Juanjo Luna / Cañaveral de León. El salón de actos múltiples del Ayuntamiento de Aracena ha acogido la presentación de la última obra del poeta Rafael Vargas, una antología de su obra poética que lleva por título Señuelos contra el olvido.
Aunque lejos ya de aquel muchacho flaco que con su maleta de cartón en un caluroso mes de julio de 1958, dejando atrás el férreo terruño minero, emprendiera un viaje en busca de su propia vida, que por los derroteros de la Cataluña lo tuvieron enredado cuarenta y un años, este hombre-poeta que ahora conocemos, tan solo ha cambiado en aspecto.
Rafael Vargas sigue teniendo las mismas ganas de comerse al mundo, el mismo pensamiento libertario, el mismo énfasis en su idealismo, el mismo sentido de compromiso y la misma afinidad por la amistad. Si en algo ha cambiado, es en que ahora escribe lo que antes ha vivido. Y en eso salimos ganando los que lo leemos.
Su obra, como bien dice Carlos Sánchez en el prólogo del libro, es inherente de su propia vida. Su temprana orfandad le ha marcado, no solo como persona, sino también como poeta. La lucha por la supervivencia lo recubre de una espesísima capa de amianto que, tan solo ante el papel se debilita, facilitando así, una tormenta metafórica que ilumina las cúspides de los templos poéticos.
Además, el próximo día 3 de mayo a las 12:00 horas, el Museo de Huelva acoge un reconocimiento especial a toda la carrera literaria del propio Rafael Vargas, que se concede dentro de los premios que otorga la Asociación de Críticos Andaluces cada año en diferentes categorías, como son el de narrativa, el de poesía o el de ópera prima.