Miguel Velasco Márquez. El periodo vacacional estival siempre nos lo pone difícil a la hora de seleccionar cualquier opción de la cartelera. Aberrantes superproducciones se dan la mano con segundas, terceras y cuartas partes que ganan en estupidez a sus antecesoras (todo un logro) y en medio de este estercolero cinematográfico es raro hallar una joyita con la que sumergirnos un par de horas en cualquier sala. Danny Boyle nos hace (una vez más) este inmenso favor.
Boyle vuelve a sus orígenes cinematográficos, justo donde nos dejó con su arrebatadora Shallow Grave, pero con mucha maestría aprendida por el camino. Retoma la obsesión por el thriller erótico y viciado para proponernos un salvaje juego psíquico con ecos al Memento de Christopher Nolan y bañado del mejor surrealismo onírico de David Lynch. Y consigue no sólo cautivar al espectador desde el primer plano, sino confundirnos y jugar con nosotros como si la pantalla fuera un tablero de ajedrez y nosotros sus fichas. Jamás imaginamos dónde nos llevará la trama y cómo se relacionarán los personajes en cada secuencia. La sensación de desconcierto es constante, valiente y arrebatadora.
La cinta nos cuenta la historia de Simon (James McAvoy), subastador de artículos de bellas artes, que se compincha con una banda criminal para robar una obra de arte que vale millones de dólares, pero después de haber recibido un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro.
Cuando las amenazas y la tortura física no logran ninguna respuesta, el jefe de la banda (Vincent Cassel) contrata a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson) para que hurgue en los recovecos más oscuros de la psique de Simon.
A medida que va adentrándose en su destrozado subconsciente, lo que está en juego llega a ser mucho más y los límites que separan el deseo, la realidad y la sugestión hipnótica comienzan a difuminarse y desaparecer.
Un descomunal Vincent Cassal se come a dentelladas a unos correctos Rosario Dawson y James McAvoy. Su mirada lleva el pulso de toda la película convirtiéndose en un hilo constante del espectador con la realidad de la cinta. Simplemente magistral.
No esperéis encontraros al Boyle de Slumdog Millionaire (a Dios gracias), y sí al de sus inicios. Un Boyle que pese a no superar esa obra maestra que nos regaló en los 90 y que se convirtió en un icono del cine moderno (Trainspotting) regresa aquí por sus fueros, y nos ofrece la experiencia más perturbadora, onírica y fascinante que veremos este verano en las pantallas. Dejen Superman y demás a un lado y apuesten por Trance. No les decepcionará.
Ficha técnica
Película: Trance. Dirección: Danny Boyle. País: Reino Unido. Año: 2013. Duración: 113 min. Género: thriller. Interpretación: James McAvoy (Simon), Vincent Cassel (Franck), Rosario Dawson (Elizabeth). Guión: Joe Ahearne y John Hodge. Producción: Christian Colson. Música: Rick Smith. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Montaje: Jon Harris. Diseño de producción: Mark Tildesley. Vestuario: Suttirat Anne Larlarb.