posible que lo que más añore es que se le dedique más tiempo y atención durante el año, y así casi todo.

Y sin embargo el relato de Mateo nos aporta  más claves simbólicas para avanzar en la comprensión de la fe. Es un relato que no sucedió realmente. Aunque en él hay muchos datos históricos. El evangelista solo pretende poner ropaje escénico a unas vivencias que tuvieron los primeros cristianos desde la luz de la Resurrección. Y explicar con los géneros literarios de aquella época (el midrásh)  que la salvación que trae Jesucristo es para toda la humanidad.


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El itinerario que siguen los magos refleja el proceso que siguieron los paganos para encontrar a Jesús: al descubrir los signos (la estrella) se ponen decididamente en camino y preguntan a los judíos que conocen las Escrituras y finalmente encuentran a Jesús y lo adoran. Posiblemente muchos de la comunidad de Mateo descubrirán en este relato la historia de su propio camino hacia Jesús.

Pero vayamos al relato para descubrir algunas claves que nos pueden ayudar en nuestro caminar de cada día. Lo primero que hicieron fue ponerse en camino buscando al Niño. Ellos no conocieron caminos trillados ni rutas señalizadas, pero se mantuvieron a flote y llegaron a buen puerto. Y si pudieron sobrevivir, fue porque no desfallecieron ni se abandonaron. Es posible ponerse en camino sin planos, con la sensibilidad abierta hacia lo impredecible. La meta nunca puede ser predicha con certeza, ya que siempre tiene un componente de regalo, de esperanza abierta. Y los signos que encontramos por el camino no son ni tan fuertes como para perder la libertad ni tan débiles como para pasar desapercibidos. Aunque eso sí, solo se ve bien desde el corazón, lo importante es invisible a los ojos, como bien decía Saint Exupery en El Principito.


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“La emoción y el afecto y la ternura son vehículos de conocimiento. La sociedad tecnocrática, en la que vivimos, solo considera válido lo «objetivo» y verificable. Hay una sabiduría, que ya no es del todo nuestra, que trae noticias de Dios, de igual manera que para el enamorado un nuevo objeto adquiere significado cuando logra traerle mensaje de su amada y aunque no levante el velo de la niebla, sin embargo deja entrever al menos la silueta de una ausencia” (G. Roca).

Los Magos buscaron al niño en palacio, pero lo encontraron en la cueva. Lo persiguieron por el salón de Herodes, y El se les mostró en la periferia, como tanto repite el Papa Francisco. Lo frágil se convierte en revelación de Dios. Lo que buscamos en la grandeza (mansiones, coches, cuentas corrientes abultadas, ropas de diseño) lo encontramos en la sencillez.

Y encontraron al Niño con María, su madre. Y cayendo de rodillas le rindieron homenaje. Aquellos que la religión declaraba excluidos de la salvación, son los primeros en darse cuenta de la presencia de Dios en la humanidad. Se inclinan respetuosamente ante su dignidad. Descubren lo divino en lo humano. Este es el mensaje de su adoración. Y nos enseñan  a quien hay que rendir homenaje: al hermano más pequeño, más excluido, más indefenso.  Y no solo por Navidad sino todo el año.

En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?, ¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser?

«Nuestra dificultad para adorar proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras sin detenerse nunca ante lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.
Para adorar a Dios es necesario detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la vida amorosamente hasta el fondo, comenzará a vislumbrar las huellas de Dios antes de lo que sospecha.
El relato de los Magos nos ofrece un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el fondo, captar sus signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a ese Dios encarnado en nuestra vida”. (Pagola)

Como veis la fiesta de los Reyes no son solo regalos sino un estilo de vida y compromiso. Un saludo afectuoso a todos y feliz año.

3 comentarios en «La Fiesta de los Reyes Magos»

  1. juan me encanta como nos presentas siempre todo lo que comentas ,cuanta razon tienes que para adorar a Dios lo tienes que sentir dentro de ti,un abrazo Maria

  2. ¡Gracias Juan¡, por este comentario, hay que ir despojandose de muchas cosas adquiridas durante siglos, y quedarnos con esa Palabra que se hizo carne y habito entre nosotros, un saludo a Manoli

  3. Siempre es bueno recordar que Jesús nació en un lugar improvisado, humilde y en unas condiciones mínimas. Pasan los años, nos alejamos de aquel hecho histórico y nos olvidamos de la realidad en que vino a este mundo.
    Su vida fue un regalo para el hombre, nos mostró el camino que debíamos de seguir… ¿Hacemos ese o el nuestro?
    Gracias Juan, ha sido un acierto el recordarnos que no debemos de olvidar que donde está la felicidad es en la sencillez del “pesebre” y no en el lugar que solemos buscarla, en la grandeza.
    Saludos cordiales y feliz 2014.

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