
Ana Rodríguez. La Hermandad del Rocío de La Palma cuenta entre sus hermanos con Fernando Luis Lepe Castaño, un onubense que siente verdadera devoción por la Blanca Paloma y que vive todo el año pensando en acudir a su encuentro.
Fernando es un rociero de pro, de los que lleva toda la vida peregrinando a la aldea almonteña. Ya desde pequeño, con 10 u 11 años, sus abuelos y sus padres le iniciaron en la romería, a la que no ha faltado ni un año desde hace décadas, andando, en carro o a caballo.
El palmerino se ocupó de transmitir ese gusanillo a sus hermanos y amigos, que nunca se habían inclinado por este mundo, para poder tener más gente con la que hacer el camino. Así, Lepe recuerda con nostalgia que, siendo muy joven, alquilaba con sus compañeros una casa en El Rocío a medio construir y se iban un mes antes de que empezara el Rocío para levantar muros de cartón y dividir el espacio en el interior, creando habitaciones efímeras.
Vinculada a su pasión rociera, este onubense se dedica también a la cría de caballos, la doma y los enganches, todo un arte que domina con maestría. Aunque no se centra en él profesionalmente, muchos vecinos le piden ayuda, sobre todo en estos días, para que les eche una mano con sus carrozas y charrés y que luzcan con esplendor en los desfiles.

Si habilidoso es con los enganches, no le falta buena mano para el bricolaje. Sin ir más lejos, hace un año elaboró con paso de Semana Santa, a la que también es aficionado, para sus sobrinos, con el fin de que lo sacaran en procesión con motivo de las Cruces de Mayo. “El paso tiene metro y medio por un metro, tres trabajaderas y hasta su respiradero”, comenta su creador, quien conoce bien las necesidades de los costaleros al haber sacado durante años el paso de la Amargura de La Palma.
La estructura fue adornada con faldones, su monte verde y la Cruz y causó sensación cuando los pequeños del Colegio de las Carmelitas de la localidad procesionaron con él.
En su vida diaria, Fernando es el jefe del departamento de carrocería del concesionario Ford en la capital onubense. “Empecé a trabajar en la oficina de taller de Ford como algo provisional, aunque al final acabó convirtiéndose en el que sigue siendo mi puesto de trabajo”, comenta. Lepe recuerda su entrada en la empresa como si fuera ayer aquel 7 de octubre de 1977, a pesar de que ya han pasado casi 36 años y, en la actualidad, es el trabajador más veterano en activo del concesionario.

La labor diaria del onubense consiste en la recepción de los vehículos para el área de carrocería, la gestión de los peritos y la distribución del trabajo. Sus compañeros dicen de él que “si montase mi propio concesionario, él me llevaría la chapa”, una afirmación ante la cual Lepe sonríe y bromea. En el concesionario “el ambiente de trabajo es muy distendido y nos gusta quedar fuera de aquí, a veces incluso nos llevamos a nuestras mujeres”, apunta Fernando.
Además, el onubense está especialmente contento porque hace poco que lo han hecho abuelo, así que, a buen seguro, dentro de no muchos Rocíos podremos verlo orgulloso a caballo con su nieto camino de las arenas.
1 comentario en «Un especialista en enganches con corazón rociero»
Hola Don Fernando Luis, hoy 23/4 me he dado el grato placer de verte en esta pagina web, no sabes la alegria que me has dado y , por ello no he podido resistirme a contactar contigo, espero este sea el inicio de futuros contacto, me acuerdo mucho de ti y Maria del Carmen , siempre te recuerdo con mucho cariño y espero siga siendo así, no tengo más tiempo pero ya sabes mi e-mail, espero tener noticias vuestra.
Un abrazo muyy grande de tu amigo Luis para ti y los tuyos